viernes, 30 de junio de 2017

APRENDER A MIRAR EVITA ACCIDENTES: 10 CONSEJOS DE SEGURIDAD Y VISIBILIDAD DE CARGLASS

Arranca una nueva ‘Operación salida’ de vacaciones

 Como todos los años por estas fechas, comienza una nueva ‘Operación Salida’ de verano, en la que habrá un notable aumento de desplazamientos por carretera (la DGT prevé cerca de 90 millones entre julio y agosto). En este periodo estival hay que extremar la precaución al volante y desde Carglass queremos poner nuestro granito de arena, centrando nuestra atención en lo que de verdad sabemos y somos especialistas: los cristales y la visibilidad.


El 90% de la información que recibimos al conducir nos llega al cerebro a través de la vista. Los continuos cambios de condiciones del tráfico (entorno, posición relativa, orientación, velocidad, dirección…) exigen al conductor constantes ajustes de su foco de visión para poder comprender lo que le rodea, y tomar las mejores decisiones para mantener el coche dentro de la vía y sin colisionar con otro objeto. Muchos accidentes podrían evitarse con una correcta visibilidad y estrategia de exploración visual, que nos permita anticiparnos a posibles riesgos. Y todo esto sucede a través del parabrisas y del resto de los cristales de nuestro vehículo. Por este motivo, desde Carglass queremos darte unos consejos que mejorarán tu seguridad al volante.

1. Levantar la barbilla y mirar a lo lejos

Era uno de los consejos que te daban de niño aprender a montar en bici y el mejor que se le puede dar a un conductor novel. Como sucedía con la bicicleta, mirar al frente y a lo lejos –no a lo que sucede justo por delante del capó- ayuda a mantener la trayectoria sin caerte, en el caso de las dos ruedas; y sin necesidad de hacer constantes correcciones en el volante para mantenernos en el carril, en el caso del coche.

Más importante aún, es que mirar a lo lejos nos permite anticiparnos a todo lo que pueda suceder por delante de nosotros y tener un valioso tiempo de reacción extra para evitar un accidente. Si vamos mirando lo que sucede a pocos metros delante de nuestro coche, no nos daremos cuenta a tiempo del típico frenazo en autopista que provoca una retención: cuando lo veamos ya lo tendremos encima y no habrá tiempo material para frenar y evitar la colisión por alcance.

Paradójicamente, los conductores noveles e inexpertos hacen justo lo contrario. Ellos invierten la mayoría de sus esfuerzos en mantener el coche dentro de la carretera, pero lo hacen con una estrategia visual errónea: mirando constantemente a la derecha y hacia las zonas más próximas a la parte frontal de su vehículo. Y al hacerlo, solo ven lo que tienen unos pocos metros por delante y no son capaces de detectar eventos relevantes que ocurren fuera de ese campo de visión.

La habilidad de mirar bien al frente hay que entrenarla, y requiere de otras estrategias de exploración visual complementarias, como los barridos.

2. Realizar constantes barridos visuales

Si sólo mirásemos a lo lejos, apenas obtendríamos información de lo que pasa a izquierda y derecha del vehículo, y entre el capó de nuestro coche y el punto hacia donde apuntamos la mirada. Por este motivo es necesario realizar barridos de mirada transversales (de lado a lado) y longitudinales (desde cerca hacia más lejos).

Dependiendo de la vía en que nos encontremos, nuestro barrido se realizará de una u otra forma. En ciudad rodamos a menos velocidad, por lo que no es necesario mirar tan lejos y los barridos longitudinales se reducen y acortan.

Además, circulamos dentro de un entorno en el que tendremos muchas entradas a la vía desde los lados, principalmente de peatones y vehículos. Por este motivo, hay que hacer más barridos transversales a ambos lados; y de mayor anchura, para detectar personas u objetos que se puedan cruzar en nuestra trayectoria.

En autopistas y autovías sucede casi lo opuesto: debemos llegar lejos con la mirada y realizar frecuentes barridos longitudinales hacia el capó de nuestro coche. Al hacer pocas entradas y salidas, los barridos transversales serán poco frecuentes. En carreteras convencionales, con más entradas y salidas, así será más necesario mirar a izquierda y derecha con relativa frecuencia.

