BUENAS COSTUMBRES
El sol se despereza, y la luz se cuela entre las rendijas de las persianas, que izadas a media altura franquean el poco aire fresco que sopla nocturno en un nuevo verano caluroso e insomne.
El olor a café se desparrama por toda la estancia, mientras una radio de fondo lanza proclamas de temperaturas altas que van a derretir hasta las ideas. ─Así no hay manera─ dejé escapar instintivamente un pensamiento en voz alta.
Felipe era un hombre de costumbres. La ropa que se iba a poner ese día estaba planchada y acomodada en una silla esperando ser usada. La ducha temprana y un repaso con la cuchilla sin espuma hacían que le robara algunos minutos a la mañana.
Cansado pero contento, Felipe mostraba otro aspecto tanto por fuera como por dentro. Aunque las horas de sueño de una noche calurosa de julio jugaban en su contra, y lo pagaría antes o después a lo largo del día. Un día, tal como anunció la radio, íbamos a batir otro récord de temperaturas al alza. De 38 a 40 grados, eran las expectativas ─Ni de noche ni de día tienen mis males remedio─ rezongó, Felipe.
Mientras bajaba las escaleras, silbaba una canción veraniega, “Al mal tiempo buena cara”, su mano derecha, giraba un llavero con cierto ritmo, era un casco de motorista, que le habían regalado en el concesionario dónde compró su moto, un scooter Kymco Agility City 125, que tenía a buen recaudo delante de su coche, en la cochera. Era uno de los mejores momentos del día, las 8 AM, el único momento donde la brisa que se arrancaba con dificultad acariciaba su rostro, era como un suspiro breve de libertad en el trayecto que había entre su casa y el trabajo. Eso sí, el casco, ese objeto que algunos “no saben qué es”, y otros entendemos que se usa para proteger la cabeza de heridas, contusiones, etc. Ese artilugio que salva tantas vidas y que algunos/as los llevan en el codo de su brazo. Sí, el casco donde la calota protectora de la superficie que recubre todo y que puede estar realizado de diferentes materiales, ese objeto, me limitaba de alguna manera esa sensación de frescor.
Por cierto, Felipe tiene un casco integral ─nada de brisa─, pero son los más comunes de todos y los que mayor nivel de protección ofrecen. Son los que mejor se adaptan a la cabeza, protegiendo firmemente tanto cara como barbilla. Los cascos integrales son los más recomendables para todo tipo de moto en carretera, desde scooter hasta grandes motos turísticas.
Casco, guantes y mucha precaución, la calzada no es un circuito de carreras, hay que tener muy en cuenta todas las normas que rigen la Seguridad Vial, para ir y venir donde la brisa te lleve, aunque no te refresque la cara, y, sobre todo, compartimos la vía, con otros actores, coches, camiones, autobuses, etc. No somos los únicos.
Me cuenta Felipe, que está deseando que llegue esta época para disfrutar de su moto. Pero que ve cada uno por ahí:
“Aquellos que arrancan su moto en la ventana de su vecino, molestando con el ruido del motor, esos que van a escape libre, y a velocidades peligrosas, los indocumentados, sí, esos que no necesitan prepararse para obtener el permiso necesario, y así les va, o aquellos otros que zigzaguean entre los vehículos con el peligro que conlleva estas acciones, o los que beben o se drogan para volar, ¡y vuelan!, lamentablemente vuelan, es una realidad bastante frecuente en las curvas de nuestras carreteras donde todavía el Gobierno de España tiene mucho que decir y hacer, en cuanto a seguridad se refiere”.
Orgulloso Felipe, se pone los guantes, se coloca el casco y arranca su moto, otro día más, otro caluroso mes de julio en el que mi amigo disfruta de su vida con su moto con responsabilidad, dando ejemplo a aquellos que vemos cada día saltándose semáforos, pasos de peatones y arrollando a su paso todas las buenas normas de conducta, y buenas costumbres,
Menos mal, que Felipe es un buen hombre un buen amigo de BUENAS COSTUMBRES.
Con afecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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