LUCES EN LA OSCURIDAD
Amanece un día frío de
invierno. La ropa de abrigo nos invade contra las gélidas temperaturas. El
silente ambiente hace que las aves matinales dejen su trino para otra ocasión.
El grajo ni vuela.
Es de esos días, que uno
prefiere que nunca suene el despertador o si suena que sea fin de semana. El
dibujo de nuestro vaho recién despierto dibuja nubes de sueño con ansias del
primer café.
Buscamos las llaves del coche
y entre la estrechez del bolsillo del abrigo y la poca maniobrabilidad de los
guantes hacen que sea casi imposible acceder a ellas. ¡Siempre es lo mismo!,
Bocado al dedo corazón y guantes fuera. La mano desnuda se adentra en lo más
profundo del bolsillo y cual tesoro matutino, ¡por fin!, descubrimos el
paradero de la llave que nos ayudará a abrir la puerta de nuestro frío y yerto
vehículo que se ha mantenido durante toda la madrugada a la intemperie,
sufriendo las inclemencias más duras de la climatología nocturna.