LA CIUDAD SE DESPIERTA
Cuando la ciudad duerme en
verano todo parece transcurrir con normalidad. Los vehículos descansan junto a
las aceras pensando que en pocas horas tendrán que cumplir su función para lo
cual han sido preconcebidos.
Sin vehículos, una calle en
cualquier ciudad del mundo es una imagen del pasado. Parece como si el tiempo
se hubiera detenido. El único ruido en la madrugada es el silencio y el roce de
los árboles entre ellos movidos por el viento. Pero poco a poco, todo vuelve a
la normalidad: los coches se despiertan y se desperezan con el rugido del
motor, mientras salen de esas bocas grandes que se abren entre los edificios,
todos ellos arrancan junto a la acera para hacer suya un día más la calzada. Polución,
atascos, accidentes, un día más la ciudad se despierta.
Poco a poco las grandes
ciudades siguen creciendo. En el año 2050 se estima que el 70% de los
habitantes de la Tierra vivirá en grandes urbes. Y sin duda hay que preparar el
terreno para ese gran desplazamiento hacia los entornos urbanos. El transporte
es un aspecto clave. Solo hay que analizar lo que está ocurriendo en las
grandes ciudades norteamericanas y en las del resto del mundo, como es el caso
de Los Ángeles, México DF, Tokio o París. Y por supuesto Madrid o Barcelona no
se libran de esta situación.
Según un estudio elaborado por
la 'app' DriveSmart, los conductores de coches en las grandes ciudades
españolas, como Madrid o Barcelona, pierden un año y cuatro meses de su vida de
media en los desplazamientos en coche para ir y venir del trabajo. Entre una
hora y una hora y media cada día. Y eso es algo que si ahora ya no es razonable
mucho menos lo es pensando en que en el futuro las ciudades serán mucho más
grandes.
Pero, ¿por dónde camina la UE
en este sentido?
Fundamentalmente, las culturas
deben contemplarse en un contexto plural y relacional (Janowicz, 2006). Así
como existen diversas culturas de movilidad, también hay distintas vías para
llegar a una cultura de movilidad más sostenible. La adopción de la triada «económica»,
«ecológica» y «social» determina el marco regulatorio en el que deberían desarrollarse
el transporte y la movilidad. En este sentido, el término «social» no solo conlleva
el evitar la discriminación y la injusticia en lo tocante a la movilidad, sino
también el posibilitar una diversidad sociocultural de estilos de vida y, por
tanto, de estilos de movilidad. A la hora de propiciar cambios sobre el
terreno, tener en cuenta esa diversidad conlleva que las culturas de movilidad
más sostenible deban ser multimodales, así como multiopcionales desde el punto
de vista de los ciudadanos. Este requisito no es novedoso en los estudios
viales y la política de transporte, aunque casi ninguna ciudad/agente (aparte
de la ciudad de Zúrich) se atreve a afrontar abiertamente, es decir, en el
ámbito público, el asunto del «transporte combinado».
Se hace hincapié en cómo los
estilos de vida y la tendencia hacia la individualización, el cambio
demográfico y otros procesos de transformación social relativos a las
necesidades medioambientales y sociopolíticas afectan a los hábitos de
movilidad. Además, se explican las culturas de movilidad y su incidencia sobre
el desarrollo del tráfico. Este apartado pone de manifiesto que los usuarios de
los sistemas de movilidad no constituyen un grupo homogéneo. La diferenciación
social seguirá aumentando y ganará en intensidad, con independencia de otros
factores sociodemográficos/económicos.
Hay, sin duda, que trazar
nuevos proyectos de futuro a corto, medio y largo plazo para dibujar el mapa de
movilidad que queremos para nuestras ciudades, antes que nos devoren todos los
aspectos directos y colaterales que ya les he apuntado. Sin prisas, pero sin
pausa, tendremos que ponernos en marcha, antes que la CIUDAD SE DESPIERTE.
Con afecto y respeto,
Pepe Bejarano
todomotorsevilla@gmail.com
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