EL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO
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¡Cómo han cambiado los tiempos!,
y cómo la fábrica de producción de Melchor, Gaspar y Baltasar se ha puesto al
día.
De aquellos coches de latón,
madera y plástico, la ciencia mágica ha puesto a disposición de los más
pequeños, verdaderos vehículos de juguete que son piezas en miniatura tan
reales como los coches
eléctricos, o motos de marca que
vemos circular por las carreteras del mundo.
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No hay nada como el sueño de
un niño, no hay nada como
la imaginación, creo,
incluso, que los niños de aquellos tiempos éramos más imaginativos que los de
ahora. Trazábamos carreteras sobre cualquier sitio: la cama, una mesa o los lugares más
insospechados, como los
charcos que la lluvia de entonces formaba a la puerta de nuestra casa. Con el
juguete más pequeño, nos convertíamos en un John Ford doméstico, y realizábamos
las mayores producciones que nuestra imaginación nos permitía. Le dábamos vida
a dos alfileres de la ropa como si de dos cowboys se tratara. Saltábamos,
corríamos y dibujamos mil y una historias alrededor nuestro. Eran otros tiempos.
Bolas de cristal, patinetes de
madera, pinball con una tabla, gomillas, dos alfileres de la ropa y bolas de
cristal, y de producción casera.
Los juguetes con ruedas me
inspiran momentos deliciosos, los camiones no se transformaban, ni tenían
piernas, ni hablaban como los de hoy, si acaso, encendíamos los faros, tocábamos el claxon y nuestras
manos hacían que se movieran por todos lados, y lo que es mejor, servían para
transportar, aunque la mayoría de las veces la mercancía era algún que otro
indio cowboy, o ese caballo al que le teníamos tanto cariño, seguramente, eran
los heridos de nuestras mil y una batallas que jugábamos a imaginar entre tanta
figura de plástico.
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Juguetes que nos apasionaban,
juguetes que nos hacían sentir niños felices, yo tuve mucha suerte con mis
Reyes Magos, sobre todo eran fieles a lo que les pedía, por eso mi sorpresa era
mayúscula, cuando la mañana del día 6 enero, abría los ojos, sentía el
nerviosismo de un niño que confiaba en aquellos Magos de Oriente, nunca me defraudaron.
Tengo la impresión que mis
carteros reales, eran los promotores de que mi infancia fuera una las mejores
etapas de mi vida, por eso,
hoy, cuando los más pequeños piden móviles, tabletas o robots con inteligencia
artificial, recuerdo ese camino de ilusión de aquellos pajes reales que
hicieron mil malabares, mil maravillas, para que nuestras cartas llegaran a su
destino y mi infancia pudiera recordarla como una de las mejores etapas de mi
vida.
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Hágame caso, nunca pierda la
ilusión, si quiere volver a sentirse como un niño, no deje de creer. Creemos en
tantas cosas superfluas hoy día hoy, que no nos conducen
a nada. Nos sentimos tan defraudados a lo largo de nuestra vida, que no viene mal
reconducirnos hacia el camino de la felicidad, y créanme, recibir es muy
importante, pero dar lo es mucho más. Mírense en el espejo y verán al niño que
llevan dentro.
¡Felices Reyes!
Con afecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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