FALLOS
Los tres hombres que se sentaron al fondo tenían diferentes
edades y ocupación: Antonio era asesor inmobiliario y gustaba cubrir la redonda
cabeza de su orondo cuerpo con una mascota de color gris. Era dicharachero, observador
y prefería el tinto a la cerveza. Rondaba los sesenta años, casi de la misma
edad que Rafael, el dueño de una papelería del entorno. Rafael era un hombre bajo
y delgado que vestía habitualmente una elegante americana. De carácter serio y
formal, gozaba de una fina ironía. Alfonso, empleado en la tienda de
informática, rondaba los cincuenta años, tenía el cabello corto y su
indumentaria la conformaban un pantalón vaquero y un polo. Era buen conversador
y completaba el trío que mantenía amenas charlas, unas veces desenfadadas y
otras, instructivas.
A los pocos segundos de ocupar la mesa, llegó Juan con una
bandeja en la que portaba dos cervezas, un vaso de vino tinto, un plato de
caracoles y otro de frutos secos. “¿Les traigo una ración de carne en salsa?”,
interrogó a los recién llegados que asintieron casi al unísono. Antonio y
Rafael, aficionados sevillistas, iniciaron la conversación hablando del partido
que el equipo de sus amores jugó el domingo anterior. Fue un buen partido que
terminó con una clara victoria del Sevilla. Alfonso
reconoció los méritos del equipo sevillista, la vistosidad del juego y recordó a
los otros contertulios su condición de bético.
―Vaya. Si yo pensaba que mi condición
de bético era una de mis pocas virtudes ―dijo Alfonso entrando en el juego de
Rafael, y los tres rieron con un halo de complicidad.
―Es que, en esta vida, las personas
poco presuntuosas, que son diligentes y eficaces, despiertan una cierta envidia
en algunos individuos que, en lugar de reconocer sus cualidades o sus logros,
van buscando los fallos que puedan cometer, aunque sean minucias ―dijo Antonio con su natural desparpajo―. La vida es así de ingrata, porque muchas veces los que
buscan esos fallos pueden ser hasta beneficiados de los logros conseguidos por
esa persona diligente y eficaz, que además actúa con sencillez, sin ánimo de
lucro y con la máxima entrega.
¡Pues verán cómo el aguafiestas de turno le pone pegas!: Va
demasiado despacio y lleva el coche dormido; pisa con frecuencia el freno en
lugar de utilizar el embrague; señaliza las maniobras con demasiado tiempo de
antelación, sin necesidad; tiene mucha suerte, pues las multas y los golpes son
inevitables…
Es lo que dice Antonio en su breve reflexión… En esta vida,
los que hacen las cosas bien crean malestar en algunos indeseables.
¡Qué le vamos a hacer! Con mis mejores deseos, saludos
cordiales.
Fernando Monge
fmongef@gmail.com
25/abril/2021
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