Cada vez que en un departamento de diseño de Mazda se menciona el nombre “Maeda-san”, los presentes asienten con un gesto de respeto. Las últimas dos generaciones de esta familia han dado forma a Mazda como marca, quizá más que nadie. Pero eso tampoco quiere decir que no hayan tenido sus diferencias. Esta es la historia de una familia extraordinaria que ha dedicado su vida al diseño.
Imaginemos un padre y un hijo: Matasaburo e Ikuo Maeda. Su relación es
compleja, como lo son a menudo entre un padre y un hijo. Por supuesto, mucho
amor y respeto mutuos, pero también tensiones debidas a personalidades y visiones
del mundo radicalmente divergentes. El padre, ingeniero de formación, valora
por encima de todo la austeridad, la sencillez y la disciplina. Su inspiración:
la escuela Bauhaus alemana y su obsesión por la funcionalidad. El hijo es un
apasionado piloto de carreras. Sus amigos y compañeros le llaman “Speedy” y
adora los objetos que despiertan emociones y parecen tener vida propia. Su
inspiración: la sensualidad del diseño italiano, la energía dinámica de la
naturaleza.
A primera vista, los dos
hombres parecen polos opuestos. Y, sin embargo, tienen en común algo muy
notable: ambos son legendarios diseñadores de automóviles en Mazda y cada uno
de ellos ha firmado algunos de los modelos más emblemáticos de la marca. Una
dinastía de diseñadores que ha moldeado la sensibilidad estética de Mazda hasta
nuestros días.
La forma sigue a la función
Matasaburo Maeda, nacido en
Hiroshima, había visto en primera persona el espíritu de superación que surgió
de la destrucción de su ciudad y el papel que Mazda desempeñó en ese renacer.
Entró en Mazda en 1962. Dieciocho años más tarde, Maeda ascendió al puesto de
Director general del Departamento de Diseño de Mazda, labor que desempeñó entre
1980 y 1987. Durante esos años dejó una huella que, todavía hoy, sigue
notándose en la forma en que Mazda concibe el diseño.
Ante todo, fue un firme
defensor del principio de que la “forma sigue a la función”, un lema que, pese
a todas sus diferencias, transmitió a su hijo Ikuo. Para el primer Maeda, el
diseño nunca debe ser frívolo o puramente ornamental. Cada detalle tiene una
finalidad, no hay nada superfluo. Este planteamiento tuvo su expresión en
modelos como el Mazda 929 HB, un cuatro puertas de formas cuadradas que se
fabricó entre 1981 y 1986. Sin embargo, la consagración del primer Maeda fue el
Mazda RX-7, un modelo clásico con motor rotativo todavía hoy muy querido por
muchos incondicionales de Mazda. Según Matasaburo Maeda, fueron tres los
principios que dictaron la limpieza de líneas y la brillante elegancia de este
modelo con motor rotativo. “En primer lugar, buscaba la mejor manera de
expresar el carácter del motor rotativo. En segundo, quería reducir la
resistencia del aire. Y, por último, concebía el RX-7 con una organización
clásica, con un motor delantero en la parte media del coche”. La peculiar
geometría del motor rotativo permitió a los diseñadores rebajar la altura de la
sección delantera mucho más de lo habitual. De este modo, y con la ayuda de
unos faros escamoteables, se consiguió la línea característica de este deportivo.
Como el motor condicionaba
tanto el diseño del vehículo, Matasaburo decidió incorporar a los ingenieros y
a los modelistas en arcilla desde las fases más tempranas del proceso de
diseño. Durante sus años al frente del Departamento de Diseño de Mazda, Maeda
puso en práctica un sistema de trabajo colaborativo entre diseñadores,
modelistas e ingenieros, que todavía hoy es la base del enfoque de cocreación
en Mazda.
