Volkswagen
ha creado un laboratorio rodante que reúne las últimas tecnologías disponibles
para reducir al mínimo el gasto de combustible.
Lo
hemos probado y funciona sorprendentemente bien
Hace 11 años, en abril de
2002, Ferdinand Piëch, máximo responsable del Grupo Volkswagen en aquel
momento, se presentaba en Hamburgo, en la reunión anual de accionistas de su
compañía, al volante de un peculiar vehículo, porque difícilmente se le podía
denominar automóvil. El VW L1 era una especie de cockpit de avión de caza con
dos asientos en tándem, uno detrás de otro, subido en unas minirruedas. Pero el
ejecutivo más visionario que ha tenido esta industria desde Henry Ford –a él se
deben aportaciones que van desde el desarrollo de los motores TDi hasta los
cambios secuenciales de seis y siete marchas accionables desde el volante y,
sobre todo, el reparto actual de papeles entre las marcas del grupo VW– se había
desplazado desde la sede de VW, en Wolfsburg, hasta Hamburgo utilizando tan
solo 2,1 litros en los 230 kilómetros del recorrido.
Y con una media de 75 km/h
y un consumo de solo 0,89 litros cada 100 kilómetros. Entonces Piëch ya anunció
que un coche de serie con ese gasto de combustible podría ser viable en una
década. Muy pocos le creyeron.