Muchas veces, un coche puesto en la calle es el comienzo de una nueva experiencia que se puede aplicar en otros coches. Todos los fabricantes lo saben. Pueden testar la resistencia de la tela de los asientos con el paso de los años o pueden medir el funcionamiento real de sensores y recabar información para utilizarse en otros modelos.
Este último caso es el que lleva a cabo Ford con su GT. Un verdadero súper deportivo, un coche de carreras con matrícula y elevadísimas prestaciones que esconde un sinfín de sensores, ordenadores y gigas de datos.