General Motors ha encontrado
la forma de que sus vehículos suenen de una forma más agradable al oído humano
de lo que en realidad lo hacen sus partes mecánicas. Esto no se consigue
únicamente reduciendo los ruidos en el interior sino también creando
artificialmente nuevos sonidos.
Según comenta Kara Gordon,
responsable del entorno acústico de los vehículos de GM, en los últimos años se
han ido reduciendo el número de revoluciones por minuto a las que operan los
motores para disminuir el consumo de carburante. En los años 90, un motor de 4c
funcionaba a unas 3.400 RPM mientras que hoy lo hace a menos de 2.000.
A medida que se reduce la
velocidad a la que rota el árbol motor, la frecuencia del sonido que hace
también disminuye y llega un punto en el que empieza a hacer unos sonidos que a
la gente le resultan desagradables. Parece que el coche esté roto. Así que
durante mucho tiempo los fabricantes tuvieron que mantener el número de RPM por
encima de un cierto umbral, aún a costa de disminuir su eficiencia energética,
para mantener contentos a los clientes.