Cualquier persona que haya circulado en bicicleta con el
viento de cara y haya tenido que pedalear más fuerte para avanzar sabe
perfectamente que el aire actúa como freno.
Lo mismo ocurre con los vehículos:
ante una mayor resistencia del aire, el motor tiene que trabajar más duro y
esto incrementa el consumo de combustible. Como consecuencia, la aerodinámica
cada vez es más importante en el diseño automovilístico, y es en la propia
naturaleza donde los diseñadores encuentran modelos de conducta que seguir. Con
el objetivo de mejorar las propiedades aerodinámicas de los prototipos, se
realizan pruebas en túneles de viento y se realizan otros cálculos, siempre
luchando contra el efecto de frenado que provoca la resistencia del aire. Un
diseño aerodinámico hace que el vehículo consuma menos combustible y, por lo
tanto, reduce sus emisiones de CO2 y lo convierte en más eficiente.