Comparativa tecnológica: 600
vs Mii
54 años separan el
nacimiento de ambos modelos
Dos respuestas idóneas para
la movilidad en distintas épocas
El próximo día 31 de julio
se cumplirán 40 años del último SEAT 600 producido
Más de medio siglo ha transcurrido entre los lanzamientos de dos coches que,
evidentemente cada uno en su época, han cubierto la demanda del coche urbano
pero polivalente: nada menos que 54 años separan al 600 que vio la luz a
mediados de 1957 del Mii presentado en otoño de 2011. ¿Son coches comparables
entre sí? Por supuesto que, como comparar, todo es susceptible de comparación;
pero ¿es razonable y lógico este enfrentamiento o, si se prefiere un enfoque
menos antagónico, este paralelismo?
Sin olvidar en ningún
momento lo ya dicho respecto a encuadrar cada coche en su época, sí es
razonable comparar el 600 y el Mii, porque ambos responden a la definición dada
más arriba: coche urbano, pero polivalente. Porque en ambas épocas existieron y
existen vehículos más pequeños, más baratos y más económicos de consumo. Pero
¿podríamos considerarlos “coches” en la acepción coloquial y popular del
término? Al margen de los biplazas deportivos, lo que comúnmente se entiende
por “coche” es un vehículo capaz de albergar como mínimo a cuatro adultos, y
con un razonable espacio para transportar equipaje. Y esta condición la cumplen
tanto el 600 como el Mii.
Enfoque sociológico
Bajo este enfoque, el Mii es
el heredero del 600 por cuanto que es capaz de responder, en la segunda década
del siglo XXI, a unas exigencias equivalentes a las que solucionaba el 600 en
la primera década de la segunda mitad del siglo XX. Pero también hay una serie
de diferencias, algunas técnicas y otras sociológicas, que les diferencian
claramente; medio siglo no pasa en balde, y muchas cosas han cambiado, e
incluso algunas han dado un giro de 180 grados.
Y un condicionante que va
planear en todo momento sobre esta comparación es que enfrentamos a un coche
que en España tiene la categoría de mito, con su sucesor tras varias
generaciones de modelos cuya carta de presentación es su tecnología,
prestaciones, eficiencia y utilidad. Pero ninguna de estas cualidades le va a
servir, al menos de entrada, para alcanzar la categoría de mito. Porque, ¿qué
significa que un coche sea mítico?
Hay dos tipos muy distintos
de coche-mito: el que por excelencia tecnológica, excepcional calidad,
llamativa innovación (técnica o estética) o simplemente por su rareza, queda
grabado en la memoria histórica del aficionado. El otro tipo,sociológicamente
más trascendental, es el coche que pone sobre ruedas a un país, el que impulsa
la motorización de una sociedad. Ello requiere un apreciable volumen de
producción, largo tiempo en el mercado sin demasiados cambios, y un precio
asequible que facilite su adquisición por parte de los segmentos más populares
de la sociedad.
En España la motorización se
había truncado bruscamente con la Guerra Civil, en la que se destruyó un alto
porcentaje del parque rodante. El cual no empezó a reponerse hasta que en la
década de los 50 empezaron a comercializarse los primeros vehículos de
producción nacional, ya que las importaciones eran meramente simbólicas, e
inaccesibles para el ciudadano medio. Así pues, había auténtica hambre de
coche, y el SEAT 600 se encargó de saciar un amplio porcentaje de este apetito.
Mitificación
El 600, como denominación
genérica y en todas sus versiones, es el icono, el gran mito del despegue de la
motorización española en la época de post-guerra. Ningún otro ha quedado tan
grabado en nuestro subconsciente colectivo, ni como recuerdo sentimental ni
como memoria de su presencia en nuestras calles y carreteras. Es el coche, como
gente ya muy adulta todavía recuerda, con el que su padre le enseñó conducir. Y
por ello está profundamente arraigado en la historia del “día a día” de muchas
decenas de miles da familias españolas durante las décadas 50, 60 e incluso 70.
Y muchísimos hijos, nietos y últimamente hasta biznietos de sus primitivos
propietarios, llevan décadas oyendo contar anécdotas de tal o cual viaje;
porque entonces viajar tenía mucho de aventura, en la cual se mezclaban lo
precario de nuestra red viaria, el muy limitado nivel prestacional de los
coches disponibles, y una fiabilidad mecánica que no era la de hoy en día.
