Estas palabras, que
pertenecen nada menos que al gran Juan Manuel Fangio, representan a la
perfección el espíritu de estrecha colaboración que ha unido a Pirelli y
Maserati durante un siglo, tanto en la competición como en la carretera. Fangio
fue probablemente el mayor exponente de esta asociación entre las dos empresas,
con su 250F sumando victorias en Grandes Premios con una consistencia
impresionante, hasta su último campeonato del mundo en 1957, que cerraba un
círculo que se inició con su primer título con Maserati en 1954.