domingo, 1 de enero de 2023

CEDA EL PASO

 

                            AÑO NUEVO   

 




El imprudente: El automóvil surcaba la angosta carretera a una velocidad de vértigo. El irresponsable conductor había hecho una copiosa comida en la que no faltó la ingesta de bebidas alcohólicas. Ahora, miraba el deformado paisaje y, con voz de cuervo, entonaba confusas canciones. El vehículo era una cáscara de nuez que, movida por un caprichoso viento, se deslizaba a la deriva. El chirriar de las gomas emitía un olor a quemado que enaltecía, aún más, al energúmeno. Las llantas de aluminio brillaban con el tórrido sol de agosto.


El proyectil salió disparado del laberíntico asfalto y se precipitó al vacío. Voló durante algunos segundos. Chocó con una enorme piedra que lo escupió con estrépito y lo envió a un escollo. Como un obús, continuó golpeando las paredes rocosas. Cuando ya había perdido la forma, se quedó atrapado en el fango del arroyuelo.

Dentro del amasijo de hierro, se oyó un quejido lastimero que dio paso a un silencio estremecedor.

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El parte amistoso: Sentado en el cómodo sillón giratorio, golpeaba con cierto ritmo el teclado del ordenador. De repente, un estruendoso ruido lo sobresaltó. Se incorporó y miró por la ventana de la salita hacia el lugar que le había producido el sobresalto. Un automóvil de color azul estaba ligeramente inclinado en la cuneta de la calzada y detrás un autobús de color carmín se delataba como culpable del incidente, mientras, los otros vehículos seguían circulando y sus conductores miraban con curiosidad o indiferencia al punto en que se había producido el, afortunadamente, pequeño golpe.

El espectador de la ventana siguió contemplando el desarrollo de los acontecimientos desde su privilegiado y acristalado lugar. Del vehículo azul bajó un joven que haciendo grandes aspavientos con las manos profería ininteligibles palabras al conductor del autobús carmín del que descendió, con premura y sin ningún temor, un robusto cuarentón, ante la sorpresa del mozalbete que se quedó a una prudente distancia.

La decidida actitud del culpable y su presencia física apaciguaron los ánimos del afectado que optó por cumplimentar un parte amistoso, y concluir la ceremonia con un cordial apretón de manos.

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He iniciado el Año Nuevo de la misma forma que comencé mi colaboración en esta revista, hablando del tráfico rodado. Creo que no está de más, recordar que las imprudencias se pagan en algunas ocasiones y que no conviene tentar al diablo incumpliendo las normas del Código de Circulación. Por otro lado, cuando se produce un pequeño incidente, es mejor resolverlo como personas civilizadas, sin que sea menester que una de las partes intimide a la otra con su envergadura física… Hagámoslo de forma espontánea en aras a una pacífica convivencia.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales y que en el año 2023 se cumplan todos sus sueños.

Fernando Monge

1/enero/2023

fmongef@gmail.com

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