Con 17 títulos
mundiales a sus espaldas, la mujer más rápida del Dakar revela que su sueño
sería competir en esta carrera en coche
Martorell,
29/12/2015. - Manejar una moto de 170 kilos por las dunas del desierto durante
más de 10 horas diarias. Ese es el reto para el que trabaja a fondo la piloto Laia
Sanz. Nos colamos en el entrenamiento de esta campeona para ver cómo se prepara
para una de las carreras más duras del mundo: el Dakar.
Son las nueve de la
mañana y nos recibe en su casa de Seva, en mitad de la naturaleza, el lugar
donde entrenar y poder descansar: “este es mi entorno, no me podría nunca
acostumbrar a trabajar entre las cuatro paredes de una oficina”, dice con una
sonrisa.
Mientras desayuna nos
habla de su iniciación en el mundo del motor casi desde la cuna: “Empecé a los
4 años porque mi padre es un gran aficionado y mi hermano tenía una moto. La
suerte es que en mi casa siempre me apoyaron y no hicieron distinciones entre
mi hermano y yo”. Laia comenta que de
pequeña era una niña muy inquieta y que, precisamente, fue eso lo que le hizo
sentirse cómoda sobre la moto y dedicarse al mundo de la competición, donde ha
conseguido una novena plaza en la general y primera en la categoría femenina en
el Dakar del pasado año.
Cada mañana, Laia
sigue la misma rutina: carga la moto en el remolque de su SEAT León X-PERIENCE
y conduce hasta el circuito. De camino, la piloto nos confiesa que su sueño
sería algún día poder competir en el Dakar en coche: “Creo que todos los
aficionados a la moto también somos unos grandes aficionados a los coches. Soy
una auténtica enferma de todo lo que lleva gasolina”.
Esta deportista
entrena un total de 6 horas diarias entre el tiempo que invierte en el circuito
y el que pasa en el gimnasio. En estos entrenamientos lo que se pretende “es
ganar agresividad y tener un control total de la moto”. Nada puede quedar al
azar: fuerza, inteligencia y pericia para ser una de las mejores pilotos del
mundo.
Para estar en la
élite, el trabajo constante es primordial. Después de correr durante horas por
el circuito y de saltar con la moto a más dos metros de altura, Laia intenta
llevar una vida lo más normal posible. Cuando se desenfunda el mono, su
principal objetivo es intentar pasar el mayor tiempo posible con su gente: “No
es fácil combinarlo todo. Me gusta mucho llevar una vida sana: hacer deporte,
estar con mis amigos, mi familia y disfrutar” comenta mientras pasea por Vic.
A finales de este mes
Laia y su equipo viajan a Sudamérica. Un nuevo reto se abre ante ella. Después
del buen resultado del año pasado, la presión es alta, pero la piloto mantiene
la sangre fría. Le esperan por delante más de 10 horas diarias en moto con
temperaturas que oscilan entre los menos 15 y los 40 grados. Otra carrera
extrema para la reina del desierto.
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