3. Visión periférica

La visión periférica es la habilidad de captar y reconocer la información o movimiento que se desarrolla alrededor del objeto o punto concreto sobre el que hemos fijado la visión. En otras palabras, es lo que somos capaces de ver “por el rabillo del ojo”  mientras vamos conduciendo.

Nuestro campo de visión normal es de unos 120º y la visión periférica nos permite tener un campo de hasta 180º. Es una habilidad que también puede entrenarse y que suele estas más desarrollada en personas que practican deportes de equipo.

Con la visión periférica, aunque no vemos los objetos que aparecen en los extremos de nuestro campo de visión enfocados y definidos; sí podemos percibir que ahí sucede algo que llama nuestra atención. A partir de ese momento se suele tardar 0,5 segundos en girar la cabeza y enfocar esa situación, para poder evaluarla y tomar una decisión.

Hay que tener en cuenta que, dentro de un coche, hay elementos que pueden entorpecer nuestra visión periférica, como los montantes A, B y C. Y también que este campo de visión se reduce a medida que aumenta la velocidad a la que circulamos.

4. El “efecto túnel”

¿Por qué se reduce nuestro campo de visión normal con la velocidad? A mayor velocidad, llega al cerebro más cantidad de información por segundo. Para poder procesarla, nuestra menta limita esa información, descartando la que entiende que es menor importante por estar más lejos del foco de atención y más a los extremos de nuestro campo visual.

Si en parado nuestro campo de visión es de 120º, en movimiento el denominado campo de visión cinético va reduciéndose con la velocidad. Por ejemplo, a 65 km/h se reduce hasta los 70 grados, mientras que a 100 km/h el campo de visión baja hasta solo 42°. A partir de 130 km/h, comienza a parecer el efecto túnel, pues con solo 30º de visión, es como si a nuestros lados solo hubiera paredes negras.

5. Vas hacia donde miras

Una de las primeras cosas que enseñan los monitores de cursos de conducción es el fenómeno de la “fijación del objetivo”. Y es que en momentos de tensión tendemos instintivamente a dirigir nuestro vehículo justo hacia el lugar al que apuntamos la vista. Y en una situación de riesgo, ese lugar suele ser el más peligroso: por ejemplo, el coche que se ha cruzado en nuestro camino y contra el que vamos a chocarnos.

Al volante hay que ser conscientes de este fenómeno, y tener la mente fría para dirigir la vista, y nuestro vehículo, hacia los puntos de escape de una situación de peligro.

6.  Evaluar todo lo que nos rodea

Si fueras el único ser vivo del planeta, conducir un vehículo sería mucho más sencillo: solo tendrías que preocuparte de tus actos y no chocar contra elementos fijos. Pero circulamos rodeados de vehículos, personas, animales… todos ellos con sus trayectorias, preocupaciones y movimientos.

Conducir de forma segura implica ir con mil ojos, mirando y evaluando constantemente todo lo que nos rodea para detectar posibles amenazas y estar prevenido frente a ellas. También analizar el entorno: el asfalto (sucio, baches…), si hay cruces, salidas de caminos o de casas, zonas con mucha afluencia de personas… Y todo ello, sin despistarnos en cosas que desvíen nuestra atención de lo importante, como  las vallas publicitarias, un coche parado en el sentido contrario…

Muchos lo llaman “conducción defensiva”, y se trata de actuar previendo los posibles errores o despistes de los demás. Por ejemplo, pensar que ese coche que marcha con una trayectoria dubitativa por delante de nosotros, efectivamente va a realizar un giro brusco y nos la va a liar unos metros más adelante.

7. Ver los ojos de los demás

En muchas ocasiones no sabemos si otro conductor nos ha visto y va a tener en cuenta nuestra presencia antes de ejecutar una maniobra que podría acabar en una colisión. A veces, podemos asegurarnos de que nos han visto mirando a sus espejos retrovisores y buscando el contacto visual. A nosotros, ese rápido cruce de miradas nos confirmará que nos ha visto; y él también será consciente de que nosotros sabemos que nos ha visto.

