domingo, 16 de enero de 2022

CEDA EL PASO

 

EMPATÍA

 


Como otras veces, vamos a recurrir al sano ejercicio de consultar el diccionario de la RAE, y en él nos encontramos con la siguiente acepción: La empatía es el sentimiento de identificación con alguien o algo y la capacidad de identificarse con ese alguien compartiendo sus sentimientos. Por la definición, deducimos que ser una persona empática no es una tarea fácil. Eso sí, fomentar la empatía nos puede proporcionar grandes beneficios personales desde el punto de vista emocional.


La persona empática goza de una serie de características, yo le llamaría cualidades, que la distingue de las que no lo son… Para comenzar es una persona sensible y entiende los sentimientos de los demás. Escucha de manera activa, es decir, no se limita a oír lo que la gente dice. Se concentra en lo que la otra persona le está contando, analiza el porqué de lo que siente, cómo se siente, la legitima y le da respuestas acordes. No es extremista, es decir, no cree que todo sea blanco o negro, sabe que hay una bonita gama de grises en medio. Es respetuosa y tolerante, pues respeta las decisiones de las demás, aunque ella no hubiese tomado esas mismas decisiones…



La persona empática se fija tanto en el lenguaje verbal como en el no verbal. Atiende a gestos, miradas, inflexiones y tonos de la voz, con lo que consigue no solo entender el mensaje hablado, sino extraer el mensaje emocional. Cree en la bondad de las personas… Cuando conoce a alguien, aunque esa persona tenga “mala fama”, presupone que es buena hasta que no le demuestre lo contrario. Puede tener un estilo de comunicación pasivo… En ocasiones, el intentar entender a los demás puede hacer que deje de lado sus propios intereses. Habla con cuidado. Mide siempre sus palabras porque sabe que según cómo diga las cosas puede hacer daño a la otra persona. Entiende que cada individuo es diferente, y sabe tratarlo acorde a sus circunstancias.

En definitiva, como decíamos en el primer párrafo, la empatía ayuda a sentirse mejor con uno mismo, a la resolución de problemas, a tener respeto por los demás, a conectar mejor con otras personas, sube la autoestima propia, nos hace ser respetables, ser justos, nos enseña a no juzgar a otros, fomenta el desarrollo emocional, desarrolla las habilidades sociales… ¿Se pude pedir más?

Yo sé que un mundo empático no deja de ser una utopía, pero creo que merece la pena intentarlo, sin convertirlo en un calvario, pues a veces hay que poner la vehemencia en lo alto de la mesa… En cierta ocasión, escuché a una compañera de trabajo, muy egocéntrica ella, hacer el siguiente comentario:

―No me caen bien las personas empáticas… Nada de paños calientes, y que cada uno resuelva sus problemas.


Difícil ponernos de acuerdo, ¿verdad? Así que adoptemos el comportamiento que se ajuste más a nuestros convencimientos. No estamos obligados a ser empáticos, ni tampoco a lo contrario… Siempre hay un término medio.


Con mis mejores deseos, saludos cordiales


Fernando Monge

16/enero/2022

fmongef@gmail.com

 

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