Los parabrisas de los aviones comerciales están expuestos a condiciones mucho más extremas que los de los automóviles y son una parte estructural del fuselaje.
Tienen que superar unas pruebas y regulaciones muy estrictas, pues un fallo de diseño o de fabricación podría provocar una catástrofe en pleno vuelo.
Han de combinar una resistencia elevada (impactos, presión, torsión, temperaturas…) con una buena visibilidad y el menor peso posible; Además de muchos otros requisitos, como protección frente a las elevadas radiaciones de las capas altas de la atmósfera, blindaje de radiofrecuencia o disipación electrostática.