UN VIAJE A PORTUGAL
Circulamos por el Puente
Vasco de Gama. Los 12,3 Km de este puente atirantado, magnífica obra de
ingeniería construida sobre el estuario del río Tajo, lo convierten en el más
largo de Europa. Nos dirigimos a Sevilla ─nuestro lugar de residencia─, después
de unos placenteros días de estancia en la seductora Lisboa, capital y mayor
ciudad de Portugal. Es el momento de volver la
vista atrás…
Empezaba a clarear el
horizonte ─sábado, 21 de octubre─, cuando iniciamos el periplo. Algo más de 200
Km hasta los aledaños de Badajoz ─cielo plomizo y ligeros chubascos─; otros
tantos kilómetros por autopista de peaje en tierras portuguesas; un majestuoso Puente
25 de Abril sobre el río Tajo y un navegador GPS permitieron que, antes
de la hora prevista, el recepcionista nos proporcionara la información
necesaria para alojarnos en un cómodo hotel de la capital lusa.
Foto: Fernando Monge |
Una tarde de suave temperatura
─con una hora menos en los relojes portugueses─, nos invitó a disfrutar de un
largo paseo. Bajamos por la Avenida Almirante Reis, atravesamos la Plaza
Figueira, caminamos por la comercial Vía Augusta y, pasando bajo el imponente Arco
Triunfal, accedimos hasta la Plaza del Comercio. En el corazón de este
emblemático lugar, nos encontramos con la estatua ecuestre de José I ─rey de
Portugal cuando sucedió el trágico terremoto de 1755─. Y en el lado sur, pudimos
contemplar el Muelle de las Columnas: una escalera de mármol, enmarcada por dos
columnas bruñidas por la marea, se
adentra sublime en el omnipresente río Tajo.
A media mañana del domingo,
nos encaminamos a la villa y municipio de Sintra ─Patrimonio de la Humanidad─.
Aparcamos en zona azul ─no había otra opción─, y callejeamos por el centro,
contemplando en la lejanía el Palacio Nacional con sus inconfundibles chimeneas
blancas de forma cónica.
Foto: Fernando Monge |
Caminando entre arboretos y
jardines exuberantes, nos encontramos con la colorida silueta de uno de los
símbolos de esta villa: El Palacio da Pena que fue una de las
principales residencias de la familia real portuguesa del siglo XIX.
Cocido y bacalao a la portuguesa,
vista exterior del Casino, paseo por la playa atlántica de Tamariz a los pies
del Chalet Barros y una hermosa puesta de sol
deleitaron nuestros sentidos en la visita vespertina a Estoril.
En la mañana del lunes, con una
autopista bien trazada, un ineludible peaje y saliendo del distrito de Lisboa,
nos acercamos a la Reserva Natural del Estuario del Sado ─patrimonio natural de
interés botánico y faunístico─, al sur de la península de Setúbal. Los chocos
fritos y el arroz con mariscos quedarán grabados en nuestros paladares como
muestras de la exquisita gastronomía portuguesa.
Foto: Fernando Monge |
El martes, último día del
viaje, un tranvía amarillo, con el número 15, nos trasladó desde la Plaza Figueira
hasta el distrito de Belém. El antiguo Monasterio de los Jerónimos y la primorosa
Torre de Belém ─dos joyas de estilo manuelino─, el Monumento a los
Descubrimientos a orillas del Tajo y la degustación de sus pasteles convierten a este barrio en uno de
los más atractivos de Europa.
En un acogedor restaurante,
regentado por una amable familia lisboeta, ingerimos un suculento menú que tuvo
como broche final un delicioso flan acaramelado. Con el regusto de esa obra de
arte de la repostería, iniciamos regreso…
Muito obrigado, Portugal.
Muchas gracias, familia lectora de TODOMOTOR.
Fernando Monge
18/noviembre/2017
fmongef@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo comentarios relacionados con la información de la página.