Son
dos utilitarios –Mini Cooper S y Audi A1– y un compacto –VW Golf GTI– que
tienen una diferencia de longitud de 41 centímetros entre el más pequeño y el
más largo, pero bajo las carrocerías tres puertas se esconde el mismo concepto:
diversión al volante. Sus precios rondan los 30.000 euros y se impulsan con
motores gasolina turbo de unos 200 ‘jacos’. Además, comparten el enfoque
premium y en su pasaporte aparece la misma nacionalidad –aunque uno se venda
como british–. ¿Necesitas más argumentos para que los enfrentemos?
Si
bien Audi A1 1.4 TFSI y Volkswagen Golf GTI no presentan cambios en sus gamas
en esta primavera –aunque está previsto un giro de diseño en el A1 tras el
lanzamiento del S de 231 caballos, del que ya te hemos contado nuestras
primeras impresiones en páginas anteriores–, el Mini se trata de un coche
totalmente inédito.
Crece en dimensiones –el largo lo hace 14 centímetros,
mientras que la batalla hace lo propio sólo tres centímetros–, por lo que ha
ganado en habitabilidad y funcionalidad, sobre todo, en las plazas traseras y
en el maletero respectivamente. Si continuamos con el interior, la ubicación de
los mandos y controles se vuelve más racional; ejemplos son los pulsadores de
los elevalunas, que han pasado de estar colocados en la parte baja de la
consola central a hacerlo en las puertas, o cómo se abandona el llamativo pero
poco práctico velocímetro encajado alrededor de la pantalla del navegador por
una esfera tradicional tras el volante.
NUEVO
CORAZÓN
Después
de enumerar una pequeña parte de las novedades que incorpora, aún nos queda por
hablar sin duda de la más importante: el Cooper S se olvida del bloque 1.6 THP
compartido con PSA –idéntico al que montan los Citroën DS3 Racing o Peugeot 208
GTi, ambos de 200 caballos– por uno de origen BMW. Se trata de un dos litros
que ya impulsa a las berlinas Serie 3 y Serie 5 –320i y 520i– y con el que se
consiguen mejores prestaciones que las logradas con el citado 1.6 THP –0,2
segundos menos en el 0 a 100 kilómetros/hora y 0,1 litros menos de gasto de
combustible–. Todo ello a pesar de que esta versión del Mini ha ganado 30 kilos
de peso.
Tras
repasar los datos técnicos de los tres contendientes en nuestro cuaderno de
notas, arrancamos el Mini. Tenemos expectación por ver cómo se las gasta de
nuevo el kart inglés y si ha suavizado la ‘mala leche’ cuando, al límite, había
que hacer más que manos con el volante para cuadrarlo en el asfalto.
En
aceleración te das cuenta de que las 0,4 décimas de segundo que existe entre el
más lento (Audi) y el más rápido (VW) son inapreciables
Pulsamos
la tecla central con las palabras ‘Start Engine Stop’, que se ilumina con una
luz parpadeante de color roja, y el sonido que escuchamos nos devuelve a una
época pasada, transmitiendo la sensación de estar a los mandos del Cooper S de
anterior generación. Pero de inmediato borramos esto con los primeros
kilómetros; descubrimos un tarado de amortiguación algo más duro y una
dirección que se muestra todavía más precisa. Por no hablar del empuje del
motor y la intensa melodía que procede del doble escape central principalmente
cuando decidimos estirar las revoluciones por encima de las 3.000 vueltas.
Además, el par empieza a entragarlo ¡a tan sólo 1.250 revoluciones!
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