Desde el 1 de julio París
prohibió la circulación de los coches más antiguos de 1997 por las vías de la
ciudad. Es una drástica solución a los problemas de congestión y
contaminación que tiene la capital francesa.
Según su ministerio de salud, la contaminación aérea
proveniente de partículas de combustible -especialmente de tubos de escape
antiguos, con controles de emisión más laxos- mata
anualmente a 48.000 personas en Francia y a alrededor de 400.000 en Europa.