domingo, 25 de agosto de 2019

CEDA EL PASO


“OJANA”



Una mujer alta y delgada entra en el lujoso concesionario. Su cabello largo y oscuro acaricia la cazadora blanca que cubre su esbelto torso. Asido a su brazo, camina un niño que aparenta nueve o diez años. Detrás de ellos, un hombre algo más alto que la mujer, con atuendo deportivo, lleva de la mano a una niña poco más pequeña que su hermano. La cuarentona pareja se dirige con sus hijos a un crossover de color rojo y chapa metalizada. El vendedor los recibe con una abierta sonrisa, un traje impecable y una cabeza afeitada sobre su cuerpo rollizo. Después de los saludos de rigor, comienza el repaso exterior e interior al reluciente vehículo.


Llantas de aleación, intermitentes delanteros LED, cristales traseros oscurecidos, sistema de altavoces premium, volante multifunción, climatizador bizona… y sistema de motor híbrido. Es el coche elegido por la familia. Las prestaciones, el diseño… son de su gusto… y el precio se ajusta a sus posibilidades económicas.

Ahora, aparecerán los “aguafiestas”, parientes cercanos de los “envidiosos”, dispuestos a dar sus molestas opiniones, sin venir al caso y sin que nadie se las pida:

—No me gustan esos coches… Nada como la berlina de toda la vida.
—Con la chapa metalizada, te vas a gastar una pasta cada vez que tengas un tropiezo. Un coche blanco te ahorraría esos problemas.
—Te han comido el coco con los híbridos… Eso de la contaminación es un cuento de la industria del automóvil.
—El navegador con GPS incorporado es un rollo. Yo utilizo el móvil que está permanentemente actualizado… Es más eficaz.
—A mí tantos botoncitos me ponen nervioso… Son una tontería.



Menos mal que las impertinencias se verán mitigadas por los halagos… Siempre más agradables para el oído de cualquier persona:

—¡Qué buen coche te has comprado!
—Ese color metalizado es precioso.
—Los motores híbridos son una buena opción… Consumen poco y contamina menos.
—El GPS incorporado es una útil comodidad.
—¡Qué bien!... Un vehículo con todos los avances tecnológicos.

Como tenemos Día Internacional de casi todo, vamos a aprovechar la ocasión para decirles que el pasado 1 de marzo, se celebró el Día Internacional del halago y el piropo… No, no es broma.

Aunque puedan parecer lo mismo, hay algunas diferencias entre las definiciones de ambos términos. Según el diccionario de la RAE, el piropo es “un dicho breve con el que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer”. Así que, tal como está el patio, ese terreno hay que pisarlo con cautela, pero pienso que, como muchas cosas de esta vida, el piropo, si se impregna de buena educación y va acompañado del don de la oportunidad, puede resultar agradable a quien lo recibe. Víctor Hugo escribió en su novela “Los Miserables”, una de las obras literarias más importantes del siglo XIX, “un piropo es como un beso a través de un velo”… Ahí lo dejamos.

El halago es la “acción y efecto de halagar”… Y “halagar es dar a alguien muestras de afecto o rendimiento con palabras o acciones que puedan serle gratas”. Como pueden ver, esta definición habla de ponderar alguna cualidad, pero no hace ninguna mención especial a la belleza de la mujer…  Puede referirse a cualquier logro, habilidad, compra —como hemos visto en el caso del coche—,  simpatía o, incluso, belleza. Si tratamos de “agradar o deleitar” con moderación y sinceridad, podemos considerar que el halago tiene más de positivo que de negativo. Pero cuidado, la RAE tiene otras definiciones de este vocablo: “Adular o decir a alguien interesadamente cosas que le agraden”. “Dar motivo de satisfacción o envanecimiento”…

Y aquí viene como de molde la palabra “ojana”, empleada en el mundo del flamenco o del toreo. Esta palabra es de origen desconocido, algunos estudiosos la entroncan con el habla caló y no la recoge la RAE. Aunque no tiene una ortografía definida, se escribe sin hache. ¿Y por qué vine aquí como de molde?” Porque “ojana” puede significar, además de hipocresía, adulación desmesurada, sin importarnos el daño que podemos causar al adulado, con tal de conseguir lo que nos proponemos —“Maestro, eres el número uno”—… Digamos que se parece bastante a una expresión que sí está recogida en el diccionario… “hacer la pelota a alguien” —“adularlo para conseguir algo”—.

Reiteramos, sintetizamos y concluimos... El halago, si es sincero y puntual, puede ser positivo y, en algunas ocasiones, hasta necesario… Los comentarios elogiosos nos animan a seguir perseverando en algún desempeño, nos suben la autoestima  en los momentos difíciles, avivan la empatía… Pero tengan cuidado con la “ojana”… El que tiene soltura de lengua para adular… también la tiene para criticar.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge
7/abril/2019
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