AUTOCONTROL
Poner nuestras emociones al
servicio de nuestra inteligencia, y no nuestra inteligencia al servicio de
nuestras emociones. Esa es la idea en la que se fundamenta la capacidad de
reconocer y gestionar las emociones, eso que llamamos inteligencia emocional.
Este tema nos abriría muchas
vías de interpretación, que a su vez nos reconducirían con casi total seguridad
a otras bifurcaciones casi indefinidas en la vida del ser humano.
Las dos ideas de las que les
voy a hablar son:
-
LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LA SEGURIDAD VIAL
-
EDUCACIÓN EMOCIONAL EN LAS ESCUELAS.
Como dice la famosa copla “me
duelen los pulsos” de hablar de EDUCACIÓN VIAL EN LAS ESCUELAS desde
pequeñitos. Y no me cansaré, hasta que las instituciones competentes, que
habitualmente están dirigidas por personas, pongan la primera piedra de esta
idea.
Para los lectores que se
acaben de incorporar a esta sección, recordarles, que creo fervientemente, que
es tan importante la Seguridad Vial en los tiempos que corren, donde todos los
años mueren tantos seres humanos o son heridos en accidentes de tráfico, que
creo necesario que exista una asignatura en los colegios de SEGURIDAD VIAL.
“Maestros tiene la iglesia”, “Quién,
Dónde, Cuándo, Cómo y Cuánto, a estas preguntas tendrán que responder los especialistas”.
Ahora, “el qué y por qué”, son
los nombres de las víctimas que han sido sin tener que serlo.
Se supone que todos, los que
estamos en posesión de un permiso de conducir, estamos preparados para conducir
un vehículo determinado. ¡Se supone! Por lo tanto, partimos de la misma base,
teórica y práctica.
¿Por qué, entonces, se
producen tantos accidentes cada año? ¿Por qué hay tantas víctimas? Ahí, es
donde incluyo mi teoría de la EDUCACIÓN EMOCIONAL.
Si tomamos como punto de
partida el factor humano como responsable de lo que ocurre a bordo de un
vehículo, comprenderemos la importancia de la inteligencia emocional en la
seguridad vial, y por eso podemos afirmar que la educación emocional resulta
básica para la educación vial.
Educar en el control de las
emociones para conseguir unos comportamientos al volante alineados con la
seguridad vial. En la conducción se pone de relieve la importancia de una
cualidad personal que algunos intentamos inculcar a quienes quieren formarse
como conductores: el autocontrol, como puerta de acceso a una conducción
tranquila, segura, eficaz, empática y solidaria con el resto de usuarios de la
vía.
El
autocontrol comienza por la tarea de conocerse a uno mismo, en siete
vertientes:
* nivel de atención que soy
capaz de mantener durante la conducción,
* conciencia de riesgo,
evaluando las consecuencias de mis propios actos,
* resistencia a la presión
grupal en función de mis propios criterios,
* observación y análisis
constantes del entorno,
* adaptación y flexibilidad
ante la variabilidad del tráfico,
* gestión de mis propias
emociones antes de conducir,
* gestión del estrés ante las
situaciones del tráfico.
Dicen las estadísticas que la
franja de edad más castigada por la mortalidad vial es la que va de los 15 a
los 29 años. ¿Qué ocurre con los jóvenes de estas edades? Quizá haya un poco de
todo: falta de experiencia a los mandos del vehículo y sobrevaloración de las
propias capacidades, excesiva necesidad de autoafirmación y reconocimiento y
poca resistencia a la presión grupal… Como diría mi abuela, se juntan el hambre
con las ganas de comer. O, tal y como lo explica Dionisio Contreras Casado:
Lo que nos interesa es conocer
las emociones que subyacen a esas conductas de alto riesgo en la conducción, en
la que, en muchas ocasiones, están presentes sentimientos de omnipotencia e
inmortalidad que dan lugar a simultanear consumos de alcohol y drogas con
conducción, o conducción temeraria y peligrosa en la que no se prevén las
consecuencias. Ciertas condiciones promueven que un joven tenga más riesgo de
comportamientos de este tipo (conducción no responsable) o tendencias
autodestructivas. No obstante, ni estas conductas ni la falta de autocontrol
son patrimonio exclusivo de los jóvenes.
¿Qué se puede hacer ante esto?
Quizá la educación emocional sea la respuesta a muchos de los problemas de nula
o inadecuada educación vial. Quien aprende a reconocer y a dominar sus propias
emociones, cuando se pone a los mandos de un vehículo, es capaz de responder de
una forma más segura y eficaz a los diferentes avatares del tráfico, se cansa
menos y disfruta más de su camino.
Después de todo lo expuesto, se confirman estas dos vías que conforman mi
teoría, la educación vial y la educación emocional deben de asentarse en las
escuelas y convertirse en un germen que conviva con los alumnos hasta la
adolescencia. Seguro que llegaremos a tener una población de conductores más
preparados y, sobre todo, MÁS SEGUROS.
Con efecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo comentarios relacionados con la información de la página.