sábado, 24 de agosto de 2019

LA ROTONDA


AUTOCONTROL





Poner nuestras emociones al servicio de nuestra inteligencia, y no nuestra inteligencia al servicio de nuestras emociones. Esa es la idea en la que se fundamenta la capacidad de reconocer y gestionar las emociones, eso que llamamos inteligencia emocional.

Este tema nos abriría muchas vías de interpretación, que a su vez nos reconducirían con casi total seguridad a otras bifurcaciones casi indefinidas en la vida del ser humano.


Las dos ideas de las que les voy a hablar son:

-      LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA SEGURIDAD VIAL
-      EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LAS ESCUELAS.

Como dice la famosa copla “me duelen los pulsos” de hablar de EDUCACIÓN VIAL EN LAS ESCUELAS desde pequeñitos. Y no me cansaré, hasta que las instituciones competentes, que habitualmente están dirigidas por personas, pongan la primera piedra de esta idea.

Para los lectores que se acaben de incorporar a esta sección, recordarles, que creo fervientemente, que es tan importante la Seguridad Vial en los tiempos que corren, donde todos los años mueren tantos seres humanos o son heridos en accidentes de tráfico, que creo necesario que exista una asignatura en los colegios de SEGURIDAD VIAL.

“Maestros tiene la iglesia”, “Quién, Dónde, Cuándo, Cómo y Cuánto, a estas preguntas tendrán que responder los especialistas”.
Ahora, “el qué y por qué”, son los nombres de las víctimas que han sido sin tener que serlo.

Se supone que todos, los que estamos en posesión de un permiso de conducir, estamos preparados para conducir un vehículo determinado. ¡Se supone! Por lo tanto, partimos de la misma base, teórica y práctica.

¿Por qué, entonces, se producen tantos accidentes cada año? ¿Por qué hay tantas víctimas? Ahí, es donde incluyo mi teoría de la EDUCACIÓN EMOCIONAL.

Si tomamos como punto de partida el factor humano como responsable de lo que ocurre a bordo de un vehículo, comprenderemos la importancia de la inteligencia emocional en la seguridad vial, y por eso podemos afirmar que la educación emocional resulta básica para la educación vial.

Educar en el control de las emociones para conseguir unos comportamientos al volante alineados con la seguridad vial. En la conducción se pone de relieve la importancia de una cualidad personal que algunos intentamos inculcar a quienes quieren formarse como conductores: el autocontrol, como puerta de acceso a una conducción tranquila, segura, eficaz, empática y solidaria con el resto de usuarios de la vía.

El autocontrol comienza por la tarea de conocerse a uno mismo, en siete vertientes:

* nivel de atención que soy capaz de mantener durante la conducción,
* conciencia de riesgo, evaluando las consecuencias de mis propios actos,
* resistencia a la presión grupal en función de mis propios criterios,
* observación y análisis constantes del entorno,
* adaptación y flexibilidad ante la variabilidad del tráfico,
* gestión de mis propias emociones antes de conducir,
* gestión del estrés ante las situaciones del tráfico.

Dicen las estadísticas que la franja de edad más castigada por la mortalidad vial es la que va de los 15 a los 29 años. ¿Qué ocurre con los jóvenes de estas edades? Quizá haya un poco de todo: falta de experiencia a los mandos del vehículo y sobrevaloración de las propias capacidades, excesiva necesidad de autoafirmación y reconocimiento y poca resistencia a la presión grupal… Como diría mi abuela, se juntan el hambre con las ganas de comer. O, tal y como lo explica Dionisio Contreras Casado:



Lo que nos interesa es conocer las emociones que subyacen a esas conductas de alto riesgo en la conducción, en la que, en muchas ocasiones, están presentes sentimientos de omnipotencia e inmortalidad que dan lugar a simultanear consumos de alcohol y drogas con conducción, o conducción temeraria y peligrosa en la que no se prevén las consecuencias. Ciertas condiciones promueven que un joven tenga más riesgo de comportamientos de este tipo (conducción no responsable) o tendencias autodestructivas. No obstante, ni estas conductas ni la falta de autocontrol son patrimonio exclusivo de los jóvenes.

¿Qué se puede hacer ante esto? Quizá la educación emocional sea la respuesta a muchos de los problemas de nula o inadecuada educación vial. Quien aprende a reconocer y a dominar sus propias emociones, cuando se pone a los mandos de un vehículo, es capaz de responder de una forma más segura y eficaz a los diferentes avatares del tráfico, se cansa menos y disfruta más de su camino.
Después de todo lo expuesto,  se confirman estas dos vías que conforman mi teoría, la educación vial y la educación emocional deben de asentarse en las escuelas y convertirse en un germen que conviva con los alumnos hasta la adolescencia. Seguro que llegaremos a tener una población de conductores más preparados y, sobre todo, MÁS SEGUROS.

Con efecto y respeto,

Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com

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