domingo, 2 de junio de 2019

CEDA EL PASO


                                                       PRODIGIOS





Como en otros artículos, comenzamos consultando el diccionario de la RAE. En él, aparecen 4 entradas de la palabra prodigio. Y aunque, naturalmente, todos los significados guardan relación entre sí, también tienen sus diferencias.  Nosotros nos vamos a quedar con las entradas 2 y 4. En la número 2, se define el término como cosa especial, rara o primorosa en su línea. Por ejemplo, si entramos en una pinacoteca, veremos numerosos cuadros que son obras de arte, pero no todos nos parecen prodigios. Lo mismo ocurre con el cine, solamente algunas películas nos han dejado huella y las consideramos prodigiosas. Así podríamos continuar con otras disciplinas: literatura, escultura, arquitectura, parajes naturales, música… Es evidente que emitiremos los criterios por nuestros conocimientos y por una inevitable dosis de subjetividad.


Si nos trasladamos al universo del automóvil, los coches que no necesitan conductor son un auténtico prodigio de la tecnología… ¿Pero eso será posible algún día? No es que será posible, es que si viajan al estado de Arizona (Estados Unidos), se pueden encontrar con un vehículo de Waymo (Google) que no lleva conductor alguno. En principio, estos “minivan”, llevan un empleado en la parte trasera, con la única misión de observar el comportamiento del coche, y se espera que, en poco tiempo, los vehículos vayan completamente solos. Un poco lejos queda Arizona, dirán algunos lectores. Es verdad, pero es que si van a Madrid y tienen a bien circular por el carril Bus-VAO de la autovía A-6, se pueden cruzar con tres de los primeros coches autónomos que ya circulan en condiciones de tráfico real en España y que cuenta con la colaboración de la DGT. Se trata de un proyecto europeo liderado por el servicio de consultoría Indra Sistemas S.A.

¿Y eso para qué sirve? Se piensa que el coche autónomo nos proporcionará tal autonomía, valga la redundancia, que se convertirá en algo más que un mero medio de transporte. Será una oficina rodante en la que podremos gestionar y administrar nuestras actividades profesionales, y nos permitirá manejar sin peligro nuestros dispositivos electrónicos. En fin, cambiará nuestra vida —cada vez más sometida a los avances tecnológicos— y se transformará en un robótico prodigio.

La entrada 4 del diccionario de la RAE ofrece la siguiente definición de la palabra prodigio: Persona que posee una cualidad en grado extraordinario. Esta acepción me trae a la mente un programa de la 1 de Televisión Española. El programa comenzó el 23 de marzo y finalizó el 27 de abril del presente año 2019. Han sido 5 prodigiosos espectáculos, presentados por un Boris Izaguirre más relajado y más comedido que en anteriores apariciones en la pequeña pantalla, acompañado por la actriz Paula Prendes. Al tratarse de un “talent show” musical, el coreógrafo y bailarín Nacho Duato, la soprano Ainhoa Arteta y el músico y director de orquesta Andrés Salado conformaron el jurado. Si, además, ha tenido como escenario el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid y ha contado con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, considero que fue un acierto la elección del nombre del programa… Prodigios.

Veintisiete niños de entre 7 y 16 años han demostrado su talento en las disciplinas de canto lírico, danza clásica e instrumentos de orquesta. En la gala final, Saïd Ramos, su vida es la danza, se proclamó vencedor, con un premio  de 20.000 euros en metálico y un curso de perfeccionamiento intensivo en el Centro de Alto Rendimiento Musical de la Universidad Alfonso X El Sabio, en la Comunidad de Madrid.

Después de los fríos datos estadísticos, debo confesar que el programa me conmovió y me deleitó. El talento de los participantes y sus horas de conservatorio les confería una preparación, tanto musical como humana, que traspasaba hasta llegar a lo más hondo de cualquier persona sensible y amante de la música. Pude ver a los niños/adolescentes llorar de emoción con las actuaciones de sus compañeros… Estaban compitiendo, pero la ductilidad de sus comportamientos era una lección de humildad, muy necesaria en estos tiempos de actitudes viscerales nada edificantes. Todo ello con una seguridad en el escenario que parecía increíble para su corta edad, y aceptando, con una amplia sonrisa, las correcciones de los jueces, pues eran apreciaciones constructivas de virtuosos profesionales.

Efectivamente, la calidad profesional del jurado le permitió aportar valoraciones cargadas de argumentos didácticos y, al mismo tiempo, emocionarse, divertirse y conmoverse durante las actuaciones de los concursantes. Ojos húmedos, caras de admiración, expresiones de placentera sorpresa… En el escenario, la dulzura de la voz —“Lascia Ch’io Pianga” de Händel—, el sonido virtuoso del violín —“Las cuatro estaciones” de Vivaldi—, el levitar de la danza —“Andantino” de Tchaikovsky—… Prodigios… un soplo de aire fresco… una invitación a la serenidad… una lección de perseverancia.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge
2/junio/2019
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