El ventilador desconectable automático cumple 60 años. Estamos en 1960 y la electrónica no ha entrado todavía a formar parte de nuestro día a día. Por el contrario, la aplicación de la electromecánica y en particular la combinación de esta con la electromagnética en el sector del automóvil ha contribuido a que la conducción sea más sencilla y, sobre todo, más segura. Uno de los problemas que afectaban exclusivamente a los automovilistas era el sobrecalentamiento del motor, especialmente en verano y en la conducción en carreteras de montaña. Para evitar consecuencias nefastas para el motor, los conductores se veían obligados a parar con asiduidad para dejar enfriar el propulsor y eliminar así el elevado riesgo de dañar la culata del motor o cualquiera de sus partes móviles.
En 1960 PEUGEOT presentó una de sus numerosas innovaciones tecnológicas: el ventilador desconectable. Este invento suscitó de inmediato el interés de los automovilistas hasta el punto de que, en muy poco tiempo, toda la producción de la marca del León, tanto turismos como vehículos comerciales, lo montó de serie.
¿En qué consiste este mecanismo? Hasta entonces, el ventilador de refrigeración, situado junto al radiador, funcionaba de manera continua una correa movida a su vez por el motor y sin posibilidad de desactivación. Funcionaba incluso cuando no había ninguna necesidad de que lo hiciera. Estaba siempre en movimiento, independientemente de que el motor estuviera frío o caliente ya una velocidad que variaba solo en función del giro del propio motor.
Pero ¿cómo funciona? Con el sistema “desconectable”, el ventilador se mantiene parado hasta que es necesario su acción al elevarse en exceso la temperatura del motor. Al no estar ya acoplado al propio motor, no consume energía, pero, sobre todo, no funciona cuando el motor está todavía frío de manera que reduce el tiempo necesario para que el motor alcance su temperatura ideal de funcionamiento. El ventilador desconectable sólo se pone en marcha cuando la temperatura del sistema de refrigeración alcanza los 84 grados centígrados y se desactiva cuando desciende por debajo de los 75 grados, todo ello gracias a un termostato montado en la culata y conectado a un electroimán solidario con la polea de la bomba de agua y con el perno en el que está fijado el propio ventilador de refrigeración.
En el momento en que llega al electroimán situado en contacto con el ventilador el impulso eléctrico del termostato situado en la culata del motor, se magnetiza y se vincula sobre el perno de la bomba de agua al que está fijado el ventilador quedando todo ello unido en un único elemento: gracias a ello, el ventilador gira a la misma velocidad que la bomba de agua. Todo ello se produce de manera automática sin que el conductor se dé cuenta y no precisa de ningún tipo de mantenimiento. Un ventilador montado en posición fija que giraba de manera continuada absorbía del orden de 3 o 4 CV en los coches de la época. El ahorro de esta potencia con el nuevo sistema se tradujo en una mejora de las prestaciones, con un incremento de la velocidad máxima que podría llegar a 5 km / h., Y en una reducción del consumo que PEUGEOT estimaba del orden de entre 0,
Finalmente, el ventilador desconectable tenía otra ventaja nada despreciable como era el mayor silencio del motor que prescindía de las correas y las poleas necesarias para mover el ventilador y que mantenía, durante buena parte de los trayectos al propio ventilador inmóvil. El silencio de marcha era una característica propia de los PEUGEOT dotados de esta innovación incluso en el momento en que el ventilador se ponía en marcha para refrigerar el motor ofreciendo así un mayor confort de conducción.
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