“A OJO DE BUEN CUBERO”
Se utiliza la expresión «a ojo de buen cubero» cuando medimos algo sin rigurosidad, sin la ayuda de ningún tipo de peso o medida. Al parecer, según diversas fuentes, el origen de la expresión estaría relacionado con el antiguo oficio de cubero, persona que, de forma artesanal, fabricaba las cubas ―una especie de bidones o tinajas― en las que se almacenaba el vino. Como la cuba era, además de un recipiente, una medida de capacidad, y no existía, o no se utilizaba en el oficio del que hablamos, ningún tipo de artilugio para la medición, la exactitud de la capacidad de la cuba dependía de la experiencia y habilidad del cubero.
El SEAT Ritmo de color blanco circula por la carretera de
Cádiz. Tráfico fluido, velocidad adecuada, con un sol que presagia un caluroso
día de mediados de julio de 1982. Cinco días antes, la selección italiana de Paolo
Rossi se proclamó campeona del mundo venciendo 3-1 a la poderosa Alemania en el
Santiago Bernabéu. España, con una mediocre actuación deportiva de nuestra
selección, había sido el escenario de la celebración de la Copa Mundial de la
FIFA, con su mascota Naranjito y la euforia del presidente italiano Sandro
Pertini (86 años), celebrando en la final los goles de la squadra
azzurra (equipo azul).
El conductor tiene algo más de treinta años, su cuerpo es
delgado y de estatura mediana, el cabello castaño le cubre la parte superior de
sus pequeñas orejas y el cuello… Porta gafas de sol. Viste un polo verde con
pantalón vaquero y calza unas deportivas. En el asiento del copiloto, una mujer
de la misma edad, esposa del conductor, muestra una larga melena de similar
tonalidad al cabello del chico, su agraciado y sonriente rostro, protege sus
ojos marrones con cristales de color crema y elegante montura. Su cuerpo
delgado y algo más bajo que el de su compañero luce una camisa rosa, una falda
variopinta y zapatos planos.
El conductor, algo confuso, se para. “¿Qué habrá ocurrido?” “¿Será
una parada rutinaria para pedir la documentación?” Los dos guardias civiles
detienen las motos y las apoyan sobre sus patas metálicas. Esperan que se baje
el chófer y como si fuesen dos gemelos se colocan delante de él con sus
uniformes verdes y sus cascos blancos. Uno de ellos pronuncia unas palabras que
aclaran la embarazosa situación:
―Ha pisado usted la línea continua en
el adelantamiento.
―Pero si me han sobrado algunos
metros. Pienso que ustedes venían demasiado lejos para ver la maniobra con precisión
―dijo el perplejo joven.
―Mire, le voy a decir algo para no
alargar más este diálogo. Al no haber existido peligrosidad para un tercero, le
vamos a poner la sanción mínima que son 2.000 pesetas y, si la abona en el
periodo voluntario, se le aplicará un descuento ―concluyó el agente.
Como el hombre sabe que si lleva la contraria a la Guardia
Civil la multa irá in crescendo, acepta la propuesta, pero sin firmar la
sanción… Faltaría más. De todas formas, con firma o sin firma, el proceso
seguirá su curso.
Entran en la venta, se sumergen en el bullicio, aspiran el
humo del tabaco de los concurrentes que tienen la costumbre de fumar y perciben
el agradable olor a pan tostado ―que sean dos cafés con leche y dos
enteras con aceite y jamón, voceó el camarero―. Degustando el exótico sabor del café, la exquisitez
del aceite de oliva, y la grasa del jamón, el hombre se dirige a su esposa y le
dice con una miscelánea de enojo y sarcasmo, pero sin perder el buen apetito:
―Nos
han puesto una multa “a ojo de buen cubero”.
Con
mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando
Monge
fmongef@gmail.com
6/junio/2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo comentarios relacionados con la información de la página.