sábado, 4 de enero de 2020

LA ROTONDA


EL NIÑO QUE LLEVAMOS DENTRO



El primer recuerdo que tengo del primer coche, que me dejaron los Reyes Magos la noche de la ilusión, fue de un descapotable con un cable teledirigido. Lo que no recuerdo era qué año corría, y si fue un regalo que yo encargué a los Magos de Oriente en mi carta de rigor.
¡Cómo han cambiado los tiempos!, y cómo la fábrica de producción de Melchor, Gaspar y Baltasar se ha puesto al día.

De aquellos coches de latón, madera y plástico, la ciencia mágica ha puesto a disposición de los más pequeños, verdaderos vehículos de juguete que son piezas en miniatura tan reales como los coches eléctricos, o motos de marca que vemos circular por las carreteras del mundo.


Antes, esos coches de carreras estaban compuestos de una estructura de metal, con un volante que dirigía las ruedas delanteras, mientras la fuerza motora emanaba de los pedales que llevaba el vehículo que nosotros impulsábamos con los pies. Con qué ilusión inusitada recuerdo mi primer coche de pedales, y con qué ganas cogía las curvas y cuántos golpes me di. Golpes sin airbag, que no dolían, uno tras otro. Era como un volver a empezar.
No hay nada como el sueño de un niño, no hay nada como la imaginación, creo, incluso, que los niños de aquellos tiempos éramos más imaginativos que los de ahora. Trazábamos carreteras sobre cualquier sitio: la cama, una mesa o los lugares más insospechados, como los charcos que la lluvia de entonces formaba a la puerta de nuestra casa. Con el juguete más pequeño, nos convertíamos en un John Ford doméstico, y realizábamos las mayores producciones que nuestra imaginación nos permitía. Le dábamos vida a dos alfileres de la ropa como si de dos cowboys se tratara. Saltábamos, corríamos y dibujamos mil y una historias alrededor nuestro. Eran otros tiempos.

Bolas de cristal, patinetes de madera, pinball con una tabla, gomillas, dos alfileres de la ropa y bolas de cristal, y de producción casera.

Los juguetes con ruedas me inspiran momentos deliciosos, los camiones no se transformaban, ni tenían piernas, ni hablaban como los de hoy, si acaso, encendíamos  los faros, tocábamos el claxon y nuestras manos hacían que se movieran por todos lados, y lo que es mejor, servían para transportar, aunque la mayoría de las veces la mercancía era algún que otro indio cowboy, o ese caballo al que le teníamos tanto cariño, seguramente, eran los heridos de nuestras mil y una batallas que jugábamos a imaginar entre tanta figura de plástico.

Pero si recuerdo un juguete con cariño fue sin duda, el Scalextric modelo Gp 3. ¡Qué pasada!, era un circuito fantástico, corrían dos modelos Ferrari de la época, como apretaras un poco la perilla manual más de la cuenta, los coches se salían de sus carriles correspondientes, ¡cuántas horas me llevaría con mi hermano jugándonos el mundial de mi casa!

Juguetes que nos apasionaban, juguetes que nos hacían sentir niños felices, yo tuve mucha suerte con mis Reyes Magos, sobre todo eran fieles a lo que les pedía, por eso mi sorpresa era mayúscula, cuando la mañana del día 6 enero, abría los ojos, sentía el nerviosismo de un niño que confiaba en aquellos Magos de Oriente, nunca me defraudaron. 

Tengo la impresión que mis carteros reales, eran los promotores de que mi infancia fuera una las mejores etapas de mi vida, por eso, hoy, cuando los más pequeños piden móviles, tabletas o robots con inteligencia artificial, recuerdo ese camino de ilusión de aquellos pajes reales que hicieron mil malabares, mil maravillas, para que nuestras cartas llegaran a su destino y mi infancia pudiera recordarla como una de las mejores etapas de mi vida.

Pero, ¿saben qué era lo mejor de todo? Lo recuerdo como si fuese ayer, “la mirada de mis padres”, es la misma que la de mi hijo con sus hijos, y la nuestra con mi hijo, y con mis nietos. Esa mirada de satisfacción hace que, año tras año, la sonrisa de un niño sea mágica. Benditos padres notarios de la felicidad de sus hijos.

Hágame caso, nunca pierda la ilusión, si quiere volver a sentirse como un niño, no deje de creer. Creemos en tantas cosas superfluas hoy día hoy, que no nos conducen a nada. Nos sentimos tan defraudados a lo largo de nuestra vida, que no viene mal reconducirnos hacia el camino de la felicidad, y créanme, recibir es muy importante, pero dar lo es mucho más. Mírense en el espejo y verán al niño que llevan dentro.

¡Felices Reyes!
Con afecto y respeto,

Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com

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