De tal palo, tal astilla...
aunque no siempre
Ikuo Maeda no estaba en
absoluto predestinado a seguir los pasos de su padre. Pese al entusiasmo con
que Matasaburo se volcaba en su labor en Mazda, su trabajo estaba estrictamente
circunscrito a la oficina. “Aunque la palabra diseñador tiene un halo de
atractivo, el trabajo en sí es árido y nunca me lo llevaba a casa”, recuerda
Maeda sénior. De hecho, en un principio al joven Ikuo Maeda no le atraía en
absoluto hacer carrera en el diseño de automóviles, y eso que desde muy pronto
le atrajeron los coches, en especial los de competición. Según Ikuo, fue la
famosa película de 1971 Le Mans, con Steve McQueen de protagonista —y no su
padre— lo que puso en su radar el sector del automóvil. “Fue en ese momento
cuando decidí que quería trabajar en algo relacionado con los coches”, explica
Maeda.
Así que el joven Ikuo Maeda se
puso a estudiar diseño industrial en el Instituto Tecnológico de Kyoto, por lo
que se sabe sin romper la norma de los Maeda de no hablar de trabajo en casa.
Un día se presentó en casa de sus padres al volante de un RX-7 blanco... y no
tenía ni idea de que era su padre quien lo había diseñado. “Me compré aquel
coche porque era el más rápido que había”, dice Maeda (un hombre a quien le han
retirado dos veces el carnet de conducir por exceso de velocidad, qué
coincidencia). “Y también —admite— me pareció muy buen coche”. Aun así, en 1982
inició su carrera en la misma empresa que había convertido a su padre en una
leyenda viva del diseño. Avanzamos unas pocas décadas y nos encontramos con que
el hijo, ahora convertido en Jefe de diseño de la División de diseño global,
también se ha labrado su propia leyenda.
De la estabilidad a la fluidez
Si le pedimos a Ikuo Maeda que
compare su filosofía de diseño con la de su padre, las diferencias entre ambos
son meridianas. Según explica Maeda hijo, los diseños de su padre son
“tranquilos y elegantes”, en contraste con los suyos, que califica como
“dinámicos y llenos de movimiento”. Matasaburo, en su opinión, “buscaba ante
todo formas estables, mientras que las mías hablan de inestabilidad y fluidez”.
Este interés por el movimiento
y las formas cambiantes ha sido un hilo conductor en la filosofía de diseño de
Ikuo Maeda desde que tomó las riendas del diseño de Mazda en 2009. El lenguaje
de diseño “Kodo – Alma del movimiento” trata de trasladar a los objetos
inanimados la belleza del movimiento. Muchos de los primeros diseños de este
nuevo estilo se inspiraron en un guepardo a punto de saltar sobre su presa. Una
década —y muchos modelos— después, el objetivo sigue siendo encerrar la
potencia y la energía pura del movimiento dentro de una forma elegante y
estética. A eso se refiere Ikuo Maeda cuando comenta que sus diseños son
“emocionales”: cada modelo de Mazda quiere despertar una emoción en el
espectador y hacerle captar la energía concentrada en un objeto estacionario
como es un coche. Y, como admite Matasaburo, es una estrategia que parece
funcionar: “Hay algo en sus diseños que me llega. Lo percibo. Y no es porque
sea mi hijo”.
Pasado, presente y futuro
A medida que el diseño Kodo ha
ido evolucionando, más marcada se ha ido haciendo la influencia del padre en la
visión del diseño del hijo. Al igual que su padre, Ikuo Maeda está convencido
de que menos es más y de que la forma siempre debe estar sometida a la función.
Los dos recuerdan con claridad uno de esos momentos decisivos en la educación
estética del joven Ikuo. Cuando Matasaburo Maeda estaba trabajando en el diseño
del RX-7, un día le regaló a su hijo un abrecartas. Uno muy hermoso pero a la
vez muy sencillo. Aquel pedazo de acero reluciente era obra de Enzo Mari, un
renombrado diseñador y artista italiano.
Lo más sobresaliente del
diseño era una distorsión, como si alguien muy fuerte hubiera tomado el objeto
y lo hubiera retorcido con sus manos. Era un efecto sutil pero muy llamativo. “Yo
quería transmitirle a Ikuo que, con tan solo un giro, se podría conseguir una
expresión totalmente nueva”, explica Matasaburo. Fue una lección que se quedó
grabada en la mente de Ikuo. “El encuentro con aquel objeto representa un
momento muy importante en mi vida. Era una pieza con una forma esencial,
absolutamente hermosa, pero con una carga enorme de estilo. Me hizo pensar:
esto es diseño. Yo era muy joven, por aquel entonces iba al instituto, pero
empecé a pensar que era algo que podía gustarme como trabajo”, recuerda Ikuo
Maeda. Y añade: “Quizás, si nunca hubiera visto ese abrecartas, hoy no estaría
aquí y no habría elegido ser diseñador”.