8. Ver a través de otros coches

No se trata de súperpoderes, sino de saber mirar a través de los cristales de los vehículos que nos preceden. Muchas veces lo hacemos instintivamente y solo nos damos cuenta de ello cuando nos sentimos molestos circulamos detrás de un furgón opaco. En estas circunstancias lo mejor es aumentar la distancia de seguridad, para tener la máxima información máxima de lo que ocurre por delante de dicho vehículo.

Mirar a través de los otros vehículos nos permite anticipar acontecimientos, por ejemplo, ver las luces de frenado del coche que va dos coches por delante de nosotros, y así poder frenar antes; o ver un obstáculo en la vía y no “comérnoslo” cuando el coche que nos precede lo esquiva en el último momento.

9. Los malditos ángulos muertos y “zonas oscuras”

Hay objetos y situaciones que, por mucho que queramos verlas, se escapan a nuestro ángulo de visión por diferentes motivos. El más común es el denominado “ángulo muerto” de los retrovisores, que es la zona que no alcanzan a recoger por el propio diseño del coche. Especialmente sensibles a introducirse en estos ángulos muertos son las motocicletas, cuando circulan entre hileras de vehículos.

La mayoría de los automóviles modernos ofrece –de serie o como opción con sobrecoste- un sistema que nos alerta de la presencia de objetos en ese ángulo muerto, mediante alertas visuales o sonoras. En Carglass opinamos que esos sistemas deberían ser de montaje obligatorio en todos los coches, pues evitan numerosos accidentes.

Por otro lado, existen situaciones comunes en las que otros vehículos no nos permiten ver situaciones de riesgo. Por ejemplo, cuando circulamos por una vía de dos carriles y el coche de la derecha comienza a frenar de un modo incomprensible para nosotros. Ese frenazo puede ser causado porque un peatón está empezando a cruzar la calle, peatón al que nosotros no vemos porque el coche nos lo tapa. Con las bajadas de viajeros de los autobuses pueden suceder situaciones similares.

10. Los molestos y peligrosos deslumbramientos

Los que viven al oeste de su lugar de trabajo saben bien que por las mañanas se encuentran el amanecer de frente; y que por las tardes también regresan a casa con el sol de cara. Para tener la mejor visibilidad posible en esas complicadas situaciones es clave, en primer lugar, llevar gafas de sol y el parabrisas en perfecto. Por un lado, el cristal debe estar limpio; y por otro, no tener rayazos ni impactos, pues tanto la suciedad como los desperfectos en el parabrisas provocan peligrosos reflejos que dificultan la visión.

Ya sea a causa Sol, o por las luces largas, o mal orientadas, de otro vehículo por la noche; un deslumbramiento puede cegarnos momentáneamente y ser muy peligroso. En esas situaciones, lo primero es no mirar directamente a la fuente de luz, y dirigir la vista hacia una referencia que nos permita seguir circulando sin salirnos del carril. Lo mejor suele ser bajar la vista hacia la derecha, y buscar la línea de la carretera o el borde del arcén; usando la visión periférica para controlar el resto de la vía.

Cuando el que nos deslumbra viene por detrás, la solución es muy sencilla: voltear el retrovisor central a su posición nocturna, que atenúa las luces.

Un último consejo: presta atención a los cristales de tu coche

Todos hemos experimentado alguna vez lo que supone ver a través de unas gafas ralladas, sucias o con impactos. Cuando te las pones te das cuenta al instante de lo mal que se ve, pero si te las dejas puestas, con el tiempo el cerebro se va a acostumbrando y dejamos de ser conscientes de la pérdida de visión que hemos sufrido.

Con el parabrisas sucede lo mismo, nos acostumbramos a esa pérdida en nuestro vehículo habitual y solo cuando nos subimos a otro, nos damos cuenta de lo bien que se ve con unas lunas en perfecto estado.


Uno de los mejores consejos que podemos darte es que revises periódicamente las lunas de tu coche. Y no solo por la visibilidad, sino porque el parabrisas aporta resistencia estructural al automóvil y es el apoyo sobre el que se despliega el airbag del acompañante en caso de impacto. Un parabrisas que ha sufrido un impacto pierde muchas de sus cualidades y podría ceder y no soportar el techo del vehículo en caso de vuelco; o romperse al recibir la fuerza del airbag del acompañante, que se despliega apoyándose contra él.

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