domingo, 18 de noviembre de 2018

CEDA EL PASO



EL COCHE DE GASOIL



Hace diez años, cuando transcurría el mes de noviembre de 2008, comencé a plantearme la posibilidad de comprar un nuevo coche. El que tenía, evidenciando que habían pasado trece años por él, me causaba más inoportunas molestias que buenas prestaciones… Había llegado la hora del cambio. Ahora tocaba decidir cuál sería el nuevo utilitario… Miraba los últimos modelos que circulaban por la vía pública, consultaba las revistas de motor y visitaba los puntos de venta de algunas marcas.


Por aquella fecha, yo había tenido varios coches —entre ellos, el emblemático 600—. No, hombre, no soy un potentado. Hay que tener en cuenta que  tengo cierta edad, y que esos coches no eran nada del otro mundo. Lo cierto es que todos los compré con motor de gasolina. Por esa razón, y por las excelencias que había escuchado y leído de los motores de gasoil, pensé que era el momento de incorporarme al mundo de la tecnología diésel. Tengo que aclarar que el coche eléctrico no estaba comercializado. Ni te lo mencionaban siquiera. Sí recuerdo que, como el río Guadiana, las poquísimas unidades que se fabricaban aparecían y desaparecían del mercado.

En las visitas a los concesionarios, escuché la consabida retahíla de sugerencias, consejos y magnificencias de cada marca. Pero, eso sí, todos estaban de acuerdo en que la mejor opción de compra era el vehículo de gasoil: Tenía una bonificación económica, el combustible era más barato, consumía menos y, además, era menos contaminante, con lo que su compra era una contribución a la mejora del medio ambiente. ¿Se puede pedir más? Bueno, no todos estaban de acuerdo. Por ejemplo, un buen amigo mío, persona de agudo ingenio y buen sentido del humor, me manifestaba su escepticismo ante tanta perorata comercial. Un escepticismo similar al que sentía cuando los vendedores intentaban explicar la potencia de los motores: “Hablan de un número de caballos, pero después el comportamiento en carretera no se corresponde con lo que venden… Me gustaría a mí contar esos caballos” —remataba con su fina ironía.

A pesar de la alta estima y consideración en que tenía y tengo a ese buen amigo, me compré un vehículo diésel. Mi propósito de abandonar la gasolina y la buena campaña publicitaria que aconsejaba su compra me hicieron tomar, definitivamente, esa decisión; de la que, dicho sea de paso, no me arrepiento. El motor no ha sufrido ninguna anomalía, va muy bien de consumo y el servicio postventa ha sido, y es, muy eficiente.

Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que cuando me llega una frase tan lapidaria como: “El diésel tiene sus días contados”, me embarga una mezcla de desconcierto y desconfianza. ¿Quién me asegura que es verdad lo que dicen?, si todo lo que dijeron con tanta rotundidad, hace una década, resulta que, ahora, es mentira; si nadie nos da una información clara y precisa, porque ni los expertos se ponen de acuerdo…

Como muestra de esos desacuerdos, les voy a contar lo que escuché en un programa radiofónico dirigido a los consumidores… “¿Qué pasará con el coche de gasoil?”, diferentes personas, todas expertas, dieron respuestas dispares a esa pregunta: “Los coches de gasoil hay que retirarlos cuanto antes del mercado”, dijo uno. “Los vehículos de gasoil, con menos de doce años, no contaminan más que los de gasolina”, dijo otro. “los diésel vendidos después del año 2013 tienen una tecnología tan perfecta que contaminan menos que los de gasolina”, dijo un tercero”. “Hay que dar paso al eléctrico y olvidarse de los carburantes”, sentenció otro contertulio… Terminó el programa, en el que cada uno mantuvo su postura, y allí no se aclaró nada.

Debo decir que yo apuesto por el coche eléctrico, ya escribí un artículo en el que lo ponía de manifiesto, y si cambio de auto, pienso mirar a ese mercado. Pero todos sabemos que un coche no es un teléfono móvil que, como lo podemos adquirir por menos de 300 euros, se cambia con cierta frecuencia. Lo del coche hay que pensarlo y repensarlo… Su compra supone un importante desembolso que no está al alcance de muchas familias, y  resulta que los motores eléctricos son, precisamente, los más caros. Además, las personas que se acaban de comprar un diésel. ¿Qué hacen con él?

Para terminar, envío este mensaje a los responsables de tomar las oportunas decisiones: Por favor, aclaren de una vez qué va a pasar con el coche de gasoil, porque yo, aunque pongo todo mi empeño, sigo sin enterarme.

Cuando me dispongo a cerrar el artículo para enviarlo a la revista, me encuentro con una noticia de última hora: “El Gobierno propone vetar las ventas de coches con motores diésel, gasolina, híbridos y gas natural a partir de 2040”... Por fin, me he enterado, pero me viene a la mente la expresión de don Juan Tenorio en “El burlador de Sevilla”, obra escrita y publicada por Tirso de Molina en el siglo XVII: “¡Cuán largo me lo fiais!”

Con mis mejores deseos, hasta el próximo artículo.

Fernando Monge
18/noviembre/2018
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