El Zagato Raptor se alejaba del diseño afilado que habían impuesto los de
Sant’Agata en sus últimas creaciones y aprovechaba el uso de líneas curvas y
finas y la cabina con techo de doble burbuja tan característica de Zagato.
Lo más impresionante el
acceso al habitáculo por un gigantesco panel pivotante que cubría lo que
hubieran sido unas puertas, la luna delantera y el techo, que además se podía
desmontar para disponer de un descapotable al uso. Recuerda mucho al capó que
da acceso al motor de algunos deportivos y prototipos de competición, por
ejemplo los clásicos Grupo B de rallys. El chasis y la mecánica se tomó
prestada de un Lamborghini Diablo, tracción total mediante, casi 500 CV de
potencia y ausencia de ABS y control de estabilidad. Gracias a un extenso uso
de fibra de carbono era incluso más ligero que el Diablo.
Por aquel entonces muchos
llegaron a pensar que había nacido un demoniaco sucesor para el Lamborghini
Diablo. Pero nada más lejos de la realidad, todo quedó en un prototipo
plenamente funcional, eso sí, que se subastaría años más tarde y aún se
conserva.