La evolución de
los vehículos Lexus queda reflejada en la continua incorporación de técnicas y
detalles de la artesanía japonesa tradicional
Shinri Tezuka
tiene la misma obsesión por el detalle y dedicación en sus piruletas de azúcar
que los maestros takumi que fabrican los automóviles Lexus
El vidrio Kiriko
empleado en el buque insignia Lexus LS 500h se inspira en la complejidad y
belleza del trabajo hecho a mano por Tezuka
Al ver en la
cuenta de Instagram de Shinri Tezuka impresionantes esculturas de ranas,
pececillos dorados, tortugas y demás, podría pensarse que estas criaturas son
obra del talento de un artesano del vidrio. El talento queda fuera de toda
duda, pero estas pequeñas delicias no están hechas de cristal, sino de azúcar,
siguiendo la tradición japonesa de esculturas de azúcar o amezaiku.
Antiguamente un popular entretenimiento callejero durante el periodo Edo
(1603–1867), hoy en día se mantiene gracias a un puñado de artesanos repartidos
por Japón. Y nadie ha perfeccionado tanto el proceso como Tezuka, cuyas
creaciones tienen más de arte que de graciosas piruletas para niños.
Una mirada
detenida desvela ciervos volando a media altura, peces dorados aleteando alegremente
y renacuajos que cobran vida. Todas esas piruletas se materializan en cuestión
de minutos, usando solo sus manos y unas pequeñas tijeras.
Tezuka tiene la
misma obsesión por el detalle y dedicación que los maestros takumi que fabrican
los automóviles Lexus, repasando concienzudamente hasta el más mínimo detalle.
La complejidad de su trabajo recuerda a los acabados hechos a mano con vidrio
Kiriko para el Lexus LS 500h, donde solo un experimentado artesano fue capaz de
crear un ornamento que proyectara el reflejo deseado.
“El control del
tiempo es seguramente la parte más difícil del proceso. El azúcar se solidifica
completamente en apenas unos cinco minutos, así que tengo que acabar la forma
general con bastante rapidez”, explica Tezuka.
Un detalle que
distingue el amezaiku de las esculturas europeas de azúcar es que no se recorta
ni se añade nada. Los animales “nacen” de unos pegotes (Tezuka los llama
huevos) de azúcar caliente, a 90°C, que saca de un gran recipiente de azúcar
fundido. Coloca cada pegote sobre un tubo de cristal e inmediatamente se lanza
a dar vida a figuras tales como una carpa koi. Con la precisión de un
neurocirujano, practica dos pequeñas incisiones en la masa de azúcar para que
broten dos aletas. Con las mismas tijeritas, talla unas suaves líneas en las
aletas. En un abrir y cerrar de ojos, se puede apreciar la forma general del
pez.
“Los tres primeros
minutos son los más fascinantes de ver”, explica. Una vez esculpida la forma
general y trazados los contornos de las aletas y las branquias, Tezuka
reemplaza las tijeras por un pequeño soplete. Cuidadosamente, funde la
superficie del pez, y su aspecto mate y turbio se transforma en un brillo claro
que recuerda al cristal. A continuación, añade los ojos y la boca y se sumerge
en la laboriosa tarea de tallar las numerosas escalas.
Valiéndose de la
afilada parte posterior de sus tijeras, Tezuka afronta el proceso con pausada
determinación. Tarda más de media hora en completar cada uno de los lados, ya
que se concentra extraordinariamente en conseguir no solo la forma perfecta
sino también el distinto tamaño de cada escala.
Antes de
embarcarse en este dulce viaje, Tezuka diseñaba fuegos artificiales para los
múltiples festivales que se celebran en verano por todo Japón. “Gran parte de
los fuegos artificiales utilizados en Japón son importados. Yo quería hacer
algo más manual y el amezaiku me pareció una gran idea”, comenta. Ya desde una
edad temprana, le había gustado crear cosas, así que la artesanía le resultó
natural. No pudo encontrar a nadie que hiciera esculturas transparentes, así
que desarrolló el método por su cuenta.
Desde 2010 ha
vivido de su arte, y en 2013 abrió su primera tienda y estudio en la zona de
Asakusa, en Tokio. Este antiguo espacio del centro le sirve como centro de
producción y almacén, ya que luego abrió un nuevo taller próximo y una tienda
cerca de la torre Tokyo Skytree.
Una vez que ha
acabado de dar forma y esculpir su hermosa carpa koi, Tezuka prepara una
pequeña selección de colorantes comestibles y empieza a pintar su creación.
Aplicando distintas tonalidades y añadiendo detalles plateados y dorados,
transforma la pieza de aspecto de vidrio en algo excepcionalmente parecido a un
pez de verdad. El resultado son unas piruletas demasiado bonitas para comérselas,
¿o no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo comentarios relacionados con la información de la página.