domingo, 5 de diciembre de 2021

CEDA EL PASO

 

                    

LA HORMA DE SU ZAPATO








Como todos ustedes saben, las nomenclaturas de las calles van sufriendo cambios, con o sin fundamento, conforme pasa el tiempo. Por ejemplo, en la ciudad de Sevilla, entrando por la carretera de Málaga, se encuentra la calle Luis Montoto que ha llegado a tener hasta cuatro nombres a lo largo de su historia. En el siglo XIII se llamaba Calzada de los Caños de Carmona, por el acueducto que corría paralelo a ella. Cuando a finales del siglo XV se construyó el templete de la Cruz del Campo, comenzó a ser conocida como Calzada de la Cruz del Campo. Fue en 1869 cuando recibió la denominación de calle Oriente, así se le llamó por su condición de eje rectilíneo de levante de entrada a la ciudad. Y en 1920 se rotuló como Luis Montoto.

Este nombre es en memoria del sevillano Luis Montoto que fue un hombre muy relevante para la ciudad: notario eclesiástico, concejal del Ayuntamiento de Sevilla, cronista oficial de la ciudad, miembro del Ateneo y secretario perpetuo de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla que nació con el propósito de constituirse en un “centro de donde irradiase la luz del saber…”, y aprovechando la sugerencia nos vamos a trasladar a la RAE.



¿Con qué finalidad? A todos los lectores les resultará familiar la expresión: “Encontrar, o hallar, alguien la horma de su zapato” Pues el diccionario de la Real Academia muestra dos acepciones que son diametralmente opuestas: “encontrar lo que le acomoda o lo que desea” y “tropezar con alguien o con algo que se le resista o que se oponga a sus mañas o artificios”.


Con la segunda entrada del diccionario de la RAE, nos trasladamos a la calle Luis Montoto a la que muchos sevillanos continúan llamando calle Oriente ―suele ocurrir siempre que se cambia un nombre―. Era una tarde/noche de comienzos de diciembre del año 1980. Las luces navideñas lucían como un espléndido aleteo cromático en la parte superior de la calle entre las dos aceras, y en la entrada de los grandes almacenes. El olor a castañas asadas penetraba en nuestro olfato provocando una deliciosa sensación de bienestar. Por la anchurosa calle transitaban los vehículos en ambas direcciones. Un chico y una chica muy jóvenes cubiertos con una trenca montaban un Vespino ―ciclomotor de 49 c.c., fabricado en Madrid, que comenzó a circular en 1968 y dejó de fabricarse en el año 2000―.

Un enorme camión se aproximó a ellos y su conductor comenzó a dirigirse a la chica con un lenguaje soez. Como su grosería subía de tono y era cada vez más persistente, el chico lo insultó. El camionero acercó aún más su vehículo al Vespino y le cerró el paso, al mismo tiempo que se bajaba en tono amenazante. Era un hombretón de unos cuarenta años que vestía una camiseta deportiva. Los dos jóvenes se bajaron del ciclomotor y lo apoyaron en las enormes ruedas traseras del camión. Cuando parecía que pondrían pies en polvorosa, el muchacho se dirigió al conductor, se agarró a su cintura, cerró los puños y comenzó a darle mamporros en la boca del estómago y, al mismo tiempo, le propinó dos rodillazos en sus genitales. La muchacha, animada por la valentía de su compañero, continuó la faena con una sucesión de golpes en la cabeza del fanfarrón, utilizando un bolso que portaba en bandolera.

Culminada la vendetta, los dos valientes cogieron su 49 c.c., sortearon el poco espacio que le había dejado el sorprendido bocazas, se acomodaron en el alargado sillín y se marcharon de allí dirigiéndose a los Caños de Carmona, ante el regocijo de todos los que presenciamos la escena… Un hombre, casi de la misma edad y corpulencia que el aturdido grandullón, le dijo en tono burlón:

―Hoy te has encontrado con la horma de tu zapato.

Feliz puente y saludos cordiales.

Fernando Monge

5/diciembre/2021

fmongef@gmail.com

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