EL COCHE DE GASOIL
Hace diez años, cuando
transcurría el mes de noviembre de 2008, comencé a plantearme la posibilidad de
comprar un nuevo coche. El que tenía, evidenciando que habían pasado trece años
por él, me causaba más inoportunas molestias que buenas prestaciones… Había
llegado la hora del cambio. Ahora tocaba decidir cuál sería el nuevo
utilitario… Miraba los últimos modelos que circulaban por la vía pública,
consultaba las revistas de motor y visitaba los puntos de venta de algunas
marcas.
Por aquella fecha, yo había
tenido varios coches —entre ellos, el emblemático 600—. No, hombre, no soy un
potentado. Hay que tener en cuenta que
tengo cierta edad, y que esos coches no eran nada del otro mundo. Lo cierto
es que todos los compré con motor de gasolina. Por esa razón, y por las
excelencias que había escuchado y leído de los motores de gasoil, pensé que era
el momento de incorporarme al mundo de la tecnología diésel. Tengo que aclarar
que el coche eléctrico no estaba comercializado. Ni te lo mencionaban siquiera.
Sí recuerdo que, como el río Guadiana, las poquísimas unidades que se
fabricaban aparecían y desaparecían del mercado.
En las visitas a los
concesionarios, escuché la consabida retahíla de sugerencias, consejos y
magnificencias de cada marca. Pero, eso sí, todos estaban de acuerdo en que la
mejor opción de compra era el vehículo de gasoil: Tenía una bonificación
económica, el combustible era más barato, consumía menos y, además, era menos
contaminante, con lo que su compra era una contribución a la mejora del medio
ambiente. ¿Se puede pedir más? Bueno, no todos estaban de acuerdo. Por ejemplo,
un buen amigo mío, persona de agudo ingenio y buen sentido del humor, me
manifestaba su escepticismo ante tanta perorata comercial. Un escepticismo
similar al que sentía cuando los vendedores intentaban explicar la potencia de
los motores: “Hablan de un número de caballos, pero después el comportamiento
en carretera no se corresponde con lo que venden… Me gustaría a mí contar esos
caballos” —remataba con su fina ironía.
A pesar de la alta estima y
consideración en que tenía y tengo a ese buen amigo, me compré un vehículo
diésel. Mi propósito de abandonar la gasolina y la buena campaña publicitaria
que aconsejaba su compra me hicieron tomar, definitivamente, esa decisión; de
la que, dicho sea de paso, no me arrepiento. El motor no ha sufrido ninguna
anomalía, va muy bien de consumo y el servicio postventa ha sido, y es, muy
eficiente.
Entonces, ¿cuál es el
problema? El problema es que cuando me llega una frase tan lapidaria como: “El
diésel tiene sus días contados”, me embarga una mezcla de desconcierto y
desconfianza. ¿Quién me asegura que es verdad lo que dicen?, si todo lo que
dijeron con tanta rotundidad, hace una década, resulta que, ahora, es mentira;
si nadie nos da una información clara y precisa, porque ni los expertos se
ponen de acuerdo…
Como muestra de esos
desacuerdos, les voy a contar lo que escuché en un programa radiofónico
dirigido a los consumidores… “¿Qué pasará con el coche de gasoil?”, diferentes
personas, todas expertas, dieron respuestas dispares a esa pregunta: “Los
coches de gasoil hay que retirarlos cuanto antes del mercado”, dijo uno. “Los
vehículos de gasoil, con menos de doce años, no contaminan más que los de
gasolina”, dijo otro. “los diésel vendidos después del año 2013 tienen una
tecnología tan perfecta que contaminan menos que los de gasolina”, dijo un
tercero”. “Hay que dar paso al eléctrico y olvidarse de los carburantes”,
sentenció otro contertulio… Terminó el programa, en el que cada uno mantuvo su
postura, y allí no se aclaró nada.
Debo decir que yo apuesto por
el coche eléctrico, ya escribí un artículo en el que lo ponía de manifiesto, y
si cambio de auto, pienso mirar a ese mercado. Pero todos sabemos que un coche
no es un teléfono móvil que, como lo podemos adquirir por menos de 300 euros,
se cambia con cierta frecuencia. Lo del coche hay que pensarlo y repensarlo… Su
compra supone un importante desembolso que no está al alcance de muchas
familias, y resulta que los motores
eléctricos son, precisamente, los más caros. Además, las personas que se acaban
de comprar un diésel. ¿Qué hacen con él?
Para terminar, envío este
mensaje a los responsables de tomar las oportunas decisiones: Por favor,
aclaren de una vez qué va a pasar con el coche de gasoil, porque yo, aunque
pongo todo mi empeño, sigo sin enterarme.
Cuando me dispongo a cerrar el
artículo para enviarlo a la revista, me encuentro con una noticia de última
hora: “El Gobierno propone vetar las ventas de coches con motores diésel,
gasolina, híbridos y gas natural a partir de 2040”... Por fin, me he enterado,
pero me viene a la mente la expresión de don Juan Tenorio en “El burlador de
Sevilla”, obra escrita y publicada por Tirso de Molina en el siglo XVII: “¡Cuán
largo me lo fiais!”
Con mis mejores deseos, hasta
el próximo artículo.
Fernando Monge
18/noviembre/2018
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fmongef@gmail.com
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