domingo, 9 de septiembre de 2018

CEDA EL PASO


Y ATRÁS QUEDÓ LA CANÍCULA


Aunque el verano termina el 21 de septiembre con la llegada del otoño, el periodo de tiempo en el que el calor aprieta con más fuerza en el hemisferio norte, y que conocemos con el nombre de canícula, ya ha pasado. Teniendo en cuenta que este fenómeno de la Astronomía está sometido a continuos cambios, y que ningún año es exactamente igual a otro, como nuestra experiencia nos permite comprobar con el paso del tiempo, vamos a hacer una breve descripción del rigor canicular.

Como ya hemos dicho que la canícula es un periodo de tiempo, bueno será concretar que, con datos estadísticos y como norma general, abarca desde el 15 de julio, día de la marinera Virgen del Carmen, al 15 de agosto, día de la Gloriosa Asunción… El refranero popular nos deja una perla de adorno para este breve párrafo: De Virgen a Virgen, el calor aprieta de firme.


¿Y por qué el nombre de canícula? La etimología de la palabra canícula nos lleva al término can o canis (perro) que nos sitúa en la constelación Can Mayor o Canis Maior, y en el seno de esta constelación se encuentra la estrella Sirio, apodada “La Abrasadora”, que es uno de los astros más brillantes durante el verano en el hemisferio boreal. Nuestros antepasados creían que cuando esa estrella unía su calor al procedente del sol daba lugar al periodo más cálido y menos lluvioso del año. Esa creencia carece de rigor científico, ya que el aumento de las temperaturas en esos días se produce por el calentamiento superficial de las aguas del mar y de la corteza terrestre, y llegan a sus máximos registros cuando ya han pasado algo más de tres semanas desde la entrada oficial de la estación estival.

Como la canícula, además de comenzar y terminar con fervores marianos, está preñada de fiestas religiosas: Santiago —patrón de España y de la Comunidad Autónoma de Galicia—, San Joaquín y Santa Ana —abuelos de Jesucristo y patronos de los abuelos—, Nuestra Señora de las Nieves —tan venerada en España como en Italia, Latinoamérica y Portugal—, San Lorenzo, Santa Clara… Y como también los termómetros alcanzan valores que nos invitan a buscar la brisa marinera, los desplazamientos de vehículos se multiplican y se produce una suma explosiva para el tráfico rodado: más vehículos y más calor… Más calor que influye negativamente en las capacidades físicas y en el comportamiento del conductor. Es más, las altas temperaturas son las culpables del 17% de los accidentes.

Algunos estudios demuestran que con el aumento de la temperatura disminuye el tiempo de reacción del conductor y, como consecuencia, se acentúa el riesgo de cometer algún error; apareciendo síntomas similares a los que podría tener una persona con un índice de alcoholemia de 0,5 gr/l. Por si todo esto fuera poco, el calor incrementa la fatiga y la agresividad, a lo que debemos añadir los peligrosos deslumbramientos provocados por la luz del sol.

Y como no hay mal sin remedio, vamos a dar algunos consejos para una conducción menos onerosa en plena canícula y en cualquier otro momento de calor riguroso: Ventilar el coche para evitar los contrastes de temperatura, poner el climatizador, realizar paradas periódicas, evitar las horas de mayor radiación solar, llevar ropa cómoda, ingerir una alimentación ligera y, por supuesto, ni una gota de alcohol.

Así que, por nuestra seguridad, cuando el tórrido sol nos someta a sus elevadas temperaturas, extrememos las precauciones, pero sin olvidar que la prudencia no se corresponde con una determinada fecha, es una buena costumbre que debemos poner en práctica todos los días del año.

Con mis mejores deseos, hasta el próximo artículo.

Fernando Monge
9/septiembre/2018
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