Por todo ello, después de
medio siglo, el 600 no sólo tiene en España multitud de clubes de propietarios,
sino que se conserva en cantidades todavía muy apreciables, cuando en Italia
apenas se ve ninguno. Y esos propietarios, en su gran mayoría, son precisamente
esos hijos, nietos y biznietos del propietario original, en cuya familia se ha
ido conservando el “pelotilla” de generación en generación, junto a sucesivos
coches más modernos, pero cuya carga emocional no podía rivalizar con la del
pionero 600, cuya llegada a la familia constituyó un acontecimiento que se
sigue recordando. La salida del concesionario al volante del coche nuevo, tras de
haber escuchado los consejos del probador que lo entregaba (mucho cuidado con
el “rodaje”), constituía el punto culminante de una odisea que había empezado
muchas semanas, e incluso meses antes. Exactamente desde que se hizo la
solicitud de compra, por un precio relativamente accesible: 63.500 pesetas
durante bastantes años, cuando apenas había inflación.
Ya dijimos antes que otra
condición para ser mito es haber tenido pocos cambios a lo largo de su vida. En
el 600 no hubo más que dos de cierta importancia: dos cilindradas (633 y 767
cc), y el cambio de sentido de apertura de las puertas; al margen y por supuesto,
de continuas y progresivas mejoras tanto en mecánica como en carrocería. No es
mucho para un montón de años (16 exactamente); incluso el alargado 800 de
cuatro puertas apenas si modificó la fisonomía del modelo base.
Mercados diametralmente
opuestos
Y frente a semejante bagaje
histórico y sentimental, ¿qué es lo que puede ofrecer el Mii? Como ya se ha
dicho anteriormente, una serie de cualidades como su tecnología, sus
prestaciones, su eficiencia y su utilidad. Pero en la comparación entran en juego
muchas otras facetas; y una de las primeras a considerar es incluso anterior a
la compra del coche, e incluso a la decisión de adquirir un modelo concreto.
Porque en los tiempos del 600, la elección no llegaba muchas veces ni a lo de
“sota, caballo y rey”; podía estar únicamente entre dos coches, y en muchas
ocasiones, por cuestiones económicas y de menor plazo de entrega, se limitaba
exclusivamente al 600.
Por el contrario, el Mii ha
llegado en un momento de amplísima oferta en todos los segmentos. Y esta oferta
casi mareante también afecta al segmento de los coches urbanos: casi todos los
fabricantes ofrecen en su gama un coche urbano que se mueve en el mismo entorno
comercial que el Mii. Y mientras que, para conseguir un 600, había que esperar
meses y meses, hoy el Mii se puede conseguir en cuestión de días.
Lo que espera el usuario
Y luego viene lo que se
espera del coche nuevo. Del 600 se esperaba todo y nada: todo, porque era la
materialización de un sueño; y apenas nada más, porque su simple posesión ya
era casi la culminación del proceso. Que luego hubiese más o menos problemas en
la utilización y el mantenimiento del coche se daba por sabido; y si no daba
ningún problema, se presumía ante familiares y amigos diciendo que nos había
tocado “una joya”. Por el contrario, el Mii corresponde a una época en la que
damos por hecho que no vamos a tener más problemas que repostar de combustible
y, de tarde en tarde, comprobar la presión de los neumáticos; y poco más.
Así pues, la comparación es
muy dura: al Mii se le exige un funcionamiento sin problemas, mientras que al
600 se le perdonaba casi todo. Y no es
sólo esto, sino que al rememorar históricamente los problemas que surgían con
el 600, se consideran poco menos que como anécdotas divertidas (¿te acuerdas de
cuando nos quedamos tirados en tal sitio?), mientras que actualmente algo
similar con el Mii sería impensable.
Y es que el 600 juega con la
ventaja de haber encarnado la eclosión de ese afán de desplazamiento, de
libertad y de viaje autónomo y personal, ya fuese de vacaciones o de trabajo,
que el español medio tenía reprimido durante más de dos décadas de tiempos muy
difíciles. La mejor demostración de que el 600 constituyó un fenómeno
sociológico, es que se le dedicó una canción muy popular, cuyo estribillo era
“Adelante hombre del 600, la Carretera Nacional es tuya”.
