domingo, 6 de septiembre de 2020

LAS PIRULETAS DE AZÚCAR DE SHINRI TEZUKA INSPIRAN DETALLES DEL BUQUE INSIGNIA DE LEXUS, EL LS 500h


La evolución de los vehículos Lexus queda reflejada en la continua incorporación de técnicas y detalles de la artesanía japonesa tradicional

Shinri Tezuka tiene la misma obsesión por el detalle y dedicación en sus piruletas de azúcar que los maestros takumi que fabrican los automóviles Lexus

El vidrio Kiriko empleado en el buque insignia Lexus LS 500h se inspira en la complejidad y belleza del trabajo hecho a mano por Tezuka



Al ver en la cuenta de Instagram de Shinri Tezuka impresionantes esculturas de ranas, pececillos dorados, tortugas y demás, podría pensarse que estas criaturas son obra del talento de un artesano del vidrio. El talento queda fuera de toda duda, pero estas pequeñas delicias no están hechas de cristal, sino de azúcar, siguiendo la tradición japonesa de esculturas de azúcar o amezaiku. Antiguamente un popular entretenimiento callejero durante el periodo Edo (1603–1867), hoy en día se mantiene gracias a un puñado de artesanos repartidos por Japón. Y nadie ha perfeccionado tanto el proceso como Tezuka, cuyas creaciones tienen más de arte que de graciosas piruletas para niños.

Una mirada detenida desvela ciervos volando a media altura, peces dorados aleteando alegremente y renacuajos que cobran vida. Todas esas piruletas se materializan en cuestión de minutos, usando solo sus manos y unas pequeñas tijeras.

Tezuka tiene la misma obsesión por el detalle y dedicación que los maestros takumi que fabrican los automóviles Lexus, repasando concienzudamente hasta el más mínimo detalle. La complejidad de su trabajo recuerda a los acabados hechos a mano con vidrio Kiriko para el Lexus LS 500h, donde solo un experimentado artesano fue capaz de crear un ornamento que proyectara el reflejo deseado.

“El control del tiempo es seguramente la parte más difícil del proceso. El azúcar se solidifica completamente en apenas unos cinco minutos, así que tengo que acabar la forma general con bastante rapidez”, explica Tezuka.

Un detalle que distingue el amezaiku de las esculturas europeas de azúcar es que no se recorta ni se añade nada. Los animales “nacen” de unos pegotes (Tezuka los llama huevos) de azúcar caliente, a 90°C, que saca de un gran recipiente de azúcar fundido. Coloca cada pegote sobre un tubo de cristal e inmediatamente se lanza a dar vida a figuras tales como una carpa koi. Con la precisión de un neurocirujano, practica dos pequeñas incisiones en la masa de azúcar para que broten dos aletas. Con las mismas tijeritas, talla unas suaves líneas en las aletas. En un abrir y cerrar de ojos, se puede apreciar la forma general del pez.


“Los tres primeros minutos son los más fascinantes de ver”, explica. Una vez esculpida la forma general y trazados los contornos de las aletas y las branquias, Tezuka reemplaza las tijeras por un pequeño soplete. Cuidadosamente, funde la superficie del pez, y su aspecto mate y turbio se transforma en un brillo claro que recuerda al cristal. A continuación, añade los ojos y la boca y se sumerge en la laboriosa tarea de tallar las numerosas escalas.

Valiéndose de la afilada parte posterior de sus tijeras, Tezuka afronta el proceso con pausada determinación. Tarda más de media hora en completar cada uno de los lados, ya que se concentra extraordinariamente en conseguir no solo la forma perfecta sino también el distinto tamaño de cada escala.

Antes de embarcarse en este dulce viaje, Tezuka diseñaba fuegos artificiales para los múltiples festivales que se celebran en verano por todo Japón. “Gran parte de los fuegos artificiales utilizados en Japón son importados. Yo quería hacer algo más manual y el amezaiku me pareció una gran idea”, comenta. Ya desde una edad temprana, le había gustado crear cosas, así que la artesanía le resultó natural. No pudo encontrar a nadie que hiciera esculturas transparentes, así que desarrolló el método por su cuenta.

Desde 2010 ha vivido de su arte, y en 2013 abrió su primera tienda y estudio en la zona de Asakusa, en Tokio. Este antiguo espacio del centro le sirve como centro de producción y almacén, ya que luego abrió un nuevo taller próximo y una tienda cerca de la torre Tokyo Skytree.

Una vez que ha acabado de dar forma y esculpir su hermosa carpa koi, Tezuka prepara una pequeña selección de colorantes comestibles y empieza a pintar su creación. Aplicando distintas tonalidades y añadiendo detalles plateados y dorados, transforma la pieza de aspecto de vidrio en algo excepcionalmente parecido a un pez de verdad. El resultado son unas piruletas demasiado bonitas para comérselas, ¿o no?

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