ÉXTASIS DE VERANO
En el crisol del tiempo, cuando el sol alcanza su cenit y el aire vibra con el susurro de las hojas danzantes, emerge el reino del verano. Es en este glorioso capítulo del año donde la naturaleza despliega su manto más exuberante y los corazones humanos se sumergen en un éxtasis palpable. Es en este escenario de deleite estival donde los placeres más sublimes se despliegan como flores al amanecer.
La brisa cálida acaricia la piel, susurrando secretos ancestrales mientras las olas rompen en la costa, como un eco perpetuo de la sinfonía del mar. Es en este abrazo del viento y el agua donde se encuentra la esencia misma del placer estival. Los días se alargan como si el tiempo mismo deseara prolongar la dicha, y las noches se encienden con el resplandor de las estrellas, invitando a soñar bajo su manto plateado.
En los campos, la tierra fecunda ofrece sus frutos más preciados, como una bendición de los dioses mismos. Las fresas jugosas y los melocotones perfumados se convierten en manjares que deleitan los sentidos y sacian el alma hambrienta. Cada bocado es un tributo al ciclo eterno de la vida, una celebración de la abundancia que el verano prodiga con generosidad.
Pero no solo en la naturaleza encontramos los placeres del verano, sino también en la compañía de aquellos que amamos. Las risas resonantes de los amigos que se reencuentran, las historias compartidas al calor de una fogata bajo el manto estrellado, son tesoros que atesoramos en lo más profundo de nuestro ser. En estos momentos efímeros pero eternos, el tiempo parece detenerse para permitirnos saborear la plenitud del instante presente.
Y qué decir del amor en el verano, ese fuego ardiente que enciende los corazones y despierta los sentidos. En los días abrasadores y las noches perfumadas, el romance florece como las flores en primavera, tiñendo el mundo con los colores del deseo y la pasión. Cada mirada es un poema, cada caricia una melodía, y cada beso un eco eterno en el alma enamorada.
Así, en el esplendor del verano, nos sumergimos en un océano de sensaciones y emociones, navegando hacia horizontes dorados donde los placeres se entrelazan como hilos de luz. En este canto poético a los deleites estivales, encontramos la promesa de la eternidad en el efímero resplandor del sol, y nos entregamos, con fervor y gratitud, a la danza eterna de la vida.
Con afecto, y respeto,
Pepe Bejarano
todomotornews@gmail.com
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