Otro terreno de interés para
la comparación es el de las respectivas clientelas; que quizás no sean tan
diferentes a pesar del medio siglo que las separa, aunque sus motivaciones de
compra puedan ser muy distintas. En su época de máximo esplendor, el 600 era
codiciado prácticamente por la totalidad de las clases sociales: por supuesto
que por la clase media y, como objetivo más o menos utópico, por la más
humilde; pero también por la más pudiente, aunque fuese para ser utilizado como
segundo o tercer coche. La cuestión era disponer de coche, único o varios, ya
fuese para cubrir una necesidad o simplemente para presumir de ello en una
época en la que no era fácil conseguirlo.
Mientras que, en la
actualidad, el Mii es un coche para gente muy joven que ha conseguido su primer
trabajo estable, o parejas en situación más o menos similar, para el que
necesita coche pero no puede permitirse uno mayor y más caro, o bien para el
que sí puede, pero no desea más de lo que ofrece el Mii.
¿Para qué los queremos?
Otra faceta distinta es el
tipo de utilización que primordialmente se le asigna a ambos modelos. Al 600 se
le presuponía la capacidad de enfrentarse a cualquier reto, y su único condicionamiento
era su capacidad interna; aunque a veces se hubiese dicho que era de goma, a
juzgar por la cantidad de ocupantes e impedimenta que llegaba a transportar en
su interior y en la baca sobre el techo. Por lo tanto, era normal que una
familia de cuatro o cinco personas consiguiese irse de vacaciones para un mes
entero llevando en el 600 todo lo necesario, o al menos lo imprescindible.
Por el contrario, al Mii lo
etiquetamos como coche “urbano”, cuando su capacidad para desenvolverse en
carretera es muy superior a la de su ilustre y mítico predecesor, tanto por
prestaciones puras como por comportamiento rutero, amplitud y confort. Pero una
señal indiscutible de lo que han evolucionado las cosas en este medio siglo,
tanto técnica como sociológicamente, es que un coche cuyo rendimiento nos
hubiese asombrado en tiempos del 600, capaz de enfrentarse a un viaje largo a
una velocidad de crucero mucho más alta que la de aquél, sin problemas de
calentamiento al subir las más empinadas cuestas, actualmente lo encuadremos
como coche de uso preferentemente urbano. Es decir, para utilización en zona
urbana o metropolitana, o bien como un segundo o tercer coche en el caso de una
familia con bastantes miembros; aunque, por supuesto, siempre habrá usuarios
que le saquen bastante más partido, y en un área de utilización mucho más
amplia.
Dos tecnologías frente a
frente: el 600
Con independencia de las
etiquetas que a cada coche se le cuelguen en cuanto a su utilización más
habitual, es evidente la abismal diferencia que existe entre las capacidades de
uno y otro coche; las cuales dependen de sus respectivas tecnologías, que vamos
a poner frente a frente. Por orden cronológico, al 600 le corresponde el
privilegio de ser el primero en descubrirnos los datos básicos que definían su
personalidad. Y aunque hubo un primitivo 600 con motor de 633 cc de cilindrada
–que se mantuvo en producción la friolera de seis años-, el núcleo duro lo
constituyen las versiones D, E y L-Especial, ya con 767 cc de cubicaje, que
ocuparon los diez años finales de la andadura de nuestro mito.
En todos los casos la
carrocería se mantuvo prácticamente invariable, al margen del citado cambio de
orientación en la apertura de las puertas. Y respecto al motor, el del 600
original no varió apenas en seis años, fiel a sus 18 y luego 20 humildes pero
voluntariosos caballos DIN, mientras que el más moderno se mantuvo también
inmutable con 25 CV en los D y E, y tan sólo en su último año, ya como
L-Especial, ganó tres CV de potencia, gracias a un aumento de compresión. Dicho
L-Especial, como su nombre indica, aportaba refinamientos extra, como una
tapicería más acogedora y llave de contacto con antirrobo de dirección.
Pero el 600-D aparecido en
1963, y su sucesor el E, se podrían considerar como “el 600” por antonomasia:
con la cilindrada que sería la definitiva hasta el final de su existencia, se
enfrentaba valientemente, cargado hasta los topes y a veces algo más, a las
duras condiciones de los exigentes trazados de aquellos tiempos. Pero el 600
también tenía otras virtudes, evidentemente. En primer lugar, su diseño de
carrocería, aprovechando sus 3,30 metros de longitud con un habitáculo en el
que en teoría cabían bien cuatro personas, y muy justas cinco; en la práctica,
más vale ni saber cuántas llegaron a meterse.
