NO ES UN CUENTO DE NAVIDAD
El frío se reflejaba en su
cara. No nevaba y tampoco había un muñeco de nieve con bufanda y nariz de
zanahoria. Estaba aterido de frío, y no era solo
porque los termómetros marcaban las temperaturas más bajas de ese invierno.
Sus lágrimas recorrían sus
mejillas. Un viejo anorak enfundaba su cuerpo abatido de
tantos errores en su vida. Los guantes de lana cubrían sus manos encallecidas
de tantas horas de idas y venidas en la carretera.
Bajo una farola, un banco de hierro,
y un grado de temperatura envolvían en medio de una helada a un hombre que
vivía en soledad, una y otra vez, todos sus recuerdos.