RELAJACIÓN
Si buscamos en el diccionario de la RAE la palabra
relajación, nos la define como la acción y efecto de relajar o relajarse.
Naturalmente, procede una nueva consulta para ver qué significa relajar o
relajarse y nos encontramos hasta 13 entradas. En principio, nos vamos a quedar
con la número 2. Esparcir o distraer el ánimo con algún descanso y con la
número 12. Conseguir un estado de reposo físico y moral, dejando los músculos
en completo abandono y la mente libre de toda preocupación. Las dos nos
proporcionan un agradable estado psicológico y nos aportan un bienestar que
podemos experimentar cuando las ponemos en práctica.
La relajación nos ayuda a elevar nuestra capacidad para
concentrarnos en la vida cotidiana, bien sea laboral, afectiva, doméstica,
administrativa o de ocio. Un descanso de cinco o diez minutos puede mejorar
nuestro rendimiento. La relajación también nos aleja de las preocupaciones
inútiles… A veces, nos rondan durante horas problemas pendientes de resolver y
tenemos miedo de enfrentarnos a ellos. Algo de relajación puede ser un bálsamo
para atender esas tareas no resueltas, sin temor a sentirnos mal. Por ende, con
la relajación, nuestro organismo funcionará mejor, pues el estado de ansiedad
acelera el desgaste de los tejidos de nuestro cuerpo, y si la evitamos haremos
brotar una fuente de salud que puede retrasar nuestro envejecimiento. Además, muchos de los
enfrentamientos, discusiones y peleas se deben a que no somos capaces de ver
las cosas con perspectiva y caemos en luchas de ego… Estar relajados contribuye
a adoptar una postura más neutral que nos ahorrará conflictos.
Pero, lamentablemente, hay otro tipo de relajación que recoge
el diccionario de la RAE en su entrada número 11. Viciarse, caer en malas
costumbres. Es decir, adquirir hábitos considerados reprobables, como puede
ser, por ejemplo, la dejadez en el cumplimiento de las obligaciones que son
inherentes a los desempeños profesionales o a los cargos políticos.
Como ahora se ha impuesto el trabajo telemático en casi todas
las gestiones que la vida nos obliga a resolver, resulta que los teléfonos se
han convertido en robots. No hay persona humana que nos dé una explicación; en
todo caso, nos derivan a una página web para pedir la cita previa que nos
conducirá a una atención telefónica o presencial, ya sea en una oficina, ya, en
una consulta médica… Eso ocurre en las entidades bancarias, en la Agencia
Tributaria, en los ambulatorios de Salud, en los ayuntamientos ―como verán, pueden ser centros privados, estatales, autonómicos
o municipales―, y como consecuencia del inevitable efecto dominó se está
perdiendo la diligencia y se están imponiendo las largas esperas, con el
consiguiente perjuicio para los sufridos usuarios.
¿De quién es la culpa? Desde mi modesto punto de vista, la
culpable es esa relajación que desemboca en la dejadez a la que hace referencia
la entrada número 11 del diccionario de la RAE.
Con mis mejores deseos, saludos cordiales.
Fernando Monge
27/febrero/2022
fmongef@gmail.com
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