El 600 tenía una buena
robustez básica, aunque con algunos achaques puntuales; y también ofrecía una gran
facilidad de reparación, pues su mecánica era sencilla y accesible. Por otra
parte, había repuestos en casi todas partes; no sólo en la red oficial, sino en
todas las tiendas de accesorios. O sea que, con reparaciones pequeñas o no tan
pequeñas, duraba años y años.
El Mii
Frente a esto, el Mii
utiliza una tecnología que es la habitual en la inmensa mayoría de los coches
actuales de los segmentos A, B y C, hasta los 4,5 metros de tamaño: tracción
delantera con mecánica transversal, y suspensiones McPherson delante y de eje
torsional detrás. Y por supuesto, dirección de cremallera asistida
eléctricamente y frenos de disco ventilados delante. En cuanto al motor, no
sólo es moderno, sino que va un poco más allá que la propia estructura general
del coche, en cuanto a utilización de la más moderna tecnología.
Con un litro justo de
cilindrada, su tamaño aumenta simplemente un 30% respecto a los 767 cc de los
600-D, E y L; pero en su versión de 75 CV llega a triplicar la potencia que, en
su variante de máxima producción (D y E), tenía el animoso motor de poco más de
tres cuartos de litro del 600. Aún con el aumento de cubicaje, el compacto
motor del Mii tiene tres cilindros con árbol de levas en culata y cuatro
válvulas por cilindro. En cuanto a la compresión geométrica (elemento clave del
rendimiento térmico) es un 40% superior (10,5 frente a 7,5); la inyección
electrónica ha sustituido al carburador, y el encendido electrónico estático, a
los “platinos”.
Como ya se ha indicado, el
motor es un tricilíndrico, todo él (bloque y culata) de aluminio y de cotas
prácticamente “cuadradas” (como el 600, en este caso), pero el cigüeñal lleva
cinco apoyos en vez de tres, y las válvulas son accionadas por pequeños
semi-balancines con rodillos en el contacto con la leva y apoyados en pequeños
taqués hidráulicos; además dispone de variador de fase continuo en admisión. La
refrigeración, uno de los puntos débiles del motor del 600, está muy elaborada:
desdoblada en dos circuitos, para bloque y culata, esta última lleva la parte
inicial del colector de escape fundido en ella misma, con refrigeración en
dicha zona. De este modo, durante la arrancada en frío, los gases de escape
calientan el agua más rápidamente, con beneficio para emisiones y consumos,
mientras que al ir pie a fondo se invierten los términos, y el líquido rebaja
la temperatura de los gases, con lo cual se facilita la labor del catalizador.
Con todo ello, el
rendimiento en potencia es de 75 CV/litro, más del doble del que tenía el 767
cc en su versión más potente (la del L-Especial), que no pasaba de 36,5
CV/litro. Al margen de lo ya dicho, las variantes Ecomotive disfrutan de
Start/Stop, recuperación de energía por
alternador de carga inteligente, neumáticos de baja resistencia a la rodadura,
y elementos periféricos de baja fricción.
En la siguiente tabla se
realiza una comparativa a nivel técnico entre el SEAT 600 y el Mii:
600 | Mii | |
MOTOR | ||
Tipo | Gasolina, 4 cilindros en línea | Gasolina, 3 cilindros -12v |
Cilindrada (cc) | 633/767 | 999 |
Potencia máxima (CV/rpm) | 18-28/4600-4800 | 60-75/5500-6200 |
Alimentación | Carburador vertical monocuerpo | Inyección multipunto |
TRANSMISIÓN | ||
Tipo | Tracción trasera | Tracción delantera |
Caja de cambios | Manual 4 velocidades | Manual 5 velocidades |
DIRECCIÓN | ||
Tipo | Tornillo sin fín | Asistida electrohidráulica |
BASTIDOR | ||
Suspensión delantera | Independiente, con ballestón transversal y amortiguadores | Independiente tipo McPherson, barra estabilizadora, muelles helicoidales y amortiguadores hidráulicos |
Suspensión trasera | Independiente, con trapecio oblicuo, muelle y amortiguadores | Eje semirígido, muelles helicoidales y amortiguadores hidráulicos |
FRENOS | ||
Delanteros/traseros | Tambor/Tambor | Discos ventilados/Tambor |
DIMENSIONES | ||
Longitud/anchura/altura (mm) | 3300-3320/1380/1400 | 3557/1641/1478 |
Peso (kg) | 585-615 | 929-940 |
PRESTACIONES | ||
Velocidad máxima (km/h) | 90-115 | 160-172 |
La aventura de viajar
El 600 cubría los más
diversos tipos de utilización, en la mayoría de los casos mezclados unos con
otros: desde el puramente familiar y lúdico, en
aquellos viajes en los que se metían dentro -no se sabe muy bien cómo-
hasta seis y siete personas más el equipaje, hasta el profesional, de quien lo
utilizaba básicamente para desplazamientos laborales.