Es posible que la admiración
por la elegancia del diseño italiano sea una de las pocas cosas en las que el
padre y el hijo coinciden. Algunos legendarios diseñadores como Giorgietto
Giugiaro y Nuccio Bertone han sido invitados en casa de los Maeda. Al igual que
Matasaburo Maeda, trabajaron en los extraordinarios diseños de la serie de
modelos Mazda Luce, en la que destaca por encima de todos el Mazda Luce Rotary
Coupé de 1969. “No entendía de lo que hablaban, pero me impresionó la pasión
que transmitían y cómo se comunicaban con todo el mundo”, dice Maeda-san hijo,
que reconoce que su influencia se extiende incluso a las generaciones más
recientes de vehículos de Mazda.
En opinión de Maeda, lo que
distingue al diseño italiano es la atención que presta a la estructura como
centro en torno al cual se articula el diseño. “Los diseños que prestan
atención a la estructura crean fuerza y belleza”, explica Ikuo. “Esa gente
conoce la esencia de lo que es un coche”. Y, cuando tuvo la oportunidad de
influir en el futuro aspecto de los modelos de Mazda, eso es exactamente lo que
se propuso crear. Belleza dinámica, diseño minimalista, una fuerte presencia
construida en torno a la estructura... todos esos aspectos se fueron haciendo
más marcados en la segunda fase del diseño Kodo, que se inició en 2015 con el
concept car RX Vision. Los diseñadores de Mazda empezaron a eliminar todos los
elementos innecesarios de la carrocería de los vehículos, incluso todas las
líneas de carácter. El resultado: cuando las luces y las sombras bailan sobre
la superficie, aparecen formas y movimiento que dan la sensación de que el
coche es un ser vivo, dotado de un alma; el alma del movimiento, para ser más
exactos.
El legado de los Maeda
No hay duda de que Ikuo Maeda
ha inyectado su propio carácter único al nuevo lenguaje de diseño Kodo: ese
impacto emocional y esa fuerza dinámica que, en ocasiones, echaba de menos en
los diseños más “tranquilos y elegantes” de su padre. Con todo, nunca renegó del legado de su
padre. Para muchos fans de Mazda, el RX Vision es el mejor ejemplo de esta
doble trayectoria estética que Ikuo Maeda se marcó. Con su acento en la
sencillez y en la elegancia, aquel prototipo fue de alguna manera un homenaje a
los cimientos de diseño que Matasaburo Maeda plantó años antes. Por no
mencionar que el RX Vision también monta un motor rotativo. En algunas
ocasiones, el actual Director de Diseño de Mazda incluso ha expresado un deseo
de resucitar un icono como fue el Mazda RX-7. No todo el mundo sabe que el
primer coche en el que trabajó Ikuo Maeda fue su inmediato sucesor, el Mazda
RX-8.
¿Significa eso que, después de
años de magnificar sus diferencias, los dos Maeda han encontrado un terreno
común en lo tocante al diseño? Ni por asomo. El diseño sigue siendo un tema de
conversación prohibido en las reuniones familiares. “Casi no hablamos de diseño
porque nos respetamos profundamente. Sabemos que si empezamos a discutir sobre
diseño, terminamos peleándonos. Así que evitamos el tema”, explica Ikuo Maeda.
Por eso, genio y figura, Matasaburo Maeda no supo de la participación de su
hijo en el diseño del Mazda RX-8 hasta tres meses antes de que el coche saliera
a la venta, allá por 2003. Según consta, lo calificó como “un buen trabajo”.
Respeto mutuo por encima de las diferencias creativas. Eso también es parte de
la dinastía de diseño de los Maeda. Mazda no habría sido lo mismo sin ellos.
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