Alcanzado el objetivo, España regresaría al Top 10
mundial de productores de vehículos, un selecto grupo del que salió en 2012
para caer hasta la duodécima posición.
Aunque esto último se podría adelantar a este mismo año y
alcanzar incluso el noveno puesto. Por virtudes propias, y por defectos ajenos.
De las primeras responden las estadísticas. Como, por
ejemplo, que de los últimos 12 meses, en todos menos el pasado enero hubo
incrementos en la producción. Buena parte de ellos, de dos dígitos, de tal
forma que en el primer semestre se han montado casi 1,3 millones de unidades.
Esto supone un 12% más y estar por encima de las previsiones para todo el año,
que pronostican 2,4 millones.
Luego, hay que considerar el mal momento por el que
transitan países que ahora están colocados por delante. Uno de ellos,
Tailandia, acaba de autodescartarse para la carrera al anunciar que este año
prevé fabricar 2,2 millones de vehículos. Es decir, un 10,2% menos de los 2,46
millones de unidades que le sirvieron en 2013 para pasar del décimo al noveno
puesto, en detrimento de Canadá. Incluso este país se encuentra al alcance ya
que, hasta junio y según la consultora WardsAuto, sus factorías habían montado
1,18 millones de vehículos de todo tipo, con un retroceso del 1,8%.
Más fácil parece ser adelantar a Rusia (11ª en 2013).
Primero, porque el pasado ejercicio apenas nos separaron 12.000 unidades.
Segundo, porque las ventas de coches allí están todavía más débiles que en 2013
y podrían llegar a perder hasta un 12%. El dato es crucial porque su caso es el
contrario del español, con unas fábricas muy dependientes de un mercado interno
que absorbe tres de cada cuatro coches que montan.
Si rebasa a estos tres países -México, octavo, es
intocable- España volvería al lugar de 2011. Antes, entre 2004 y 2006 había
llegado a ser la séptima potencia mundial. La salida en 2012 del Top 10 se
produjo tras una caída en la producción del 17%, hasta 1,97 millones de
vehículos, el peor dato desde 1993.
La escalada sería poner el colofón a un ejercicio que, en
cualquier caso, resulta especialmente brillante. Porque las casas matrices
siguen confiando proyectos a las factorías españolas que, como las de Nissan,
Opel, Ford, VW o Mercedes-Benz, han añadido en 2014 nuevos modelos a sus
cadenas de montaje.
Fruto de ello ha sido la creación, sólo en el primer
trimestre, de más de 6.000 empleos (el 84% de ellos, indefinidos). Unos puestos
de trabajo que recuperan parte de los perdidos en la crisis a un ritmo, por
cierto, muy inferior al de la industria en general. Entre 2008 y 2013 esta
última destruyó el 28% del empleo, por sólo el 8% en las fábricas de coches.
Asimismo, su potencial exportador hace de esta actividad
uno de los pilares comerciales. Entre enero y junio, el sector -incluyendo
ahora a fabricantes de motos y la industria auxiliar- registró una balanza
comercial positiva de 2.193 millones, un 48,9% menos que un año antes, pero
todavía un dato muy a considerar cuando en el conjunto de la economía el
déficit se duplicó hasta 11.882 millones.
Y si se considera estrictamente a los constructores
agrupados en Anfac, la meta es acabar el año con un superávit comercial de unos
16.000 millones, 10 veces más del que había antes de la crisis.
También es de justicia reconocer que estos registros han
sido posibles gracias al apoyo del Gobierno, que ha implementado casi una
decena de planes de ayuda para la dinamización del mercado. Aunque no ponerlos
en marcha habría sido un tremendo ejercicio de miopía: sólo el último Pive 6,
dotado con 175 millones de fondos públicos, se estima que tendrá un efecto
dinamizador en la economía de 2.000 millones.
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