Los automóviles diésel
modernos emiten menos contaminación, en general, que los automóviles que
funcionan con gasolina, lo que contradice el enfoque de los actuales
reguladores medioambientales así como las medidas adoptadas por ciudades como
Madrid o Barcelona, Londres o París, entre otras.
Esa, al menos, es la
conclusión de un nuevo estudio de seis países publicado en Scientific Reports,
cuya base fue puesta en parte por un químico estadounidense que trabaja
actualmente en la Université de Montréal.
"Dado que el diésel es
mucho más limpio que antes, los reguladores ambientales deben cambiar cada vez
más su enfoque a los coches más sucios de gasolina y otras fuentes de
contaminación del aire", dice el científico de la Universidad de Montreal
Patrick Hayes.
"El diésel tiene una mala
reputación porque se puede ver la contaminación, pero en realidad la peor es la
contaminación invisible que viene de los coches de gasolina", añade Hayes.
Este estudio, dirigido por
investigadores de Suiza y Noruega con la ayuda de Hayes y colegas en Italia,
Francia y Estados Unidos, examinó la materia de partículas carbonosas (PM)
emitidas por los tubos de escape de los automóviles.
La PM carbonosa está compuesta
de carbono negro, aerosol orgánico primario (POA) y, especialmente, aerosol
orgánico secundario (SOA), que se sabe que contiene especies reactivas nocivas
de oxígeno y puede dañar el tejido pulmonar.
En los últimos años se ha
requerido que los nuevos coches diésel en Europa y América del Norte estén
equipados con filtros de partículas de diesel (DPF), que reducen
significativamente la contaminación que emiten.
En el laboratorio (en el
Instituto Paul Scherrer, cerca de Zúrich en Suiza), "los automóviles de
gasolina emitieron un promedio de 10 veces más PM a 22 ºC y 62 veces más a -7
°C en comparación con los coches diésel", señalaron los investigadores en
su estudio.
"El aumento de las
emisiones a temperaturas más bajas está relacionado con un efecto más
pronunciado de arranque en frío", cuando un motor de gasolina es menos
eficiente porque aún no se ha advertido y su convertidor catalítico aún no está
encendido.
Asimismo, agregó: "Estos
resultados desafían el paradigma existente que los coches diésel se asocian, en
general, con tasas de emisión de PM mucho más altas, y reflejan la
eficacia" de add-ons del motor como los filtros de partículas diésel
(DPFs) para detener la contaminación.
Europa apoya los filtros de
partículas para los gasolina
Por otra parte, Europa también
ha mostrado su preocupación al respecto de los motores de gasolina. A finales
de 2016, aprobó una serie de medidas orientadas a paliar su impacto medioambiental
que entrarán en vigor en septiembre de 2017, cuando se iniciará la transición
del ciclo de homologación NEDC al WLTP. De esta forma, además de realizarse las
pruebas de emisiones de partículas contaminantes en condiciones de circulación
real, todo hace indicar que se obligará a las marcas a introducir un filtro de
partículas en los motores de gasolina al igual que se hace con los diésel.
Estas partículas estaban
vinculadas únicamente a los motores diésel y eran "claramente
visibles", explicó Bruselas. No obstante, su tamaño se ha ido reduciendo
hasta ser invisibles para el ojo humano, aunque siguen siendo cancerígenas y
están presentes en motores tanto diésel como gasolina con tecnologías de
inyección directa.
Precisamente estos últimos, de
acuerdo a otro estudio publicado por Reuters, obtienen mejores prestaciones a
revoluciones más bajas que los atmosféricos, pero lo logran a cambio de una
mayor contaminación, algo que Europa va a dejar de contemplar con la
introducción de nuevas normas de emisiones más restrictivas y la actualización
del obsoleto ciclo NEDC -lleva en vigor desde 1970 y su última modificación
data de 1997-.
Dicho esto, es cierto que los
coches diésel más viejos contaminan más que los automóviles de gasolina porque
no tienen DPFs, y los coches diésel en general emiten mucho más óxidos de
nitrógeno, que causan smog y lluvia ácida, según el estudio.
Para su investigación, los
investigadores utilizaron el trabajo de campo sobre la contaminación
atmosférica que Hayes llevó a cabo en California en 2010 y publicado en 2013
cuando era investigador en la Universidad de Colorado trabajando con José Luis
Jiménez (también coautor del nuevo estudio).
Así, durante cuatro semanas en
un estacionamiento del Instituto Tecnológico de California, en Pasadena, Hayes
analizó el aire procedente del tráfico de Los Ángeles, con un tubo en el techo
de un remolque de construcción modificado.
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