domingo, 26 de febrero de 2023

CEDA EL PASO

 

ESTUPEFACIENTES    

 




Poco antes de las siete de la mañana, desperté y me senté en el colchón viscoelástico al borde de la cama. Cogí el teléfono móvil y lo conecté a los auriculares bluetooth… La emisora elegida hablaba de los estupefacientes.

―¿Qué son los estupefacientes, doctor? ―preguntó el periodista.

―Los estupefacientes son sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central, excitándolo o deprimiéndolo. En general son opioides por ser derivados del opio ―contestó el experto.

―Naturalmente, estos productos se sirven con receta médica ―continuó el periodista.

―Eso es lo establecido por la Ley, pero también se negocia en el mercado negro con fines de lucro y para uso distinto a los propios medicamentos ―aclaró el médico.

―¿En ese mercado negro se venden otros estupefacientes más agresivos?

―Lamentablemente sí, otros productos como la heroína y la cocaína se ponen al alcance de personas que se pueden ver muy perjudicadas en su salud mental y física ―concluyó el doctor.


Con talante inquieto por lo que acababa de escuchar, me dirigí al salón y abrí el oscilobatiente de la puerta que daba a la pequeña terraza en una mañana fría y oscura. La tenue luz de las farolas me permitió ver a una mujer deportivamente equipada que corría por la amplia y arbolada acera… Después de la ducha caliente y el afeitado, pasé a la cocina para dar cuenta de un suculento desayuno que comenzó con frutos secos... A continuación, cogí la pieza de pan integral y la coloqué en el tostador, mientras calentaba la leche en el microondas y cogía el jamón. Cuando estaba saboreando el pan impregnado en aceite, no pude evitar el recuerdo de una escena que presencié la primavera del pasado año cuando ya eran las ocho de la mañana.

Un chico que estaba sentado en un banco de la plaza situada entre los bloques de viviendas hablaba mientras dormía un sueño poco profundo.

“Además, el pollo rebozado siempre humea demasiado”… Esta era una de las muchas frases incoherentes que martilleaban la aturdida cabeza del joven. Tras una noche turbulenta, había enfilado sus vacilantes pasos en dirección a la plaza, y dejó caer su cuerpo en un banco de hierro. Su leonina melena no impedía ver el rostro desencajado por la visión del extraño desfile: Una orquesta de osos que agitaban sonajeros y emitían aullidos estremecedores; una gran mole informe de voz atiplada que leía un enorme libro; un extraño diablo que serpenteaba un rojo capotillo; y una bruja descarada que mojaba su rostro con una pequeña regadera… Despertó con las gotas del rocío de la fresca mañana… Los rayos de sol asomaban tímidos entre las moles de cemento que daban forma al exterior de los pisos.

Cuando me acerqué a él para interesarme por su estado de salud, el muchacho me contó todas las alucinaciones que había tenido mientras dormitaba en el banco y con un inseguro caminar y una gran dosis de rubor, buscó la placidez del dulce hogar.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge

26/febrero/2023

fmongef@gmail.com

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