domingo, 22 de mayo de 2022

CEDA EL PASO

 


AMANECER

 


Un fino rocío cubre las verdes hojas de los naranjos en la primavera de 1958… En la plaza del Ayuntamiento, desierto escenario… luces apagadas… luz de luna llena, comenzará a bullir la vida del pequeño pueblo andaluz. Al amanecer, Juan, inmerso en una rutinaria parsimonia, abrirá la antigua taberna situada junto al bello edificio consistorial. Con esa escena se levantará el telón y se iniciará el desfile cotidiano de los consuetudinarios protagonistas.

Cuando la mañana va intensificando su, todavía, serena y escasa claridad, los somnolientos labradores comienzan a entrar en el bar, dispuestos a tomar su palomita de anís que los despertará y entonará para iniciar la peonada. Las conversaciones son algo confusas y tienen un toque desenfadado.

Buenos días, señores.

Se oye una voz algo atiplada y cordial. La voz sale de un cuerpo diminuto y erecto que camina con soltura. Los contertulios miran al recién llegado y responden al saludo con inevitables muestras de sincera afabilidad.

Es simpático dijo uno de los parroquianos.

El de la voz atiplada, Jacinto, es una de las pocas personas que, en el blanco pueblo, no trabaja como agricultor. Tiene un extraño taller que dedica a la percocería. Con su martillito y su lupa, labra las pequeñas piezas de plata y oro que vende a un afamado almacén de la cercana ciudad, donde la Giralda contempla cómo el río Guadalquivir besa los pies de la Torre del Oro. Su trabajo de percocero sufraga el condumio familiar y, además, le proporciona una saneada economía.

Jacinto es un hombre culto, lector empedernido y algo melómano. Había iniciado estudios de Bachillerato que, por razones económicas de su entorno familiar, no pudo concluir. De carácter abierto y sencillo logra que sus convecinos le dispensen un merecido afecto. Ronda los cuarenta años, y tiene un rostro agraciado y muy expresivo.   

Cuando el percocero sale de la taberna para dirigirse a su taller, se encuentra a Paco que, con andar cansino, dirige los lentos pasos de su rechoncho cuerpo hacia su singular barbería.

Buenos días, Paco.

Buenos días, Jacinto.

El pueblo va despertando, poco a poco, y sus habitantes se disponen a revitalizarlo con sus habituales quehaceres.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge

22/mayo/2022

fmongef@gmail.com


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