Una rutina que
realizamos a diario sin pensar en que otra realidad fuese posible. Pero, ¿qué
sucedería en una ciudad del tamaño de Madrid por ejemplo si no existiera el
transporte público?
Según un análisis de la Asociación de Empresas Gestoras de
Transportes Colectivos Urbanos (ATUC) y de la consultora Tool Alfa, elaborado
con motivo de la celebración de la Semana de la Movilidad, la desaparición del
transporte público implicaría nuevos costes debido a la transferencia de
viajeros del transporte público al privado, es decir, habría que hacer espacio
a 2,5 millones de coches más en las ya saturadas calles de una ciudad como la
capital de España.
Entre otros
costes, el medioambiental sería inmediato, pues se dispararía la contaminación,
ya de por sí excesiva en las grandes ciudades españolas. En el caso de Madrid,
con experiencia reciente en activar sus protocolos por alta contaminación, al
no contar con la circulación diaria de unos 2.000 autobuses y 400 trenes de
metro, los episodios por problemas de calidad de aire serían la norma, y los
protocolos se activarían a diario. Pero, al mismo tiempo, éstos no se podrían
cumplir ya que la medida dejaría a todas las personas en casa sin poder salir y
desplazarse.
Y eso sin
olvidar la siniestralidad, es decir, los mayores riesgos de accidentes
derivados del mayor número de coches en circulación, pues por cada pasajero que
recorre unos dos kilómetros, la tasa de mortalidad de tráfico del transporte
público es una décima parte de la de los automóviles.
Además, sin estos
de medios de transporte colectivos la calidad de vida de las ciudades se
resentiría en gran medida, de tal modo que habría que soportar más atascos, y
la cifra de casi 24 horas al año de media perdidos por persona por el tráfico
sería entonces irrisoria.
Una ciudad
antisocial
Este coste
social tiene también otras aristas. Por ejemplo, el transporte público es un
elemento integrador y vertebrador social que permite a las personas acceder a
oportunidades laborales. Sin transporte público, las personas estarían
obligadas a tener el carnet de conducir para poder trabajar en cualquier puesto
u oficio, así como a disponer de un vehículo que, por su coste (tanto de compra
como posterior mantenimiento, seguro, etc.) muchos no podrían permitirse. Esto
significaría que cualquier currículum sin carnet de conducir ni coche propio
sería descartado inmediatamente.
Precisamente,
este problema tendría un problema de vertebración social sería muy acuciante
para ancianos o personas con algún tipo de discapacidad, por lo que la
movilidad por las ciudades dejaría de ser una realidad para muchos colectivos,
poniendo fin a la accesibilidad universal a lugares, calles y plazas y puntos
de interés (hospitales, edificios públicos, etc.)
Por otra parte,
también habría costes derivados de la ocupación de suelo por la necesidad de
más plazas de aparcamiento en la ciudad. Las calles de la Almendra Central de
Madrid albergan cerca de 170.000 plazas de estacionamiento (año 2013)
controladas por el Servicio de Estacionamiento Regulado (SER), además de contar
con cerca de 10.000 plazas destinadas a Personas de Movilidad Reducida y más de
8.000 a labores de carga y descarga.
Ni siquiera
ideas imaginativas para utilizar mejor las disponibilidades, como los
aparcamientos públicos municipales, los municipales mixtos y los aparcamientos
de residentes P.A.R. de la ciudad, suman plazas de estacionamiento suficientes
para acoger a los 2,5 millones de nuevos vehículos.
Y no solo habría
problemas de espacio de aparcamiento, también en las propias calles, que
tendrían que absorber cantidades ingentes de tráfico, lo que provocaría una
vuelta a fórmulas de movilidad del pasado a base de hormigón, como los
scalextrics que hubo en Madrid hasta no hace mucho tiempo, como el de Atocha
(desmantelado en los 80). Y al mismo tiempo habría que renunciar a parques
infantiles, plazas y calles peatonalizadas, terrazas, etc., ya que se requiría
mucho más espacio urbano que iría en detrimento del que hoy utilizan los
ciudadanos.
Sin TP: colapso
El estudio de
ATUC pone de manifiesto que sin un sistema de transporte público, las ciudades
españolas estarían abocadas al colapso, y no solo social y de espacio físico,
sino también económico, ya que las personas que no pudieran acceder al
transporte privado para desplazarse a sus centros de trabajo acabarían
perdiéndolos, con las nefastas consecuencias que eso tiene para la actividad
económica de las ciudades.
Por otro lado,
los recursos básicos para el desarrollo de la vida diaria cotidiana tendrían
que hacerse en las inmediaciones de la residencia de los ciudadanos, lo que
conllevaría una pérdida de servicios y prestaciones obtenidas a lo largo de los
últimos años, como el acceso a ciertos productos que hacen la vida más fácil.
Ya hoy existen zonas en países como Estados Unidos donde para ir a comprar algo
tan simple como una pieza de fruta requiere recorrer varios kilómetros en
coche, por lo que así se vislumbraría esa ciudad sin transporte público.
O el acceso a la
cultura por ejemplo, que también quedaría relegado a unos pocos, ya que sería
imposible que, por ejemplo, el Museo del Prado pudiera registrar la cifra de
más de 7.300 visitantes diarios que hoy recibe, ya que los atascos y la falta
de espacio de aparcamiento haría inviable su visita para la inmensa mayoría de
ellos.
Para el
secretario general de ATUC, Jesús Herrero, la extinción del transporte público
“dibujaría una situación un tanto apocalíptica en las ciudades pues supondría
su desaparición tal y como hoy las conocemos. Ahora bien, el reto es conseguir
que el transporte público sea más eficiente, intermodal y sostenible. El camino
es lograr que se integre el transporte público junto con otras opciones como ir
a pie y la bicicleta para lograr así ciudades más amables con el medio ambiente
y con sus habitantes; en definitiva, más calidad de vida para todos”.
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