Sin duda, lo que más se
recuerda del 600, al margen de la nostalgia del que para muchos ha sido su
primer coche, es su filosofía de utilización y la planificación de los viajes.
Esta última era algo muy serio, y se hacía como si fuese una operación militar:
horario de salida, de paradas y, en lo posible, de llegada, prestando especial
atención a las predicciones del “Hombre del Tiempo” respecto a la temperatura.
Si había puertos de montaña de por medio, lo ideal era negociarlos temprano,
para evitar calentamientos del motor y, tanto o más grave, de los frenos de
tambor.
Pero también eran muy
entrañables ciertos detalles de utilización, algunos de los cuales se fueron
puliendo desde el primitivo de 633 cc hasta el último L-Especial: las puertas
abriendo en sentido “suicida”, el maletero dividido en dos, el peculiar sistema
de calefacción, con la palanquita situada bajo el asiento trasero, y la
conveniencia (más bien necesidad) de llevar siempre un par correas de repuesto;
dando por hecho que se supiese cambiarlas, regulando las arandelas de las
poleas de la bomba de agua. Detalles todos ellos que, cuando vemos a uno de
estos veteranos rodando todavía orgullosamente por el asfalto, nos hacen lanzar
un suspiro de nostalgia, recordando los tiempos cuando nosotros, o más bien
nuestros padres, éramos jóvenes y arriesgados.
¿Y qué decir de la baca
sobre el techo?: un elemento imprescindible cuando cinco miembros de la familia
se iban de vacaciones. En el lado positivo, y sin olvidar que era un pequeño
“todo atrás” que debía soportar enormes variaciones de carga respecto a su peso
en vacío, tenía una buena estabilidad, dentro de los límites de dicha
arquitectura. Y cuando se le sustituían sus neumáticos diagonales por unos
radiales, su conducción pasaba a ser gratificante; y tanto más si se le
rebajaba un poco la suspensión trasera, aunque en ese caso se perdía capacidad
de carga.
Por el contrario, para el
Mii, ¿a qué problemática nos enfrentamos? Sólo a una, porque por lo demás, como
mucho hay que verificar las presiones de hinchado y el nivel de gasolina; e
inmediatamente contacto, arranque y salir andando. El único problema que puede
plantear el Mii es de carácter espacial: el volumen de su habitáculo y su
maletero; que, en ambos casos, son notoriamente superiores a los del 600. Pero
no es menos cierto que nuestra capacidad de adaptación se ha hecho mucho menos
flexible que hace medio siglo; al margen de que las normas de seguridad (número
de plazas y sus correspondientes cinturones) ya no permiten tantas alegrías.
Así que, en conclusión, nuestro sentido del confort ha subido muchos enteros. A
partir de ahí, se da por supuesto que los únicos problemas serán los de la
carretera: mejor o peor tiempo, y tráfico más o menos fluido, pero nada más. Y
si hay un atasco a pleno sol, ya no hace falta recurrir al botijo: para algo
está el aire acondicionado.
