EL
DECRETO
Antes del amanecer, me dispongo a hacer mi caminata diaria. Provisto de indumentaria deportiva: chándal azul marino, zapatillas negras y gorra gris; salgo del bloque y enfilo la acera por la que transitan todavía pocas personas. Algunas, acompañadas de su perro, otras, buscan el ambulatorio cercano o se dirigen al bar de la esquina para tomar un café, una copa de licor o un suculento desayuno. Me encuentro, también, a otros deportistas que caminan o corren en dirección al inmenso parque del Tamarguillo. Como siempre, hay quienes esperan que el semáforo se abra para los peatones o cruzan por el paso de cebra; en cambio, ciertos individuos atraviesan por dónde y cuándo les parece. Los conductores también adoptan comportamientos diversos: unos circulan respetando los límites de velocidad y parándose en los pasos de peatones o semáforos en rojo, otros, superan la velocidad permitida, en algunos casos con creces, y no se detienen ante nada. ¿Y las normas de tráfico? Eso es algo que algunos respetan y otros exigen que las respeten los demás.
Los auriculares llevan a mis oídos graves noticias y comentarios: “Rusia invade Ucrania”. “Los refugiados superan los dos millones de personas” “Las tropas rusas bombardean a la población civil”. “Los países que envíen armas a Ucrania responderán por ello”, dice Putin. “No al envío de armas, hay que negociar”, dicen algunos… Cuando oigo esto último, me viene a la mente un relato del humorista Arévalo:
Está un loro en una rama de un árbol, y se acerca un zorro que le llama para que baje:
–De eso nada, zorro. Tú lo que quieres es comerme.
El zorro, muy en su papel, saca un periódico y se lo enseña:
–Pero si no te puedo comer, lo dice el Decreto.
–¿Decreto?
–¡Sí! ¿No te has enterado? El Gobierno ha aprobado un Decreto de Protección de la Fauna, lo pone aquí: «A partir de ahora, los animales del bosque nos tenemos que respetar mutuamente, y tenemos prohibido comernos entre nosotros».
El loro empieza a bajar poco a poco… En eso, llega un puma, se abalanza sobre el zorro y empieza a comérselo. El loro, subiendo otra vez a su rama, dice:
–¡Enséñale el Decreto!, ¡Enséñale el Decreto!
Pues eso, vayan los negociadores y muestren al puma Putin, y que me perdonen los pumas, La Declaración Universal de los Derechos Humanos… Vamos a ver qué ocurre.
Con mi condena a la agresión rusa, saludos cordiales.
Fernando Monge
13/03/2022
fmongef@gmail.com
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