PRODIGIOS
Como en otros artículos,
comenzamos consultando el diccionario de la RAE. En él, aparecen 4 entradas de
la palabra prodigio. Y aunque, naturalmente, todos los significados guardan
relación entre sí, también tienen sus diferencias. Nosotros nos vamos a quedar con las entradas
2 y 4. En la número 2, se define el término como cosa especial, rara o
primorosa en su línea. Por ejemplo, si entramos en una pinacoteca, veremos
numerosos cuadros que son obras de arte, pero no todos nos parecen prodigios.
Lo mismo ocurre con el cine, solamente algunas películas nos han dejado huella
y las consideramos prodigiosas. Así podríamos continuar con otras disciplinas:
literatura, escultura, arquitectura, parajes naturales, música… Es evidente que
emitiremos los criterios por nuestros conocimientos y por una inevitable dosis
de subjetividad.
Si nos trasladamos al universo
del automóvil, los coches que no necesitan conductor son un auténtico prodigio
de la tecnología… ¿Pero eso será posible algún día? No es que será posible, es
que si viajan al estado de Arizona (Estados Unidos), se pueden encontrar con un
vehículo de Waymo (Google) que no lleva conductor alguno. En principio, estos
“minivan”, llevan un empleado en la parte trasera, con la única misión de
observar el comportamiento del coche, y se espera que, en poco tiempo, los
vehículos vayan completamente solos. Un poco lejos queda Arizona, dirán algunos
lectores. Es verdad, pero es que si van a Madrid y tienen a bien circular por
el carril Bus-VAO de la autovía A-6, se pueden cruzar con tres de los primeros
coches autónomos que ya circulan en condiciones de tráfico real en España y que
cuenta con la colaboración de la DGT. Se trata de un proyecto europeo liderado
por el servicio de consultoría Indra Sistemas S.A.
¿Y eso para qué sirve? Se
piensa que el coche autónomo nos proporcionará tal autonomía, valga la
redundancia, que se convertirá en algo más que un mero medio de transporte.
Será una oficina rodante en la que podremos gestionar y administrar nuestras
actividades profesionales, y nos permitirá manejar sin peligro nuestros
dispositivos electrónicos. En fin, cambiará nuestra vida —cada vez más sometida
a los avances tecnológicos— y se transformará en un robótico prodigio.
La entrada 4 del diccionario
de la RAE ofrece la siguiente definición de la palabra prodigio: Persona que
posee una cualidad en grado extraordinario. Esta acepción me trae a la mente un
programa de la 1 de Televisión Española. El programa comenzó el 23 de marzo y
finalizó el 27 de abril del presente año 2019. Han sido 5 prodigiosos
espectáculos, presentados por un Boris Izaguirre más relajado y más comedido
que en anteriores apariciones en la pequeña pantalla, acompañado por la actriz
Paula Prendes. Al tratarse de un “talent show” musical, el coreógrafo y
bailarín Nacho Duato, la soprano Ainhoa Arteta y el músico y director de
orquesta Andrés Salado conformaron el jurado. Si, además, ha tenido como
escenario el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid y ha contado con la
Orquesta Sinfónica de Castilla y León, considero que fue un acierto la elección
del nombre del programa… Prodigios.
Veintisiete niños de entre 7 y
16 años han demostrado su talento en las disciplinas de canto lírico, danza clásica
e instrumentos de orquesta. En la gala final, Saïd Ramos, su vida es la danza,
se proclamó vencedor, con un premio de
20.000 euros en metálico y un curso de perfeccionamiento intensivo en el Centro
de Alto Rendimiento Musical de la Universidad Alfonso X El Sabio, en la
Comunidad de Madrid.
Después de los fríos datos
estadísticos, debo confesar que el programa me conmovió y me deleitó. El
talento de los participantes y sus horas de conservatorio les confería una
preparación, tanto musical como humana, que traspasaba hasta llegar a lo más
hondo de cualquier persona sensible y amante de la música. Pude ver a los
niños/adolescentes llorar de emoción con las actuaciones de sus compañeros…
Estaban compitiendo, pero la ductilidad de sus comportamientos era una lección
de humildad, muy necesaria en estos tiempos de actitudes viscerales nada
edificantes. Todo ello con una seguridad en el escenario que parecía increíble
para su corta edad, y aceptando, con una amplia sonrisa, las correcciones de
los jueces, pues eran apreciaciones constructivas de virtuosos profesionales.
Efectivamente, la calidad
profesional del jurado le permitió aportar valoraciones cargadas de argumentos
didácticos y, al mismo tiempo, emocionarse, divertirse y conmoverse durante las
actuaciones de los concursantes. Ojos húmedos, caras de admiración, expresiones
de placentera sorpresa… En el escenario, la dulzura de la voz —“Lascia Ch’io
Pianga” de Händel—, el sonido virtuoso del violín —“Las cuatro estaciones” de
Vivaldi—, el levitar de la danza —“Andantino” de Tchaikovsky—… Prodigios… un
soplo de aire fresco… una invitación a la serenidad… una lección de
perseverancia.
Con mis mejores deseos,
saludos cordiales.
Fernando Monge
2/junio/2019
Sus comentarios, opiniones o
vídeos serán muy bien acogidos en mi dirección de correo:
fmongef@gmail.com
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