Comparación final
Para empezar, el 600 era un
“todo atrás”, y el Mii, es un tracción delantera; una estructura esta última
que permite disponer de un maletero algo más amplio, a igualdad de tamaño
exterior, y de un comportamiento rutero más fácil de manejar por conductores no
especialmente hábiles. Por lo tanto, cabe una pregunta: ¿por qué el 600 no fue
de tracción delantera? En sus tiempos ya había algunos coches -pequeños, e
incluso medianos y alguno grande- que utilizaban dicha estructura. El motivo de
que no se aplicase fue básicamente que las juntas homocinéticas que era preciso
utilizar en las ruedas delanteras, simultáneamente motrices y de dirección, no
eran suficientemente fiables. Hubo que esperar a las de tipo Rzeppa, de esferas
circulando en unas guías de muy delicada mecanización, para que alcanzasen el
nivel de fiabilidad que se le quería dar a un coche popular como el 600.Y
cuando esas juntas llegaron, el SEAT 127 fue de los primeros en utilizarlas, y
se entró en una nueva era.
Y es por ello que, al margen
de las ya mencionadas diferencias de tecnología en los motores, también las
hay, y muchas, entre 600 y Mii por lo que respecta a bastidor: la tracción
delantera, la dirección de cremallera, los frenos de disco y el comportamiento
rutero nos recuerdan que ha pasado medio siglo entre uno y otro. De tamaño no
son tan dispares, ya que el nuevo apenas si supera en un palmo de longitud al
antiguo. Eso sí, su habitabilidad es bastante mejor, y su maletero único, más
práctico que el desdoblado de su ancestro, aunque la cubicación total no sea
mucho mayor. Y es en equipamiento, tanto de seguridad como de confort, donde no
hay color en la comparación: en el Mii con acabado Style disponemos en serie de
ESC, ABS, dirección asistida, aire acondicionado, airbags, cierre central y
elevalunas eléctricos, radio y diversos reglajes de asientos y volante; y en
opción, control de crucero, navegador y llantas de aleación. La diferencia es
abismal, evidentemente.
No obstante, hay una
comparación final que no es la de ambos coches entre sí, y ni siquiera la de
las exigencias de sus respectivos usuarios, con 50 años de intervalo; se trata
de una diferencia de infraestructuras. La red viaria por la circuló el 600 no
se parece en nada a la que utiliza un Mii, salvo en carreteras actuales de
orden no ya secundario sino terciario. Tanto por trazado, como por pavimento,
anchura de la calzada y visibilidad, son dos mundos aparte. Un 600, incluso en
perfecto estado de conservación, sin duda sufre mucho en la comparación con el
Mii al viajar actualmente por la red de autovías; su marcha de crucero (80/90
km reales, a todo tirar) resulta absolutamente inadecuada. Pero a la inversa,
si hubiésemos podido aplicar la “máquina del tiempo” al Mii, y transplantarlo a
la década de los 60, hubiese sido preciso, como mínimo, montarle un desarrollo
final mucho más corto, so pena de no poder utilizar la 5ª marcha prácticamente
casi nunca. Claro que los frenos de disco y el comportamiento de la tracción
delantera se hubiesen agradecido; pero lo cierto es que cada coche estuvo y
está diseñado para su tiempo, su clientela y sus carreteras: dos respuestas
perfectas a cada una de tan distintas exigencias.
SEAT es la única compañía
del sector con capacidad para diseñar, desarrollar, fabricar y comercializar
automóviles en España. Integrada en el Grupo Volkswagen, la multinacional, con
sede central en Martorell (Barcelona), exporta el 83% de sus vehículos y está
presente en 77 países. En 2012, SEAT alcanzó un volumen de negocio de más de
6.000 millones de euros, con unas entregas totales de 321.000 unidades.
El Grupo SEAT cuenta con
14.000 profesionales y tiene tres centros de producción: Zona Franca, El Prat
de Llobregat y Martorell (Barcelona), donde fabrica −entre otros− los exitosos
modelos Ibiza y León. Además, la compañía produce el Alhambra en Palmela
(Portugal), el Mii en Bratislava (Eslovaquia) y el Toledo en Mladá Boleslav
(República Checa), en plantas integradas en el Grupo Volkswagen.
La multinacional española
también cuenta con un Centro Técnico que se configura como un hub del
conocimiento y que acoge a más de 900 ingenieros orientados a impulsar la
innovación del primer inversor industrial en I+D+i de España. En el marco de su
compromiso con el medio ambiente, SEAT desarrolla su actividad principal bajo
criterios sostenibles en cuanto a reducción de CO2, eficiencia energética, así
como reciclaje y reutilización de los recursos.
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