LA VERDAD, TODA LA VERDAD…
Mes de junio de hace dos años.
Dos de la tarde, con un sol de justicia. Iba con mi coche a 50 metros de la
entrada del aparcamiento en superficie de mi casa. El climatizador del coche
estaba a 18 grados, fuera hacía unos 37º centígrados.
Recuerdo minutos antes como en
la autovía el asfalto dibujaba figuras inconexas en un horizonte cercano, antesala de una canícula por llegar.
Mi esposa me acompañaba en ese
desplazamiento, ella me recordó que teníamos que comprar el pan para el
almuerzo.
Por lo que pensé que, en vez
de entrar en el aparcamiento de casa, dejar fuera el coche apenas a unos metros
de distancia de la entrada del aparcamiento, estacioné mi vehículo y fuimos a
una tienda cerca de casa especialista en la
venta de panes.
El coche lo dejé en una calle
de única dirección con doble carril, justo detrás de mí también había coches
aparcados en batería. Había espacio suficiente para que dos vehículos marcha
atrás pudieran realizar su maniobra y salir sin problemas.
Debido a la temperatura
reinante, tardamos el tiempo mínimo posible en comprar el pan, volver al coche
y disponernos a entrar en nuestro aparcamiento en superficie.
Aunque han pasado dos años, lo
recuerdo con la máxima exactitud.
Entramos en el vehículo, los
dos instintivamente nos introducimos en el coche, nos pusimos el cinturón de
seguridad, miré por el espejo retrovisor, puse la marcha atrás y, con la máxima
lentitud, giré mi cuello hacía la derecha por si
venía algún vehículo antes de incorporarme. No me preocupé de mirar a los vehículos de atrás, ya que teníamos espacio suficiente para realizar la
maniobra. Lentamente puse el coche perpendicular a la vía, metí la primera
velocidad para iniciar la marcha, y en ese momento… sentimos un golpe tremendo
en la parte lateral trasera de mi vehículo.
Un coche que también salía en
ese mismo instante marcha atrás, me había dado un golpe en la puerta trasera
izquierda del vehículo y la aleta trasera.
Con mucha tranquilidad me bajé del coche, mi señora también lo hizo, para ver qué había ocurrido. En seguida el conductor del vehículo
contrario se vino para mí y me increpó:
─ ¿No se
ha dado cuenta de que estaba saliendo yo?
Estudié la situación
rápidamente, para no colapsar la circulación, y le contesté:
El señor muy nervioso, de unos
50 años, me dijo:
─ Hay que llamar a la policía
para formalizar el atestado.
Lo primero que hice fue
hacerle fotografías a la situación de los coches y el daño que teníamos cada
uno.
Vi que venía un coche de la
policía local en nuestra dirección. Me dirigí al agente que se encontraba en el
asiento de la derecha y le comenté que habíamos colisionado pero que no había
que lamentar ningún tipo de lesiones personales, por lo que nos conminó a que
realizáramos un parte amistoso.
El individuo del otro coche
nervioso porque tenía mucha prisa, ya que tenía que ir a un supermercado a
comprar material para el establecimiento donde trabajaba, me apremió para que
realizara el parte, al tiempo que me decía:
─ Al final como nos hemos dado
los dos vehículos marcha atrás, pagaremos cada uno los daños de los vehículos. Culpa
compartida.
Yo me limité con toda la tranquilidad del mundo a extender el
parte amistoso con los datos de ambos conductores y vehículos, y solo le dije:
─ Dejemos en manos de los
profesionales quien ha sido el culpable.
La temperatura seguía
subiendo, la de fuera y la de dentro. Terminé de
cumplimentar el parte y le di su copia.
Cuando nos marchamos, mi coche
seguía en la dirección correcta, él hizo un giro
hacia la izquierda y se metió en dirección prohibida por la prisa que llevaba.
Ahí me di cuenta de que de ninguna de las maneras yo era responsable del
accidente. Entendí que las prisas nunca
son buenas consejeras. Y a pesar del calor hay que mantener la mente fría y
sopesar todos los pros y contras del accidente.
Que
los nervios no conducen a nada y llevemos o no razón hay que actuar con sangre
fría, no hay otra.
Con respecto al siniestro
comprobé:
·
Que el conductor contrario me había dado el
golpe en el lateral de mi coche. Y él tenía su
golpe en la esquina trasera izquierda del su parachoques. Por lo que yo no
estaba marcha atrás. Él sí. Cualquier perito que se precie podría dar fe de
ello.
Además, si hubiera salido él lentamente y se
hubiera colocado en la dirección de la vía, nunca me hubiera dado con esa parte
del parachoques. Me dio porque, debido a las
prisas, no salió lentamente, y su intención era
salir en dirección contraria, por lo tanto, en dirección prohibida.
Ya en casa, al día siguiente,
di el parte a mi compañía aseguradora. Fotografías,
croquis de la zona e informe completo del accidente.
Mi compañía, al tiempo, me dice que la parte contraria no se cree culpable por lo que tendremos que ir a
juicio. El departamento jurídico de mi compañía
no tiene dudas de mi inocencia, y vamos a juicio.
Me pide que si puedo aportar
un testigo para ir con todas garantías, a lo que le expongo que el único testigo
es mi señora, que venía conmigo en ese momento. Hago un escrito con su
declaración y lo envío a la compañía. No creemos que pueda aportar mucho su
testimonio ya que es mi esposa. A lo que el juez la admite y el día del juicio, dos años más tarde, la llaman
a declarar. Responde a las preguntas de la parte contraria. Cuenta realmente lo
que ocurrió y, a los 20 días aproximadamente, me
llaman por teléfono del bufete de abogados que nos representó para informarme
que hemos ganado el juicio.
Yo tenía un seguro a todo riesgo,
con una franquicia de 150 € que fue lo que pagué
en su día. Eso fue lo que me devolvieron en un talón a mi nombre, y lo que es
más importante se me restituyó la razón. Sabía que yo no era responsable. El
juez me dio la razón. TARDE PERO CIERTO.
Me alegré mucho, porque hay mucho enterado en los accidentes
de tráfico. Y uno sabe de antemano si ha cometido,
o no, una infracción, si es o no responsable de
un accidente. Siempre, sobre todo si no hay víctimas o lesiones hay que actuar
con tranquilidad. Recopilar todos los datos posibles y analizarlos más tarde
sin prisa. No se vuelva loco.
Son situaciones extrañas, pero
no hay que perder la cabeza ni la compostura, para eso están los profesionales.
Es verdad que si uno piensa
desde el principio que no es responsable y encima te lo ratifica un juez, mejor
que mejor. Lo malo es la cara que se le queda al otro que quiere distorsionar
la realidad, en este caso le salió el tiro por la culata.
Calor, pan y siniestro.
Con afecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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