INOCENTES
Para los más pequeños, la Navidad se vive como un tiempo
lleno de fantasía y emociones únicas. La figura de Santa Claus (o Papá Noel),
los Reyes Magos y las luces que decoran las calles y los hogares evocan un
mundo de ensueño donde todo parece posible. Cada elemento de esta festividad
contribuye a encender la imaginación infantil: la preparación de cartas
detallando sus deseos, la emoción de esperar regalos cuidadosamente envueltos
bajo el árbol y la tradición de dejar dulces o alimentos para los personajes
mágicos que, según la tradición, visitan sus hogares en la noche más esperada
del año. Esta ilusión, aunque breve y ligada a la infancia, deja recuerdos
imborrables que muchas veces los adultos reviven al ver la alegría en los ojos
de los niños.
En los hogares católicos, la Navidad adquiere un profundo significado espiritual que va mucho más allá de los regalos y las decoraciones. Los niños son introducidos al relato bíblico del nacimiento de Jesús en Belén, un evento central en la fe cristiana. Las escenas del pesebre, montadas con esmero en muchos hogares e iglesias, representan no solo el nacimiento del Salvador, sino también valores como la humildad y la sencillez. Las misas de Nochebuena, a menudo vividas en familia, y las representaciones de pastorelas les enseñan a los pequeños sobre el amor de Dios, el sacrificio y la importancia de compartir con los demás. Este enfoque religioso ayuda a contrarrestar el materialismo que a menudo domina estas fechas, recordándoles que la esencia de la Navidad está en el acto de dar, de amar y de celebrar la le.
La Navidad no solo es un tiempo de ilusión por los regalos, sino también un período en el que los niños experimentan la calidez de estar rodeados por sus seres queridos. Las reuniones familiares, las cenas especiales, los juegos, las risas compartidas y los momentos en torno al árbol o el belén refuerzan el sentido de pertenencia y amor en sus vidas. Los niños aprenden, a través de estas experiencias, que la Navidad no se trata solo de recibir cosas materiales, sino también de dar amor, tiempo y en
Esta época es una oportunidad invaluable para transmitir valores esenciales que perdurarán más allá de la infancia. La solidaridad, la gratitud y la generosidad son conceptos que los padres pueden inculcar a sus hijos mediante acciones simples, como donar juguetes a niños menos afortunados, preparar alimentos para personas necesitadas o participar en actividades comunitarias como cantos navideños en asilos o refugios. De esta manera, la ilusión navideña no solo alimenta sueños y fantasías, sino que también siembra semillas de empatía, compasión y responsabilidad social en los niños, preparándolos para convertirse en adultos conscientes.
En un mundo cada vez más acelerado y conectado, donde las
preocupaciones de los adultos a menudo eclipsan la inocencia de los pequeños,
preservar la magia de la Navidad durante la infancia es esencial. Este tiempo
único, lleno de imaginación y fe en algo más grande, fomenta en los niños una
capacidad de asombro que los acompaña incluso después de crecer. Aunque con el
tiempo los niños descubren la verdad detrás de ciertos aspectos de estas
tradiciones —como la identidad de los Reyes Magos o de Santa Claus— lo que
realmente perdura es el mensaje de amor, unión y esperanza que define esta
fecha.
La Navidad es, en esencia, una celebración de la inocencia y
la fe, un recordatorio de que las pequeñas cosas —como un abrazo cálido, el
brillo de una estrella en el cielo o el simple acto de compartir— pueden llenar
de luz incluso las noches más oscuras. Para los niños católicos, representa un
encuentro único entre la fantasía y la espiritualidad, dejando una huella
imborrable que los acompaña como un tesoro en sus corazones.
Y, es que los niños de hoy, nos recuerdan a nosotros, los niños que fuimos , y que están todavía escondido en algún lugar de nosotros.
Pepe Bejarano
todomotornews@gmail.com
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