Se suele dar por bueno que
el coche eléctrico es mejor para el medio ambiente que el de gasolina, pero
esta afirmación no está ni mucho menos clara. No es suficiente con calcular las
emisiones generadas cuando están los motores en marcha. Para comparar estas
tecnologías de la forma más rigurosa posible hay que tener también en cuenta lo
que ocurre en las fábricas, los materiales extraídos para cada una de las
piezas, el proceso a través del cual se ha obtenido la energía, incluso la
forma de conducir. Por eso resulta de lo más interesante el trabajo realizado
en Francia por Ademe, que compara vehículos de gasolina, diesel y eléctricos
desde que se fabrican hasta que terminan en el desguace.
El estudio, realizado por la
consultora PE International y Gingko21,
no se restringe a las calles actuales de Francia, sino que también lleva la
competición a las de Alemania, lo que da una visión que puede servir de
referencia a toda Europa (ver principales datos considerados(1)). Además,
aparte del Análisis de Ciclo de Vida de los vehículos en 2012, el trabajo
incluye una visión para el año 2020, con evaluaciones específicas para la
contaminación local en las ciudades europeas, el ruido y los metales críticos.
¿Cuál de los coches sale mejor parado de esta evaluación ambiental?
La primera prueba para
comparar los vehículos de gasolina, diesel y eléctricos es su consumo global de
energía primara (considerándose ésta como la energía disponible en la naturaleza
antes de pasar por los procesos de transformación). A pesar de ser una máquina
más eficiente durante su uso, el coche eléctrico supone un consumo de energía
primaria mucho mayor en la fabricación. Ahora bien, el trabajo considera que,
según se van haciendo kilómetros luego con los vehículos , los eléctricos van
ganando terreno en eficiencia a los de gasolina y diesel.
El estudio introduce
diversos escenarios posibles (cambiando la proporción de metales de la batería
del eléctrico, la duración de la batería, el país de producción de la batería…)
para llegar a la siguiente estimación: De 0 a 40.000 km, un vehículo térmico
(gasolina y diesel) tiene hoy un consumo inferior de energía primaria,
independientemente de los parámetros modificados. Entre 40.000 y 100.000 km,
los resultados siguen siendo más bien favorables a los térmicos. Y a partir de
100.000 km, el consumo es equivalente.
La siguiente variable
analizada es la emisión de gases causantes del cambio climático (CO2 eq). De
nuevo, el vehículo eléctrico comienza con desventaja al salir de fábrica (el
estudio calcula que en su fabricación en Francia se generan el 69% de las
emisiones de CO2 asociadas a toda la vida del vehículo –fabricar la batería
supone el 35%–), pero luego va mejorando posiciones frente al de gasolina o el
diesel según van aumentando los números en el cuentakilómetros. Claro que esta
vez hay mucha diferencia entre el coche que usa la electricidad de Francia (que
tiene asociadas pocas emisiones de CO2 (110 g CO2/kWh en el año 2012), en su
caso por el uso de nucleares) y la de Alemania (cuyas centrales de carbón suben
de forma considerable el CO2 (623 g CO2/kWh en 2012). [Un inciso: España está
más cerca de Francia que de Alemania, con 297 g CO2/kWh en 2012 y 235 g CO2/kWh
en 2013, según datos de REE (pero esta vez sobre todo por renovables)].
La traducción de todo esto
es que, según el estudio, conducir un coche eléctrico en París es una buena
idea para luchar contra el cambio climático, pero no tanto si ese mismo coche
se usa por las calles de Berlín. En concreto, el trabajo calcula que un
vehículo eléctrico que circule por una ciudad alemana genera al final unas
emisiones de CO2 similares a las de uno de gasolina o diesel. Sin embargo, otro
igual que se mueva por Francia empieza a ser más bien favorable en emisiones de
CO2 a partir de los 50.000 km y del todo favorable –sean cuales sean las
variaciones introducidas– a partir de los 80.000 km. Al término de su vida
útil, las emisiones globales del vehículo eléctrico de Francia representan menos
de la mitad que el de gasolina.
Mucho más complejo de
evaluar son los siguientes parámetros centrados en diferentes tipos de
contaminación: acidificación (analiza las emisiones de SO2, NOx, NH3, HCl, HF
causantes de la lluvia ácida), eutrofización del agua (ligada a las emisiones
de NOx) y ozono troposférico (problema causado principalmente por los
Compuestos Orgánicos Volátiles (COV)). La sorpresa es que el coche eléctrico
resulta bastante más sucio de lo que parece, principalmente, por los compuestos
utilizados en la fabricación de la batería.
En resumen, los vehículos
térmicos son peores en lo que respecta a las emisiones de CO, NOx (en especial
los diesel) y Compuestos Orgánicos Volátiles (COV). Y los eléctricos contaminan más en lo que se
refiere a partículas y emisiones de SO2 (en especial por la extracción del
cobalto y el níquel para las baterías).
