CAMPAÑA SOBRE CAMPAÑA...
El clima nos adentra en una
época del año, donde nuestros sentidos afloran de manera desmedida.
En casa desempolvamos los
abalorios que han dormido durante todo el año en ese rincón del trastero, donde
desaparece todo con nuestro consentimiento. ¡Pero que parezca un accidente! El
árbol de navidad va tomando forma en ese lugar del salón, creciendo como por
encanto de ese suelo al que les prometo nunca se riega, eso sí, pero se limpia
a menudo. Ahí está, mágico llenando con su frondosidad parte de la estancia,
iluminando con sus luces multicolores nuestros mejores deseos. Adornado por
esas campanas, bolas y figuritas que forman parte de nuestra propia vida. Ese
árbol de navidad que se levanta majestuoso nos llena y nos recuerda que hemos
vivido un año más, con sus claros y oscuros, ese árbol nos hace pensar en los que,
a su alrededor, una vez formaron parte de él, y ya no están con nosotros. Ese
Papá Noel de ahí arriba nos lo regaló mi padre, ese regalo, que cuelga de esa
rama, nos lo trajo una Navidad mi madre, y así, uno por uno, todos los ornatos
forman parte de los recuerdos de nuestra existencia, por eso ese árbol de navidad,
que hoy estamos sembrando de nuevo, algún día también formará parte de la
historia de nuestros hijos y de nuestros nietos. Por eso, vamos a vivir una
nueva Navidad repleta de sensaciones.