domingo, 31 de mayo de 2020

CEDA EL PASO


                                  LA PROYECCIÓN PSICOLÓGICA




La proyección psicológica es ver en los demás nuestros propios defectos. Como se supone que, en términos generales, todos tenemos defectos y virtudes, es llamativo que, en este caso, nuestras virtudes no las vemos en los demás, solamente vemos los defectos. Por este motivo podemos considerar la proyección psicológica o simplemente proyección como una patología, un síntoma de baja autoestima. En realidad con esta actitud lo que pretendemos es desplazar nuestro sentimiento de culpa a una causa externa, trasladar a otros la responsabilidad de lo que ha salido mal por un fallo nuestro y proteger nuestro ego… Algunos estudiosos llaman a  esta patología “efecto espejo”.




La proyección, como casi todas las manifestaciones de nuestro carácter, se adquiere en la primera infancia y más concretamente en la familia. En muchos casos se justifican todos los errores y fallos del niño atribuyéndolos a causas ajenas a él. De esta forma el crío, ante la evidencia de que todo lo que hace mal es por circunstancias que no son achacables a su conducta, se acomoda a errar cuando le viene en gana porque la culpa es de los demás… Él no es responsable de nada y, por lo tanto, estamos poniendo los cimientos para convertirlo en un irresponsable. Lo malo es que hay ciertos psicólogos que fomentan esta actitud permisiva por parte de los progenitores pues, según esta corriente psicológica, la corrección puede provocar graves traumas que dejarían a los corregidos marcados de por vida. ¿No puede ocurrir todo lo contrario?

Podríamos seguir hablando de este asunto, porque resulta más común de lo que pudiéramos pensar, pues la proyección provoca  que el único tema de conversación de algunas personas sea hablar mal de los demás… Se convierten en chismosas. Eso sí, comenzarán con la manida frase: “a mí no me gusta hablar mal de nadie”, porque, naturalmente, ellas consideran que no tienen ese defecto… Ya lo decía Jorge Cadaval,  uno de los componentes de Los Morancos: “A mí no me gusta criticar, pero el vecino del 5º es un flojo y su mujer empina el codo más de la cuenta”. Como no estamos en una revista de psicología, sino de motor, vamos a comprobar cómo se manifiesta la proyección en el cumplimiento de las normas de la Dirección General de Tráfico y, sobre todo, en las colisiones entre vehículos, donde siempre pretendemos culpar a la parte contraria.

Una tarde de la recién llegada primavera, la joven pareja circula a bordo de su turismo por una vieja y estrecha carretera en la periferia de la ciudad hispalense. La mujer se acomoda en el asiento del copiloto y el hombre conduce con la tranquilidad que le permite la fluidez del tráfico. El conductor se dispone a girar a la izquierda y pone el intermitente mirando de soslayo hacia el espejo retrovisor. Algo alejado, viene un pequeño camión Avia a una moderada velocidad. De todas formas, el piloto, extremando la precaución, saca su brazo izquierdo por la ventanilla para señalizar la maniobra con más insistencia... De pronto, se produce el choque… El pequeño camión golpea en la parte trasera al coche que se encuentra detenido y lo desplaza algunos metros, aunque el freno está pisado. Los cuerpos del conductor y su acompañante se inclinan con violencia hacia adelante, posteriormente impactan llevados por la inercia en los respaldos de los asientos que se rompen dejando a los afectados tendidos dentro del coche y, aunque parezca una barbaridad, los zapatos del chófer salen como proyectiles por la ventanilla. Afortunadamente, los accidentados se incorporan y bajan del vehículo por sus propios pies, el hombre se calza los zapatos e interpela al que conduce el Avia: “¿Pero no ha visto usted que me disponía a girar a la izquierda?” ¿Creen ustedes que el causante del accidente entona un “mea culpa” y se excusa con la joven pareja? Pues no. Según él, la otra parte es la culpable del siniestro: “¿Y tú que hacías parado ahí interrumpiendo la  circulación?” “Además, los giros hay que señalizarlos”.

En el lugar del percance están ubicados: un taller de chapa y pintura, un restaurante y una tienda de neumáticos. Es una zona concurrida y el hecho lo han presenciado muchas personas que no tienen ninguna duda de cómo se ha producido el golpe. Así que, aunque a regañadientes, el despistado tiene que admitir su distracción y avenirse a cumplimentar el parte amistoso para las compañías aseguradoras…

Para qué vamos a entrar en más detalles…  Pero sí les voy a contar que un día me encontraba con unos familiares en un campo de fútbol presenciando un partido de Segunda Regional y escuché como uno de los espectadores le comentaba a otro:

¡Van como locos! Fíjate que a mi coche, conduciéndolo yo, le han dado ya 9 golpes por detrás en plena circulación.
El contertulio no se pudo reprimir y le dijo con cierta sorna:
Hombre, con tatos golpes en la parte trasera, alguna vez habrás sido tú el que ha cometido el fallo.
¿Yo?, ¡yo soy un perfecto conductor!

Con mis mejores deseos, saludos cordiales

Fernando Monge
fmongef@gmail.com
31/05/2020

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