Contaminación local en
ciudades
Por otro lado, el estudio
reconoce que la metodología de ACV utilizada no tiene en cuenta una ventaja importante
del vehículo eléctrico: mientras que los gasolina y diesel van liberando su
sucia carga por en medio de las ciudades donde se concentra más gente, la
contaminación atmosférica ligada a los eléctricos se produce en otros puntos
más apartados (allí donde se genera la electricidad o donde se fabrican las
baterías).
¿Qué beneficios supone esto
realmente para la contaminación local de las ciudades europeas? Este es uno de
los puntos evaluados en la segunda parte del estudio en el horizonte del año
2020. Tomando como base las previsiones de penetración en Europa de esta
tecnología efectuadas por el Joint Research Centre (JRC), el estudio concluye
que en una ciudad de 500.000 habitantes el porcentaje de vehículos eléctricos
para ese año representaría solo un 1,8% del tráfico, lo que sería aún
insuficiente para apreciar mejoras en la contaminación local. Las emisiones
evitadas (o trasladadas) por los coches eléctricos se quedarían todavía en nada
comparadas con los contaminantes atmosféricos generados por los de gasolina y
diesel.
Contaminación acústica
Otro parámetro considerado
clave para comparar estas tecnologías es la contaminación acústica. Cuando se gira la llave de contacto de un
vehículo eléctrico lo que más suele llamar la atención es la ausencia de ruido
del motor. ¿Cómo se mide esta ventaja? Según especifica el trabajo de Ademe, un
vehículo produce principalmente dos tipos de ruido: el del motor y el generado
al moverse por el rozamiento de las ruedas sobre el asfalto a partir de 50
km/h. La diferencia acústica conseguida con un coche eléctrico es mayor cuanto
menor es la velocidad (en atascos, por ejemplo). Esto está muy bien. Pero,
¿hasta qué punto puede influir esto en la contaminación acústica global del
tráfico de las ciudades europeas? El estudio vuelve a tomar como referencia el
año 2020 y calcula que en un tráfico con un flujo de 1.000 vehículos/hora en el
que un 5% de los vehículos fuesen eléctricos (hipótesis que considera favorable
para esta tecnología) la reducción del ruido sería solo de 0,2 decibelios
(dB). Y esto para una velocidad media de
entre 10 y 25 km/h, que es cuando más se debía notar el efecto del vehículo
eléctrico.
Según el estudio, haría
falta que el vehículo eléctrico llegara a representar un 25% del tráfico para
conseguir una reducción superior a 1 decibelio (dB) y tendría que alcanzar el
75% para que la disminución fuese de 5 dB. A modo de comparación, se explica
que disminuir por dos el tráfico (pasando de 1.000 vehículos/hora a 500 v/h)
supondría una bajada de 3 decibelios.
Metales críticos
Por último, el trabajo
analiza también los metales utilizados en la fabricación de los vehículos que
pueden ser críticos por su escasez o por la inestabilidad de las zonas de
suministro. A pesar de las incertidumbres sobre el litio usado en el coche
eléctrico (hacen falta 3 kilos de este material para fabricar una batería de 24
kWh de 275 kilos de peso), el estudio no lo considera problemático, incluso
aunque se disparase su precio (por representar menos del 1% del precio de la batería).
Al contrario, sí se
consideran críticos el platino y sus derivados, el cobalto y las tierras raras.
Los metales del grupo del platino son muy demandados para nuevas tecnologías,
pero en automoción se usa justamente en los vehículos térmicos, en los
catalizadores (1,81 gramos en un turismo de gasolina y 4,75 gramos en un
diesel). En lo que se refiere a los eléctricos, el estudio llama la atención
sobre el cobalto empleado en baterías de Li-Ion NMC (9,42 kilos) y en las
tierras raras utilizadas en diferentes componentes del motor eléctrico (240-290
gramos). El trabajo incide en la importancia de aumentar el reciclado de estos
materiales en Europa. No obstante, concluye que en el horizonte de 2020 el
suministro no debería ser un problema (aunque también avisa que los resultados
deben considerarse con prudencia por la gran cantidad de hipótesis requeridas
para la estimación a 2020).
Conclusión
El trabajo reconoce la
dificultad para determinar qué vehículo supone menor consumo e impactos
ambientales incluso en el escenario de 2020 (pues si bien se contempla para
entonces una mejora de las baterías de los vehículos eléctricos, también espera
un aumento de la eficiencia en los de gasolina y diesel). Aún así, también deja
claro que el vehículo eléctrico puede proporcionar ventajas importantes. Para
ello recomienda avanzar en el desarrollo de las baterías y en el de las smarts
grids, pero sobre todo incide en la necesidad de descarbonizar la electricidad
en Europa, lo que se consigue con nucleares (como en Francia, aunque el estudio
reconoce la limitación de no haber tenido en cuenta el impacto a largo plazo de
la gestión de los residuos radiactivos) y con renovables (eólica, solar...)..
Parece importante recordar esto ahora que Europa está trazando su estrategia
energética para 2030: El coche eléctrico no tendrá nada de limpio si no lo es
la electricidad con la que recargue sus baterías.
EL País semanal/Clemente Álvarez
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