DR.
JEKYLL Y MR. HYDE
A esa hora de la mañana, se cruzó con su vecina en el rellano de la segunda
planta.
̶ Buenos días, doña Carmen
̶ ¿Cómo
está usted?
̶ Me alegro mucho de verla tan
bien.
̶ Adiós, que tenga usted un
buen día.
Educado, amable de buen porte.
Recién afeitado y dejando tras él el aroma de su aftershave.
De pronto, el tono de su móvil, con compases del "Danubio azul", alertó al trajeado don Carlos,
llamando su atención, mientras el móvil vibraba en el fondo del bolsillo
derecho de su chaqueta.
̶ Buenos días, dígame.
̶ Me va a usted a perdonar,
pero me ha cogido usted saliendo de casa en este momento, y me va a ser imposible
atenderle, por lo que le ruego me disculpe,
señora.
Apagó el móvil y volvió a
guardarlo en el bolsillo. Mientras se dirigía a la cafetería,
donde desayunaba habitualmente. Al volver la esquina, don Carlos, se topó de
frente con su vecino Rodrigo que había sacado al perro para que estirara
las patas.
̶ Da gusto ver la vitalidad
que tiene, "Tarzán, hace honor a su nombre"
̶ Que tenga usted un buen día.
Cruzó la acera que le separaba
del local donde se dirigía, de pronto,
se percató que su amiga, Lola, iba a cruzar la carretera con unas pesadas
bolsas, y no dudó un segundo en dirigirse hacia
ella:
̶ No se preocupe, Carlos, tengo que hacer todavía algunas compras.
̶ Nada, nada, aquí estoy para
ayudarle cuando me necesite.
̶ Adiós, Lola.
Sonaba la voz del locutor del
aparato de televisión que presidía desde lo alto la cafetería. Los habituales,
unos con un agradable "Buenos días" y otros con un toquecito en el
hombro, daban la bienvenida a don Carlos, un hombre de altiva presencia,
elegante y de educado comportamiento.
̶ ¿Don Carlos, le pongo lo
mismo de siempre?
Mientras le servían el café y
la media tostada, el buen hombre puso mentalmente su agenda al día y recordaba, con una media sonrisa, el beso de despedida de su
hija, y el cariñoso, "ten cuidado", de su señora, antes de salir de
casa.
El
camión de la basura parecía un "transformer" , levantando
el contenedor sin dificultad, el jardinero sacaba los aperos para realizar sus
tareas, y la ciudad se iba despertando con la luz del día.
Don Carlos se dispuso a salir
del Parking; tuvo que esperar que unos peatones cruzaran
por delante de su vehículo.
̶ Desde luego, no hay un día
que no cruce alguien por delante haciéndome perder unos minutos preciosos.
Don Carlos volvió a detenerse
en el primer paso de peatones que se encontró a su paso.
̶ ¡Señora!, cruce usted por el
paso de peatones, que para eso está.
Así se dirigió a una señora
que cruzaba la carretera en diagonal fuera del paso de peatones.
Los primeros compases de la
conducción empezaban a irritar al buen hombre.
De pronto, don Carlos tuvo que
frenar de golpe, un vehículo que se encontraba aparcado en doble fila se puso
en marcha sin avisar con el intermitente.
Don Carlos comenzó a
irritarse:
̶ Se puede ser más burro. Se
creen los dueños de la calle.
̶ ¡Payaso! Hijo de p...
̶ ¿Qué miras? Encima se pone
chulito.
La temperatura interior de don
Carlos iba subiendo poco a poco, calle a calle.
Llegó al semáforo que siempre
le cogía en rojo.
Momento que aprovechó para encender la radio y ponerse al día con
las noticias.
No había terminado de
sintonizar la emisora, cuando el disco se puso en verde, y el vehículo que
tenía detrás le llamó la atención con una sonora pitada para que reanudara la
marcha.
̶ Bueno, bueno... don Carlos
no se pudo reprimir y le respondió con una vistosa peineta y un acalorado, ¡que te den...!
Se fue con un perdido pitido
que se iba perdiendo en la distancia.
A punto de llegar a su lugar
de trabajo, don Carlos vio un hueco para poder estacionar su vehículo. Cuando
iba a proceder a realizar la maniobra, que previamente había señalizado con el
intermitente, un vehículo que venía de frente tuvo la misma ocurrencia que
nuestro protagonista, y sin avisar, hizo un giro
rápido y le arrebató la plaza al bueno de don Carlos.
Este se
quedó atónito, no podía creerlo. Solo pudo bajar la ventanilla contraria a él y
comenzó a lanzarle al conductor caradura toda clase de improperios, a los que este último respondió con un corte de mangas y se
marchó.
Era el pan nuestro de cada día
para don Carlos, llegar malhumorado al trabajo gracias al coche que lo
convertía cada mañana en un agresivo Doctor Jekyll.
En estas fechas, hay que armarse de paciencia ya que es en estas
situaciones de mucho tráfico cuando se produce un incremento de conductas
agresivas al volante: adelantamientos bruscos, acoso al conductor de delante,
ráfagas con las luces, toques de claxon, insultos, gestos con las manos o
incitación a la pelea al grito de “sal del coche si te atreves”. Un escenario
de agresividad muy común en las carreteras españolas, en las que, a día de hoy,
cerca de 3 millones de conductores circulan con un alto nivel de agresividad y
más de 100.000 son auténticos “violentos viales” que además de conducir
sumamente alterados, reconocen haber causado directamente un accidente por sus
conductas irresponsables. Estas cifras de agresividad al volante en España son
sorprendentes, ya que hay 2,6 millones de automovilistas que admiten que se han
peleado con otro conductor o que podrían llegar a hacerlo por una disputa de
tráfico, y alrededor de 3,2 millones, 544.000 en Andalucía, reconocen haber
retado a otro conductor a salir del coche para solventar sus diferencias.
Estas son
algunas de las principales conclusiones del estudio ‘Influencia de la
agresividad en los accidentes de tráfico’, presentado hoy por la Fundación
Línea Directa y realizado en colaboración con el Instituto Universitario de
Investigación de Tránsito y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia
(INTRAS).
Así que, si no ha disfrutado
de sus vacaciones todavía, hágalo con tranquilidad y relájese.
Dijo el poeta italiano ArturoGraf:
“El saber y la razón hablan; la
ignorancia y el error gritan.”
Intenten ser felices,
con afecto,
Pepe Bejarano
28 de julio 2018
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