Me encanta
sentir la sensación de libertad que me aporta”, nos confiesa la atleta Emelie
Forsberg al poco de recibirnos en su pequeña casa de madera en los Alpes
franceses, a las afueras de Chamonix. Es muy pronto por la mañana y Emelie, con
su habitual sonrisa, deportivas puestas y mochila en mano, ya está lista. Hoy
vamos a conocer cómo es un día de entrenamiento de esta corredora de élite.
En los alrededores de su casa impera el silencio.
Mirando hacia un lado u otro, sólo puedes ver paisajes de montañas. “Necesito
vivir en un lugar como éste. Me gusta sentir que formo parte de la naturaleza”,
nos relata antes de subir a su coche, un SEAT León X-PERIENCE. Emelie creció en
Härnösand, en el norte de Suecia, y hace un tiempo se mudó a este lugar para
estar cerca de prácticamente todas las competiciones y poder entrenar en las
montañas de los Alpes franceses. “Con este coche puedo ir a cualquier lado,
cualquier tipo de carretera y explorar montañas que no están muy cerca de mi
casa”, explica al volante.
Cuando sale a entrenar, ya en plenas montañas, Emelie
pierde la noción del tiempo. Como media, suele dedicarle unas 30 horas
semanales, aunque según qué especialidad haga, como escalada, puede estar ocho
horas en un día. Asombra ver con qué aparente facilidad escala una montaña, se
enfrenta a desniveles de vértigo o asciende y desciende una cima. Hace tan sólo
tres años que Emelie empezó a competir a nivel de deportista de élite
internacional y ya es considerada como una de las mejores corredoras de su
especialidad.
“Yo ya de pequeña no paraba de correr. Siempre iba de
un lado a otro corriendo y esto es algo que nunca he abandonado. ¿Para qué
caminar si puedes correr? Es más fácil correr”, comenta entre risas.
Su último gran logro ha sido coronarse campeona de la
última edición de la Ultrapirineu, una carrera de 110 kilómetros y 6.800 metros
de desnivel en el parque natural del Cadí-Moixeró, que finalizó en 13 horas y
39 minutos, alcanzando un récord. Recordando el esfuerzo que supone una meta de
este tipo, Emelie asegura que cuando está corriendo “nunca pienso en lo duro
que es, sino en la suerte que tengo de poder hacerlo y ver que estoy viviendo
un sueño hecho realidad”.
Para Emelie, alcanzar cualquier cima es “algo
especial”. Viéndola entrenar en lo alto de la montaña parece casi tocar el
cielo y las nubes. Sentada en una roca para descansar y admirar el paisaje,
confiesa que lograr ser la primera en las carreras es importante, aunque lo que
le hace realmente feliz es simplemente correr y estar rodeada de naturaleza.
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