domingo, 2 de agosto de 2020

CEDA EL PASO

VIAJE A MALLORCA



“El comandante y su tripulación, en nombre de la compañía Iberia, les da la bienvenida a bordo de este avión con destino a Palma de Mallorca. La duración aproximada del vuelo será de una hora y quince minutos... Por favor, hagan uso de los cinturones de seguridad, y pongan el respaldo de sus asientos en posición vertical”… “Apaguen los dispositivos electrónicos, o activen el modo avión durante el trayecto…”

A mi izquierda, la pequeña ventana ovalada, el suelo asfaltado, las líneas paralelas, la numeración de la pista, el cielo azul, la luz intensa de la tarde… La lenta marcha de la nave se convierte en estruendosa aceleración, los dorsales se anexan al respaldo del asiento, el avión despega del sevillano aeropuerto de San Pablo… 



Los árboles se alejan de la vista, los edificios empequeñecen… Tras el cristal, una superficie de multicolores alfombras, sierpes azules, casitas blancas —dispersas o agrupadas—… La cámara del móvil recoge las imágenes aéreas de una luminosa tarde del 27 de abril.

Tras el óvalo acristalado, el cabo de la Nao, al sur del golfo de Valencia, penetra en el mar Mediterráneo… Entre las aguas, aparece y, en poco tiempo, desaparece la isla de Ibiza, dando paso a un manto azulado… “Señores pasajeros, nos encontramos próximos a aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Son Sant Joan. Por favor, abróchense los cinturones y permanezcan sentados hasta que los avisos se hayan apagado”.

Después de recoger las maletas de la cinta transportadora, nos dirigimos a la puerta de salida del aeropuerto. Los coloristas distintivos de Mundiplan reclaman nuestra atención. Los empleados de la empresa encargada de organizar y administrar los viajes del IMSERSO —Instituto de Mayores y Servicios Sociales— nos indican el número del autobús que nos acercará al hotel. En el recorrido, cómodamente sentados, escuchamos los necesarios consejos y las precisas instrucciones para nuestro regalo y conveniencia durante la estancia en la isla de Mallorca.

El autocar llega a su destino, se elevan las compuertas del maletero, vamos recogiendo el equipaje, con cierto orden… “Venga hombre, que parecemos borregos”… El discordante individuo se abrió paso a empellones, atrapó sus maletas como si alguien se las fuese a quitar y se dirigió a la recepción… Al mismo sitio donde nos dirigíamos todos a esperar la entrega de la llave de la que sería nuestra habitación hasta el día 4 de mayo… “Somos personas y nos tratan como a borregos”… Vociferaba el maleducado asaltante de maletas, ante la indiferencia de la mayoría y la complicidad de muy pocos… En menos de veinte minutos, todos estábamos en nuestros aposentos, incluido el impaciente.

A las 8:30 partimos en dirección al levante mallorquín y llegamos a Porto Cristo, dentro del municipio de Manacor. Entramos en las Cuevas del Drach —cuatro cuevas, 25 metros de profundidad y 2,4 kilómetros de longitud—. La belleza de las formaciones hidrogeológicas, las piedras areniscas, las ágatas, el brillo de los delicados ramos de estalactitas y estalagmitas y la exquisita iluminación desembocan en el Lago Martel… Una barca navega sobre las aguas cristalinas en las que se refleja el hermoso techo… Órgano, violonchelo y violín emiten armónicos sonidos que se propagan entre las oquedades de las cuevas.

La Catedral-Basílica de Santa María es conocida como “La Seu”. Su construcción se inició en 1229. Tras la conquista de Mallorca por la corona de Aragón, el rey Jaime I erigió este gran templo cumpliendo una promesa. El estilo arquitectónico del edificio es el gótico levantino que no sigue los modelos clásicos franceses. A principios del siglo XX, Gaudí introdujo diferentes ornamentos de diseño modernista y realizó el bellísimo baldaquino del altar mayor. Ya en el siglo XXI, Miquel Barceló creó un espléndido mural de cerámica policromada, inspirado en el milagro evangélico de los panes y los peces. El rosetón mayor de la catedral, de 13 metros de diámetro y espectacular policromía, es conocido como el “ojo del gótico”…

El tren sale del centro de Palma… Durante una hora, el paisaje se llena de encinas, almendros, olivos, algarrobos, pequeñas casas de piedras, oscuros túneles, frondosos naranjos… En el pueblo se puede admirar la iglesia de San Bartolomé del siglo XIII, el Banco de Sóller… En la Plaza de la Constitución, podemos probar el producto más conocido de la gastronomía mallorquina… la ensaimada lisa (sin relleno), o rellena de cabello de ángel, sobrasada, chocolate… En la estación, con exposición de Miró y Picasso, subimos al tranvía que, en media hora, nos deja en el Puerto de Sóller… puerto natural de forma semicircular.

El castillo de Bellver en la bahía de Palma, la Iglesia de Cristal, el caballo mallorquín piafando en la entrada de Son Amar —cena y espectáculo—, la música de Mozart en el Mar de Venecia —Cuevas de Hams—, las comidas compartidas con extremeños, castellanos, catalanes, gallegos, andaluces…, la música de animación del hotel, los bailes al compás de bachatas, salsas, sevillanas… Secuencias de unos días primaverales del año 2019 en El Arenal de la isla de Mallorca.

Con mis mejores deseos, saludos cordiales.

Fernando Monge
publicado 19/mayo/2019
Sus comentarios, opiniones o vídeos serán muy bien acogidos en mi dirección de correo:
fmongef@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo comentarios relacionados con la información de la página.