Con el precio de la gasolina rozando máximos históricos y
acumulando varias semanas de subidas, es fácil comprender por qué las
gasolineras 'low cost' están teniendo tanto éxito en España. Los últimos seis
meses han sido clave en el desarrollo de este tipo de estaciones de servicio
que, en poco tiempo, han conseguido hacerse ya con el 23 por ciento del consumo
de combustible en nuestro país. Una cuota de mercado que crece por momentos y
que, sin duda, va en detrimento de las grandes operadoras, como Repsol, Cepsa y
BP. Estas tres empresas controlaban en 2011 más de la mitad del mercado
español; sin embargo, están perdiendo presencia año tras año.
Las cifras del 2012 todavía no están cerradas, pero las
voces del sector aseguran que en el último año y medio se habrán cerrado
alrededor de 500 estaciones de servicio tradicionales. De hecho, más del 40 por
ciento de las ventas del sector se hacen por petroleras no convencionales. La
crisis tiene gran parte de culpa, ya que ha provocado una caída precipitada del
consumo de combustible, pero sin duda no es la única responsable, ya que hay
que sumarle la aparición de gasolineras de bajo precio o marca blanca y la
proliferación de cooperativas que sirven carburantes más baratos.
En medio de esta situación, en la que el sector
tradicional se encuentra contra las cuerdas, la Comisión Nacional de la Energía
se pronunció la semana pasada para denunciar una "estrategia común"
de fijación de precios de carburantes. Casi al mismo tiempo, el Gobierno
anunciaba la adopción de medidas para atajar esta situación y controlar los
precios. Concretamente, el Ejecutivo anunció su intención de agilizar la
apertura de estaciones de servicio en superficies comerciales y zonas
industriales. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, habló
de un nuevo procedimiento único y de estimular la entrada de nuevos operadores
a través de la limitación en el número de estaciones de servicio "de los
que tienen muchas".
Destrucción de empleo
Aun dejando de lado las nuevas intenciones del Gobierno,
a día de hoy, la tendencia que sigue el sector es bastante clara: nuevos
operadores, precios más competitivos y desaparición de algunas de las
tradicionales gasolineras. Todo indica a que el consumidor va a salir ganando
con estas nuevas condiciones; sin embargo, Javier Bru, presidente de la
Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (Ceees), augura
que lo único que van a traer este tipo de estaciones que ofrecen precios tan
baratos es la "destrucción del tejido empresarial y por supuesto de
puestos de trabajo". "No se puede competir con sus políticas",
asegura Bru, "aparentemente ahora puede parecer una solución porque
implica una caída del precio, pero la realidad, y no hay más que salir fuera de
España para ver lo que ha pasado en Italia o Francia, es que al final vuelven a
repuntar los precios". "Cuando ya hayan destrozado a sus competidores
el precio volverá a subir".
Para Álvaro Mazarrasa, director general de la Asociación
Española de Operadores Petrolíferos (AOP), la llegada de estas gasolineras low
cost es una "muestra de la libre competencia que existe en este
sector". Mazarrasa señala a los Híper como los precursores de esta
tendencia, pues llegaron con "políticas de precio muy agresiva". Después
se implantaron las Cooperativas agroalimentarias, que cuentan con sus propias
instalaciones y surtidores, por lo que tienen menos costes y algunas se pueden
englobar en el término low cost. Precisamente, lo que caracteriza a este tipo
de gasolineras, además de sus bajos precios, es que cuentan con unas
instalaciones más minimalistas, por lo que la inversión necesaria es menor.
"Para abrir una estación de este tipo se necesitan
entre 250.000 y 300.000 euros", explica Juan Rosset, propietario, junto a
su hermano, de la cadena de gasolineras PetroLowCost. "Nuestra estrategia
consiste en reducir al máximo los gastos estructurales, tanto de personal como
de gestión".
Pero, ¿hasta qué punto son seguras este tipo de
instalaciones? Según Javier Bru, la confederación ha denunciado que las
estaciones low cost están "generalmente desatendidas, por lo que se
plantean problemas de seguridad por cuestiones de descargas o por mantenimiento
ante cualquier incidente que se pueda producir". En este sentido, Rosset
asegura que pasan "unos controles y unos requisitos de seguridad muy
estrictos".
Pero al margen de todos estos puntos conflictivos, según
Bru, el problema de fondo en el sector, por el que las estaciones de servicio
tradicionales no pueden competir con esta bajada de precios tan pronunciada es
que el 65 por ciento de las gasolineras operan con contratos de larga duración
o con contratos que no les permiten maniobrar con los precios.
En este sentido, Álvaro Mazarrasa, director general de
AOP, defiende la situación de las petroleras, que realizaron fuertes
inversiones cuando la situación económica en España era distinta, por lo que es
normal que se aseguren contratos de exclusividad para poder amortizar esas
inversiones. "En la época de bonanza económica, cuando el valor del suelo
era superior, una estación en una concesión de autovía no valía menos de 6
millones de euros". "Esas inversiones se hicieron en momentos de alza;
ahora han nacido formatos con más ventajas competitivas, pero así es la vida,
esa es la competencia".
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